La luz tenue del estudio iluminaba el rostro pensativo de Hyun-Woo mientras sostenía una partitura desgastada entre sus manos. Las notas dibujadas en el papel parecían vibrar con una energía latente, como si las palabras escritas a mano por Min-Soo tuvieran vida propia. Había encontrado la partitura entre los objetos personales de Ji-Yeon, cuidadosamente guardada en una caja que ella siempre mantenía cerrada.
No sabía si debía sentirse culpable por haberla abierto, pero algo lo había impulsado a hacerlo. Ahora entendía por qué ella nunca había mencionado esa canción. Había algo oscuro en ella, una tensión que se extendía más allá de las palabras.
Cuando la chica entró al estudio, notó la expresión de él antes de que hablara.
—¿Qué pasa? —preguntó, cruzando los brazos con desconfianza.
El chico levantó la partitura y dijo:
—Encontré esto.
El rostro de la joven se transformó en una máscara de pánico.
—¿Qué has hecho? —demandó al arrebatarle el papel. Sus manos temblaban mientras lo sostenía.
—Necesitaba respuestas, Ji-Yeon —dijo con firmeza—. No podemos seguir trabajando juntos si me ocultas cosas como esta.
Ella retrocedió, abrazando la partitura como si fuera una extensión de su propia alma.
—Esa canción no debería ser cantada. Nunca.
El productor dio un paso adelante, tratando de calmarla.
—Ji-Yeon, sé que estás asustada, pero quizás esta canción sea la clave para entender lo que está pasando.
—¿Entender? —replicó, con la voz rota—. Hyun-Woo, no tienes idea de lo que esto significa.
—Entonces explícamelo.
La cantante se desplomó en una silla, presionando las palmas de sus manos contra sus ojos como si quisiera borrar el momento.
—Min-Soo escribió esta canción poco antes de morir. Me la mostró una vez, y cuando la escuché, sentí... algo. Era como si la música estuviera viva, como si llevara consigo su dolor, su rabia... su muerte.
Él la observó en silencio, procesando sus palabras.
—¿Crees que esa canción está maldita?
Ella soltó una risa amarga.
—No creo. Lo sé.
A pesar de las advertencias de la chica, el productor no podía apartar la mirada de la partitura. Había algo en ella que lo atraía, una promesa de respuestas que no podía ignorar.
—¿Y si esta canción es la manera de liberar a Min-Soo? —preguntó finalmente.
Ella negó con la cabeza, con vehemencia.
—¿Y si no lo libera? ¿Y si lo ata más a este mundo o, peor aún, desata algo que no podemos controlar?
Hyun-Woo se inclinó hacia ella, con sus ojos ardiendo de determinación.
—Pero no podemos seguir viviendo con esta sombra sobre nosotros. Cada vez que cantas, algo sucede. ¿No crees que vale la pena intentarlo?
Ella lo miró, con su resistencia comenzando a quebrarse. Sabía que él tenía razón, mas el miedo la paralizaba.
—Prométeme que si algo sale mal, lo detendrás.
—Lo prometo.
Decidieron probar la canción en el estudio. Hyun-Woo preparó todo para grabar, asegurándose de que cada detalle estuviera bajo control. La chica estaba sentada frente al micrófono, con la partitura temblando en sus manos.
—Si sientes algo extraño, detente —le dijo él.
Ella asintió, tomando una respiración profunda antes de comenzar.
Las primeras notas llenaron el aire como un susurro oscuro. La voz de Ji-Yeon tenía un matiz diferente, más profundo y lleno de emoción cruda. A medida que avanzaba en la canción, la atmósfera en el estudio cambió. El aire se volvió más frío, y las luces comenzaron a parpadear.
El productor observaba con cada músculo de su cuerpo en tensión. Cuando llegó al clímax de la canción, un sonido extraño resonó en el estudio, como un eco lejano de una risa desgarradora. La joven se detuvo abruptamente con las manos en el pecho.
—¡Apaga todo! —gritó, con su voz llena de pánico.
Hyun-Woo detuvo la grabación y corrió hacia ella.
—¿Qué ha pasado?
—Está aquí —susurró con su mirada fija en un rincón oscuro del estudio.
En ese instante, una figura comenzó a formarse en la penumbra. Era apenas visible, pero ambos podían sentir su presencia. La figura parecía luchar por tomar forma, como si estuviera atrapada entre dos mundos.
—Min-Soo... —murmuró ella con las lágrimas corriendo por su rostro.
El productor se quedó paralizado, sin saber qué hacer. La figura parecía mirar a Ji-Yeon, aunque sus rasgos eran indistintos.
—¿Qué quiere? —preguntó el hombre, apenas capaz de controlar el temblor en su voz.
Ella negó con la cabeza, incapaz de responder.
La figura se desvaneció tan repentinamente como había aparecido, dejando una sensación de vacío en la habitación.