El estudio estaba en completo silencio, excepto por el leve zumbido del equipo de grabación. Hyun-Woo ajustó los niveles de audio con precisión mientras Ji-Yeon se preparaba para cantar una nueva canción. Habían pasado días desde el accidente en el café, pero el recuerdo aún pesaba en el ambiente. Ella había accedido a continuar trabajando con él, aunque su mirada reflejaba una mezcla de resignación y desconfianza.
—¿Estás lista? —preguntó el chico desde el otro lado del cristal.
La chica asintió con un leve movimiento de cabeza, con el cuerpo tenso mientras se colocaba frente al micrófono.
La canción que estaba a punto de interpretar era diferente de las anteriores. Había insistido en escribirla ella misma, describiéndola como una melodía que le había llegado en un sueño. La letra hablaba de pérdida y arrepentimiento, de un amor que se desvanecía como el humo, dejando solo sombras.
Cuando comenzó a cantar, su voz llenó el estudio con una intensidad que hizo que Hyun-Woo contuviera el aliento. Era como si cada nota llevara consigo un peso invisible, algo que él no podía explicar pero que sentía profundamente en su pecho.
A medida que la canción avanzaba, el aire en el estudio pareció enfriarse. El productor miró a su alrededor, extrañado. Era pleno verano, y el aire acondicionado estaba apagado. Sin embargo, una corriente helada recorrió su piel, haciéndole estremecer.
De repente, un ruido seco resonó en la sala de control. El chico giró la cabeza hacia el origen del sonido: uno de los monitores de audio parpadeaba erráticamente, como si algo estuviera interfiriendo con la señal.
—Eso no es normal… —murmuró, ajustando los controles sin éxito.
Dentro de la cabina de grabación, Ji-Yeon parecía ajena a los problemas técnicos. Su voz seguía fluyendo, envolviendo el ambiente con una melancolía casi palpable. Pero entonces, algo cambió.
Él se dio cuenta de que la expresión de ella había cambiado. Sus ojos, que antes estaban cerrados mientras cantaba, se abrieron de golpe. Miró hacia un rincón oscuro de la cabina, con sus labios todavía moviéndose al compás de la canción, mas con un temblor evidente.
—Ji-Yeon, ¿estás bien? —preguntó a través del intercomunicador.
Ella no respondió.
El productor se levantó para cruzar con rapidez hacia la cabina. Abrió la puerta justo cuando ella dejó de cantar abruptamente, dando un paso atrás con el rostro pálido.
—¿Qué pasa? —insistió él al ponerse frente a ella.
La joven señaló con un dedo tembloroso hacia el rincón oscuro y respondió:
—Hay… algo ahí…
Hyun-Woo frunció el ceño, mirando hacia el lugar que ella indicaba. A primera vista, no vio nada más que la sombra proyectada por el equipo de grabación. Pero entonces, un movimiento imperceptible captó su atención.
La sombra parecía... moverse.
No era un simple cambio de iluminación. La forma negra en la pared parecía ondular, como si estuviera viva. Y entonces, poco a poco, comenzó a tomar forma: una figura humanoide, con contornos indistintos pero claramente definida, emergió del rincón.
El hombre dio un paso atrás por instinto al sentir cómo el aire a su alrededor se volvía aún más frío. La chica lo agarró del brazo, con sus uñas clavándose en su piel.
—¿Lo ves? —susurró con la voz quebrada.
—Sí… —admitió, con su propio temor reflejado en su voz.
La figura no se movió hacia ellos. Simplemente se quedó ahí, observándolos desde la oscuridad.
De repente, una ráfaga de aire golpeó la cabina, apagando las luces por un instante. Cuando volvieron, la sombra había desaparecido.
Ji-Yeon se dejó caer en el suelo, temblando, mientras Hyun-Woo se arrodillaba junto a ella.
—¿Qué demonios fue eso? —preguntó, intentando mantener la calma.
Ella negó con la cabeza, con los ojos llenos de lágrimas.
—No lo sé… o quizás sí… —Su voz era apenas un susurro—. Min-Soo…
Él frunció el ceño e inquirió:
—¿Quién es Min-Soo?
La joven dudó antes de responder, con sus palabras cargadas de dolor.
—Era mi hermano mayor. Él murió en el incendio… el incendio que te mencioné antes.
El productor la miró, sorprendido.
—¿Crees que esa sombra era él?
—No lo sé. Pero desde aquella noche… he sentido su presencia. A veces es un susurro, otras veces… esto —se abrazó a sí misma, incapaz de detener los temblores.
El productor la ayudó a levantarse y la llevó a la sala de control, donde intentó calmarla con una taza de té caliente. La cantante se sentó en silencio, con su mirada perdida en el vacío.
—Ji-Yeon, esto no puede ser una coincidencia —dijo él al romper el silencio al fin—. Tu voz, la canción, y ahora esto… ¿estás segura de que no hay algo más que debamos saber?
Ella lo miró, con sus ojos oscuros llenos de una mezcla de culpa y miedo.
—Mi familia siempre ha sido… especial. Mi madre decía que nuestras voces tenían un poder único, que podían conectar con el mundo espiritual. Nunca lo creí… hasta que ocurrió el incendio.