Ellen.
La alarma sonó, interrumpiendo el sueño más extraño que había tenido. Prisco, el vecino de a arriba, estaba en el. Hace un día y medio que no salía de mi casa. Llevaba avanzado una gran parte de mi escrito, ¿A que costo? Solo había dormido dos horas de treinta y seis. Me he mantenido despierta a base de café, bebidas energizantes, y comida demasiado picante. Lo último funcionó de maravilla, ya que al ser tan picoso hasta me abrió los ojos, tome un bote de leche entera lo cual me provocó una diarrea horrible.
Olvidé que soy intolerante a la lactosa. Y cuando hice la orden de mis suplementos alimenticios del día, no marque específicamente la opción de leche deslactosada, como solía hacerlo siempre.
Después de sufrir un rato duarte la madrugada, caí rendía en mi enorme cama solitaria.
Salí de la cama, desorientada. Me di una ducha rápido, me puse mi ropa deportiva. Tome la correa de Magnus, la enganche a su cuello y salimos del departamento hacia al ascensor. ¿Por qué había soñado con el odioso del vecino nuevo? Ni siquiera hacía nada, solo estaba ahí, en mi sueño. Como un intruso.
Durante este día y medio, creí que se aparecería por mi puerta, tal vez a reclamarme, o yo que se.
¿A vengarse?
No lo hizo.
Sería extremadamente infantil de su parte si lo hace.
Sinceramente, la mirada que me dio pareció ser un tipo de amenaza, presentí qué se vengaría. Aún lo creo, así que debería estar prevenida.
Pude avanzar la corrección de mi escrito hasta el capítulo veintiuno. No veía que terminara jamás. Ahora lo que necesitaba era que el aire fresco me diera en la cara. Puse el temporizador en mi teléfono, la puerta del ascensor se abrió. Entre con la vista en móvil, sosteniendo la correa a la vez, seleccione el piso de la recepción.
—¿Qué tal va tu libro, Ellen?—escuche la voz de Vicky.
Guardé el aparato en la banda que llevaba en el brazo para sostenerlo.
—Pude avanzar un poco—sentía todo mi cuerpo pesado.
Aun así, me había levantado a salir a tomar aire fresco. El temporizador que había puesto, era para saber a que hora exactamente debía volver a casa, y volver a sentarme frente a mi laptop durante mucho tiempo.
—Parece que no has dormido nada.
—Solo he dormido dos horas—cerré los ojos, recargándome en la pared metálica. No llevaba las gafas, así que la mayor parte de mi visión era borrosa. Algunas cosas las distinguía, solo cuando estaban cerca muy cerca de mi.
Me dio un apretón en el hombro, se sintió relajante.
Ágil, programe un masaje en el móvil. Después de la fecha de mañana, y antes de la fecha de la video llamada. Necesito uno con urgencia. Me vendría bien para relajarme un poco.
—Estas muy tensa, deberías tomar un descanso.
—Después de que termine de corregirlo me tomaré una semana de descanso—murmure.
Acarició la cabeza de Magnus, quien movió la cola de felicidad.
Magnus amaba las caricias, pero no de cualquiera. En cuanto veía un desconocido, le ladraba sin parar.
—Deberías venir al gimnasio conmigo—sugiere.
—Por ahora solo iré a correr como siempre. Tengo solo cuarenta minutos para hacerlo, y volver a casa. Tal vez otro día.
El ascensor se abrió y ambas salimos.
Mundo seguía de turno, afuera aún estaba oscuro. Mi vecina, también tenía la manía de salir antes de amanecer.
—El ejercicio podría ayudaré a relajarte, y salir del bloqueo.
—Lo consideraré.
—Avísame cuando estés libre.
—Claro.
—Qué tengan buen día—dijo Mundo al vernos.
Ambas nos despedimos con la mano, y Magnus con un ladrido. Salimos del edificio, ella tomó su rumbo y yo el mío.
Victoria era muy bonita, se mantenía en buena forma a pesar de ser mayor. Todos en el edificio la conocían, a unos no le agradaba tanto como a mi. Supongo que al estar tanto tiempo solas nos hizo congeniar muy bien. Ella era soltera. Tenía un hijo, sí. Pero no la visita. Tampoco los hijos de sus hijos. Pero veía que eso no le afectaba.
Desde que vivo aquí, ella solía ir al gimnasio tan temprano.
Yo solía correr todas las mañanas en un pequeño parque que estaba a unas cuantas calles. Magnus me acompañaba siempre, y corría a mi lado como el fiel compañero que es. Está mañana no fue la excepción.
—¿Estas listo Mags?
Me ladró en respuesta.
Solté la correa, la enrede en mi mano, me coloque los audífonos a un volumen prudente, y comencé a correr con mi amigo a lado mío. No era necesario tenerlo atado, esto era algo rutinario que ambos hacíamos. Conocía a todas las personas que venían a correr a este parque, e incluso algunas de ellas de vez en cuando le traían comida.
El sueño donde aparecía el odioso del vecino, volvió a mi mente. ¿Por qué rayos seguía pensado en él? Seguía preguntándome porque rayos había aparecido en mi sueño.
Para la tercera vuelta, paramos un poco. Era todo lo que podía dar por ahora. La falta de sueño, y de agua en este momento me limitaba a dar más de mí.
—Magnus, ven—lo llamé, acercándome a una de las bancas—. Ven bonito.
Tenía la respiración un poco agitada, el parque era inmenso. Me senté en la banca, y el se puso entre mis piernas.
—Olvide el agua, Mags—acaricie su cabeza,—Bien, creo que tres vueltas ha sido suficiente.
¿Cómo se me pudo olvidar algo tan indispensable? Me detuve un minuto a tomar un poco de aire, lo que causó que sintiera mi boca totalmente seca. Entre respiraciones cortadas, desenrede la correa de mi mano, y lo volví a ganchar. Su respuesta fue un ladrido.
—Lo sé, hoy no fueron muchas vuelta como siempre—me puse de pie—Pero al menos ya respiramos un poco.
Había comenzado a sofocarme con la última vuelta. Literalmente se me hizo eterna. Normalmente corría por una hora, pero hoy me sentía fatal. Me había comenzado a doler la cabeza, sentí un mareo repentino al ponerme de pie qué me hizo parar un segundo.
Solo fue un segundo, me recompuse, y comencé a caminar de vuelta al edificio.
Editado: 22.08.2025