Melodías de sombras (cinco sentidos)

Capítulo 18

La sala de grabación estaba en penumbra, iluminada apenas por la luz cálida de unas lámparas que Hyun-Woo había colocado estratégicamente. Quería que el ambiente se sintiera íntimo, casi ritualístico, porque la tarea que tenían por delante requería más que técnica: necesitaba emoción, coraje y una conexión profunda. Ji-Yeon, de pie frente al micrófono, cerró los ojos mientras sostenía entre sus manos la partitura escrita por Min-Soo.

La canción, una de las últimas piezas que éste compuso antes de su muerte, tenía algo que la hacía diferente. No solo eran las notas cargadas de melancolía o la letra desgarradora. Era como si la partitura misma estuviera viva, latiendo con la energía de un alma atrapada.

Hyun-Woo, sentado frente al piano, la observó con atención. La chica lucía más frágil que nunca, mas en su fragilidad había una fortaleza que lo conmovía.

—¿Estás lista? —le preguntó con suavidad.

Ella asintió, aunque su mirada delataba la mezcla de miedo y determinación que la invadía.

—Si esto no funciona... —comenzó ella, pero él la interrumpió.

—Funcionará. Confío en ti, y Min-Soo también lo hacía.

Ella inhaló profundamente para dejarse llevar por sus palabras. La conexión que habían desarrollado en los últimos días le daba fuerza, y aunque aún dudaba de que pudieran liberar al espíritu, estaba decidida a intentarlo.

El productor comenzó a tocar el piano, marcando un tempo lento pero constante. Las primeras notas resonaron con una intensidad que llenó la sala, como si la música tuviera un peso palpable. La cantante esperó su señal, dejando que las notas la envolvieran antes de comenzar a cantar.

Su voz, suave al principio, creció en fuerza y emoción mientras avanzaba por los versos. La canción hablaba de despedidas, de amor perdido y de la esperanza de encontrar paz más allá del dolor. Cada palabra parecía arrancada del alma de Ji-Yeon, quien cantaba como si el peso del mundo estuviera sobre sus hombros.

A medida que la canción progresaba, la atmósfera en la sala cambió. Una brisa inexplicable comenzó a recorrer el espacio, y las luces parpadearon. Hyun-Woo sintió un escalofrío, pero no dejó de tocar. Sabía que estaban logrando algo extraordinario, aunque no podía comprenderlo del todo.

De repente, una figura comenzó a formarse en el centro de la sala. Era apenas una silueta, una sombra etérea que parecía flotar entre las notas de la canción. El hombre contuvo la respiración, mientras la joven continuaba cantando con los ojos cerrados, ajena a lo que ocurría a su alrededor.

—Min-Soo... —susurró Hyun-Woo al reconocer la presencia del espíritu.

Cuando Ji-Yeon llegó al estribillo final, algo dentro de ella cambió. Las emociones reprimidas durante años explotaron en su voz, y las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas. Cada palabra era un grito de liberación, no solo para Min-Soo, sino también para ella misma.

La figura de Min-Soo se hizo más nítida, y por un instante, el productor pudo ver su rostro. Había tristeza en sus ojos, mas también gratitud. El espíritu se movió hacia la muchacha, quien ahora estaba completamente inmersa en la canción, y pareció extender una mano hacia ella.

En ese momento, un torrente de recuerdos inundó la mente de Ji-Yeon: los días felices compartidos con su hermano, las canciones que compusieron juntos, y la noche en que todo se derrumbó. La culpa y el dolor que había llevado durante tanto tiempo se enfrentaron a la verdad: Min-Soo no quería que ella cargara con ese peso.

La última nota de la canción resonó en la sala como un eco que parecía interminable. La chica abrió los ojos y se encontró con la figura de Min-Soo frente a ella.

—Gracias —dijo el espíritu, con su voz apenas en un susurro, pero llena de sinceridad.

Ella sintió un nudo en la garganta.

—Lo siento... lo siento tanto...

Min-Soo negó con la cabeza, con su expresión ahora serena.

—No hay nada que perdonar. Vive, Ji-Yeon. Vive por los dos.

Con esas palabras, el espíritu comenzó a desvanecerse, disolviéndose en un resplandor cálido que llenó la sala. Cuando desapareció por completo, la joven cayó de rodillas, sollozando. Hyun-Woo se apresuró a su lado, envolviéndola en sus brazos.

—Lo lograste —le susurró, mientras ella se aferraba a él.

Cuando las luces de la sala volvieron a estabilizarse y la brisa cesó, ambos se quedaron en silencio, procesando lo que acababa de ocurrir. La sensación de alivio y vacío se mezclaba en el ambiente.

—¿Crees que... está en paz ahora? —preguntó ella con voz temblorosa.

—Estoy seguro de ello. Y tú también deberías estarlo.

Ella lo miró, con los ojos aún húmedos, pero llenos de una nueva determinación.

—Quiero seguir cantando, Hyun-Woo. No por culpa o por miedo, sino porque ahora entiendo lo que la música puede hacer.

Él sonrió, sintiendo un orgullo inmenso por ella.

—Entonces cantaremos juntos, Ji-Yeon. Pero esta vez, será para crear algo hermoso.

Esa noche marcó el fin de una etapa y el inicio de otra. La chica, por primera vez en años, sintió que podía mirar hacia el futuro sin las cadenas del pasado. Y aunque sabía que el camino no sería fácil, tenía a Hyun-Woo a su lado, un aliado que creía en ella incondicionalmente.




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