Prisco.
—Esa no me gusta.
—¿Y?
—No voy cantar esto—replique golpeando la hoja que me habían entregado.
—A ver, Prisco—Julián se pellizco el puente de la nariz—. No se trata de si te gusta o no ¿Querías una canción? Ahí la tienes.
—Es ridícula.
—Es lo que esta de moda.
Me importa una mierda lo que estuviera de moda.
—Quiero escribir mi propia música, Julián. No quiero cantar estas ridiculeces de sentimientos qué me estas dando.
—Ridículo eres tu al creer que eso va a pasar—dejo de presionar el botón del intercomunicador—Si quieres que tu música se haga viral, tienes que seguir mis indicaciones.
Me quite de un tirón los audífonos. Me encontraba en el estudio de grabación ahora. Julián me había hecho venir tan temprano, para nada. Él era quien lamentablemente manejaría mi inmersión a la música. Mi padre lo había contactado para ayudarme a incursionar en la industria musical. ¿El problema? Que el no creía en mi.
La mayoría del tiempo decía que no tengo el talento necesario para estar aquí, en estas cuatro paredes insonorizadas. Solo me seguía el juego porque mi padre tenía contactos con la disquera. Por eso mismo me había mudado a la ciudad, para seguir con mi carrera.
Hace un par de años había grabado una canción que yo mismo escribí, y produje sin ayuda de nadie, la subí a Spotify, YouTube, y todas las plataformas de música que existen, he hecho promoción con ella por mi propia cuenta, en Tiktok, Facebook e Instagram, hasta grabe un video musical con mis propios medios. Claro, no es fácil hacer que una canción se vuelva viral de la noche a la mañana. Al menos lo intenté, y lo sigo intentando.
Había dejado mi sueño por un lado hace un tiempo, sin embargo aquí estoy de nuevo. Intentándolo otra vez.
—Escucha Prisco, así funciona este negocio.—volví a escuchar su voz por las bocinas—¿Tu crees que de verdad los grandes artistas escriben su propia música? Claro que no. Tienes que ser como artistas que son los más escuchados del mundo, ellos gozan de personas que escriben sus éxitos.
—Te recuerdo que ya tengo una canción que yo mismo escribí, subí y promocioné—hable con más coraje del que esperé.
—¿Y de que sirvió eso, eh?—resopló—Si tu cancioncita no llega ni a las mil reproducciones.
Los músculos de mi espalda se tensaron. Los últimos días me la pasaba más estresado, que relajado. Y todo era culpa de Julián. Y de la vecina de abajo. Pero ese es otro tema.
—Me importa una mierda, ya te dije que de mi boca no va a salir nada de esto—espete, golpeando la hoja.
Julián es un dolor de cabeza. Es esa estúpida piedra en el zapato que solo está jodiendo la existencia.
Estrelle la hoja en su pecho, y salí a zancadas de la cabina, bajo la antena mirada de Julián.
—¿Dónde vas?
—No te incumbe.
Caminó detrás de mi cuando salí al pasillo.
—Prisco, vuelve adentro, ¡Ya!—lo ignore y me en caminé hacia la salida—¡Así nunca llegarás a ser el número uno!
Resoplé.
—¿De cuando acá te interesa que sea el número uno si ni siquiera crees en mi?—inquirí sin detener el paso.
—Prisco ¡Regresa ya mismo al estudio!—ordenó.
Me detuve abruptamente, girando para quedar frente a el. Choco contra mi torso, agitado.
—¿O que?
—Habrá consecuencias.
—¿Qué consecuencias, Julián? ¿Qué te despida?
—No me puedes despedir, Prisco, es tu padre quien me contrató.
—Si le digo que no estas haciendo tu trabajo al pie te despide—lo amenace—. Lo haría sin dudarlo.
Me miró a través de sus gafas redondas. Siempre creí que esas anteojos lo hacían ver ridículo. Ni siquiera las necesita, solo las usa por que si. Si atuendo ridículo también, esa camisa naranja de cuadros, y su pantalón color caqui hacia que su apariencia fuera ridícula. Aún más cuando, como ahora, metía la camisa dentro de su pantalón.
Totalmente ridículo.
—Sin mi no serás nadie—soltó como carta de defensa.
Julián sabe perfectamente que a mi padre no puede refutar.
—Entonces cállate y consigue una maldita canción que no sea esa basura llena de estupideces.
Sin responder continúe con mi camino. Salí del estudio, eche a andar por la acera.
Seguía sin conocer muy bien la ciudad, pero al menos conocía el camino al edificio. La desventaja es que estaba a varias cuadras de el, por lo que tenía que ir caminando bajo los fuertes rayo del sol para poder ahorrar un poco. Me había gastado el dinero del mes en la mudanza, y en la pequeña reunión que había hecho con Matías y Peter. A la cual llegó la policía por culpa de la insensata de la vecina de abajo.
Me pusieron una multa por “molestar a los vecinos” y otra por encontrar sustancias ilegales en mi departamento. Tuve que pagarlas, o iría arrestado a la fiscalía durante veinticuatro horas. Mi padre no podía enterarse sobre eso o dejaría de sustentar mi departamento y mis alimentos, así que no tuve más remedio.
Habíamos hecho un trato. Me ayudaría con mi inmersión al mundo musical durante cinco meses, en ese lapso de tiempo, me darían clases de canto, y estudiaría todo lo que tenga que ver con la música. Si en ese tiempo no lograba lo que tanto quería, volvería a casa y estudiaría una licenciatura. Pero con Julián aferrado a no permitirme escribir mis propias canciones, sería mucho más difícil.
Tenía la capacidad de hacerlo, al igual que tenía un par de letras guardadas. Pero mi representante era más terco que una mula, y no accedió a que mis letras fueran escuchadas. Dijo que no era nada agradable lo que había escrito.
¡¿Pero quien se cree?!
¡Yo puedo escribir mi propia música!
Yo sé que tengo la capacidad para hacerlo, el único problema es que no confía en mi, al igual que mi padre. Papá había cedido solo porque mi madre se lo pidió.
Llegue al edificio, el portero de otro turno estaba un poco acelerado con unas personas. Ese era más joven que el mentado Mundo. No le preste atención y subí al elevador.
Editado: 16.10.2025