- Acepto -dijo ella.
Su voz dominó las paredes del teatro. las personas frente a ella voltearon hacia atrás y la vieron allí de pie, con su vestido color menta, con vuelos en las mangas y escote corazón, hermosa como siempre. Al lado de ella, se encontraba Marcus sosteniendo su mano, la encaminaba más cerca de aquellos hombres que la miraban desconcertados. Los productores estaban felices, pensaban que esta temporada tendrían mucho éxito gracias a los servicios y al gran talento de aquella chica rubia, de mirada tierna y dulce, y con unos dedos que podían hacer volar a cualquiera que la escuchara.
- Magnífico -dijo Louis, el hombre de bigote de candado.
- Es la mejor noticia que podíamos escuchar después de tantos problemas que hemos tenido últimamente -dijo Michael, el hombre de cabello alborotado y de gafas redondas.
- ¿Quién es ella? -vociferó desde el escenario Sergio Rossi, un violinista italiano que tocaba con la orquesta desde hacía dos años. Era la estrella, el mejor; egocéntrico hasta los huesos, guapo como ninguno y un soltero y mujeriego empedernido.
Sergio bajó del escenario y corrió junto a los dos hombres acompañado del director de la orquesta Mario Macotella, uno de los mejores directores de la industria musical. Los dos productores les explicaron a los dos hombres quién era la hermosa mujer que estaba frente a ellos. Estaban un poco desconcertados con la repentina llegada de Nathaly O'Donell que ambos la miraban con recelo, especialmente al notar su ceguera.
¿Acaso es tan buena como dicen que es? -se preguntó el director.
No creo que esta chica sea tan buena como dicen que es -se dijo el violinista-. No es mejor que yo.
- Apostaría mi vida a que es la mejor pianista que hayamos tenido en la orquestara. Tal vez, incluso la mejor música en toda Londres -se atrevió asegurar Louis con tanta que seguridad que todos quedaron boquiabiertos. Sin embargo, lo estarían aun más cuando la escucharan tocar.
- Que toque entonces. Quiero escuchar y luego veré dónde la coloco. Estamos casi llenos.
- Ya tiene puesto -interrumpió Louis-. Será parte del evento principal.
- Pero yo soy el evento principal -reclamó Sergio.
- No quiero provocar problemas -dijo Nathaly.
- Tú no eres ningún problema, querida -dijo Michael-. Ambos compartirán el escenario.
- ¡¿Qué?! No! El escenario es mío. Sergio Rossi no comparte escenario con nadie.
- Pues tendrás que hacerlo o quedas fuera, así de simple y sencillo -dijo Louis.
Nathaly estaba muy incómoda por la situación. En ese momento Michael le dijo que subiera al escenario y se acomodara en el piano de cola color negro que estaba en medio, porque iba a tocar con la compañía de Sergio Rossi. Ella obedeció. Una vez arriba en el escenario ella se acomodó en el banquillo probó los pedales, puso sus dedos sobre los teclados. Eran lisos y suaves. Ella notó que era un piano diferente al que estaba acostumbrada a tocar. Sammuel Brown, estaba oculto en una esquina observando la escena. Era uno de los productores de la orquesta. Tenía su mano ligeramente puesta sobre sus labios con el ceño fruncido. Ya había escuchado tocar a Nathaly, pero era la primera vez en mucho tiempo que la veía tocar en público; siempre se ocultaba en su habitación. Además, conocía las necesidades que ella requería, por ejemplo un piano especial con teclas en braille. Sentía curiosidad por saber qué haría ella, si decir que no puede hacerlo o tocar para demostrar que no necesita de nada especial para mostrar su enorme talento. ¿Qué iba hacer?
- Moderato, N° 2, Op 18 de Serguéi Rachmaninov -dijo Sergio, según él escogiendo una canción complicada, pero a Nathaly no le importó y asintió.
Nathaly evidentemente estaba asustada. Ahora tenía público que la escucharía, y no tenía su piano. Las manos le sudaban terriblemente y sentía como su pecho se inflaba y desinflaba con su rápida respiración. - ¿Qué voy hacer? - Se repetía - ¿Y si me equivoco? - En ese momento, recordó las palabras que Ethan le decía para calmar sus nervios. "Confía. Ten confianza en ti misma y todo saldrá bien. Yo confío en ti". Cerró sus ojos, tomó una bocanada de aire y exhaló. Sus manos dejaron de temblar y su respiración se reguló. Colocó sus manos sobre las teclas de marfil y dejó que su corazón tocara por ella.
Desde muy pequeña amaba la música y en ella encontraba la paz y el consuelo que necesitaba. Sus dedos se movían con una fluidez que ni el mismo Sergio, por muy genio que fuera con el violín no podía ni alcanzar, iba un poco a destiempo con ella; lo que le dio más cólera. Era la primera vez que tocaba un piano, realmente a ciegas, lo único que tenía era canción en su mente. Se la sabía de memoria. Y eso les pareció todavía más impresionante a su público, especialmente al director. Era una genio lo que tenía en sus manos. Beethoven, quien con su sordera tocaba como los dioses aún sin escuchar sus propias composiciones, era considerado un maestro, un genio y nunca más se vio algo así, y ellos nunca pensaron ver algo así en su vida. Sin embargo, Nathaly, aún sin poder ver lo que estaba tocando, en ese momento llego a ser la más talentosa, prodigiosa e impresionante música mujer que haya existido en la historia de la música clásica. Ese fue su inicio de su carrera.
Al terminar, incluso hasta el mismo director aplaudía. Y como no iba hacerlo, tenía que tragarse su orgullo y aceptar que Nathaly era la mejor entre todos aquellos músicos que dejaron de hacer lo que estaban haciendo para acercarse y escuchar. Ellos también aplaudían emocionados. El encanto natural era un gran talento que tenía la familia O'Donell. Era imposible resistirse. Parecía una familia perfecta aún con sus imperfecciones.
¿Por qué todos aplauden con tanta euforia? Es solo una ciega que sabe tocar el piano -refunfuñó Sergio internamente.