Al día siguiente Sammuel buscó a Nathaly para invitarla a la fiesta de bienvenida que él estaba organizando para el viernes. Nathaly se negó a ir. Sammuel desconcertado le preguntó por qué no quería asistir y ella respondió que simplemente no quería. No estaba de humor para fiestas después de todo lo que pasó. Apenas tenía un par de meses fuera de casa. Sammuel le aconsejó que fuera porque sería un buen método para seguir adelante y conocer nuevas personas. Tal vez así no se sentiría sola. Ella respondió que lo pensaría hasta el viernes. Él estuvo complacido por su respuesta, ya que era más de lo esperaba.
Ethan regresó durante la semana para ayudar a su padre en la academia, ya que por el momento estaba sin oficio en su casa. Así que ayudaba a cargar cajas con instrumentos nuevos y llevaba los viejos a las escuelas para donarlos. Cada vez que pasaba por la habitación en la que estaba Nathaly la escuchaba tocar el piano, siempre la misma canción. ¿Por qué? -se preguntaba. Entró en la oficina de su padre. Allí estaba Sammuel como siempre con sus gafas en la punta de la nariz. Levantó la mirada hacia su hijo y preguntó:
- ¿Qué sucede Ethan? -su voz grave y profunda.
- Nada -dijo intrigado-. Es solo que me estaba preguntando cuándo es el recital de Nat. Nunca tuve la oportunidad de verla tocar frente a un público además de aquel festival.
- ¿Recital? -preguntó Sammuel confundido-. ¿Cuál recital?
- Nat, me habló que estaba practicando para un recital próximamente.
- No hay recital en esta época. La temporada comienza hasta dentro de cuatro meses -explicó.
- ¿Entonces por qué me dijo eso?
- No lo sé. Eso tendrás que preguntárselo tú.
- Eso haré.
¿Por qué le mintió? ¿Qué necesidad había en hacerlo? No entendía la razón de porqué ella quería alejarse de él. Su actitud le hacía entender que ella lo odiaba por haberse ido. No se daba cuenta que la verdad era otra, pero aún así se determinó a recuperar el tiempo perdido con su amiga. Así que se dirigió a la habitación donde practicaba con la intención de hablar con ella y averiguar qué había pasado durante el tiempo que estuvo fuera de su vida. Tocó la puerta con fuerza porque Nathaly no lo escuchaba por el sonido del piano. De pronto escuchó un ruido afuera y dejó de tocar. Prestó atención. Alguien tocaba la puerta, ella dio permiso y este entró.
- ¿Nat?
¿Ethan? ¿Qué hace aquí? -se preguntó. Su cuerpo se congeló y sintió un calor expandiéndose en sus mejillas. Su corazón se aceleró en dos segundos con escuchar su voz; sin embargo, serenó su rostro para no mostrarle a él lo que era tan evidente.
- ¿Podemos hablar?
- Claro -dijo con naturalidad. Se volteó de cara al sofá, sabía que estaría allí. Siguió el sonido de sus pasos y efectivamente él tomó asiento en el sofá-. ¿Qué ocurre?
- ¿Por qué estás evitándome?
- ¿Qué? -la pregunta le tomó por sorpresa-. ¿Por qué lo preguntas?
- Porque tengo la leve impresión que estas evitándome por alguna razón que desconozco.
- No sé de qué me hablas.
- ¿Es por algo que hice o dije ayer que te hizo sentir mal? -estaba determinado a averiguar qué ocurría-. ¿O acaso tengo razón en decir que me odias por haberme ido?
- No es nada, Ethan.
- Quería pasar tiempo contigo por todos estos años que estuve lejos.
Estaba siendo sincero con ella. Nathaly no sabía qué debía decir para que no pensara mal, pero sentía una necesidad de alejarlo de ella. Sentía que era su deber evitar que él se involucrara en su mundo. ¿Cómo podía hacérselo saber sin dar muchas explicaciones? Ethan quería arreglar las cosas, Nathaly era una persona muy importante para él. Un recuerdo hermoso que no quería que se esfumara nunca. Quería formar parte de su vida de nuevo. Le explicó que era una gran oportunidad que no podía rechazar. Estudiar en la mejor universidad de artes haría que en su trabajo lo tomaran en serio. Ella lo entendía perfectamente y no lo reprochaba. Podría sonar como un cliché, pero no era él era ella. Su vida había cambiado desde el día en que subió en aquel avión. La de ambos cambió.
- Ethan -lo interrumpió-, está bien. No tienes que justificarte. Lo entiendo.
Su voz sonaba tan tranquila, tan comprensiva. Si ella lo entendía, entonces ¿por qué puso distancia entre ellos? No tenía sentido, algo andaba mal. Él lo sentía en su corazón. Algo no estaba bien entre ellos. Algo que él no podía ver con sus ojos. Para tranquilizarlo, le propuso ir a tomar algo después de ensayar y que ahí platicarían con calma. Él aceptó la invitación dichoso y satisfecho.
Él se marchó y continuó su trabajo el resto del día. Ahora se sentía más aliviado y su corazón más ligero.
Al pasar las horas que se hicieron eternas, Nathaly estaba más ansiosa y para expresarlo comenzó a componer otra pieza un poco más rápida. Las notas graves simulaban el latido acelerado de su corazón y las notas agudas se asemejaba al temblor que sentía en todo su cuerpo. Le sudaban las manos, su cuerpo vacilaba, los vellos de su piel se erizaban, la adrenalina corría por sus venas con desesperación. Ya no sabía lo que estaba tocando. Su mente se alejó. Estaba en blanco. Era como si hubiera olvidado como tocar el piano. Algo que era tan fácil, tan normal e involuntario se convirtió en algo desconocido, ajeno.
Dejó de tocar y sus manos comenzaron a temblar exageradamente. Se sumergió en el pánico y el terror. El miedo se apoderó de ella por completo. No podía pensar en otra cosa para calmar sus nervios. Escuchaba voces que provenían de su imaginación. Sentía golpes que no existían. Las palabras destrozaban sus oídos. Los recuerdos atormentaban su mente frágil e inocente. El sufrimiento nuevamente surgió para hacerle daño. El dolor era tan grande que sentía que su pecho se hundía en un enorme hueco vacío y oscuro. Las lágrimas comenzaron a caer sin permiso desesperadamente. Y en ese momento sintió más oscuridad que la de sus ojos no videntes. Escuchó risas, burlas, insultos. La respiración le faltaban en los pulmones.