Me levanté temprano en la mañana, me di una ducha rápida y me vestí, salí de casa después de dejarle algo de desayuno a mamá y Nolan.
Caminé durante unos quince minutos antes de pararme a mirar la estructura que tenía en frente, sonreí un poco y entré. El lugar estaba vacío, toqué con la punta de los dedos las sillas que había para poder llegar a la tarima, cuando llegué subí a esta y me senté en frente del piano de cola que tenía en frente.
Pasé los dedos por las teclas, sin llegar a hacer la suficiente opresión como para que pudiera sonar alguna nota. Acomodé mi silla y puse mis manos en posición, presioné la primera tecla… luego la segunda y dejé que la melodía me envolviese, que cada tecla que presionaba, fuese un alivio para mí.
El lugar se llenó de una melodía hermosa, hacía eco en el lugar.
Me gustaba eso, tocar solo para mí.
Que la armonía quedara entre esas cuatro paredes, que mi mente se despejara cada vez que tocaba piano, que mis dedos se movieran con delicadeza sobre las teclas, que, simplemente pudiera ser yo cada vez que tocaba piano, que me dolieran un poco los dedos, incluso.
La sensación que recorría mi cuerpo, que me incitaba a no parar. Aunque mis dedos se cansaran.
Sencillamente, estaba solo yo, y el piano.
Mamá me había regalado uno pequeño cuando tenía unos cinco o seis años, dice que me encantó y lo tocaba todos los días. Con el tiempo crecí y Ryan ahorró durante casi un año para poder comprarme el que tengo ahora en mi habitación, fue un lindo detalle, me lo dio hace ya un par de años, pero ese instrumento es muy valioso para mí, lo cuido como si fuera un tesoro.
Ahora, tocando desde el auditorio de la ciudad (al que había empezado a recurrir hace un año, aproximadamente) dejaba que las notas me envolvieran. Venía acá cuando necesitaba un pequeño respiro, un escape. Mamá era muy amiga de la dueña, y su hija, Alisson, era algo así como mi amiga, así que podía venir siempre que quisiera sin problema.
No sé cuánto tiempo pasó, solo sé que cuando abrí los ojos y mis manos se separaron de las teclas, con delicadeza, el sol ya daba más fuerte por la ventana. Me levanté y me dirigí a casa, hice un par de compras en el camino, un café para mamá y un capuchino para Nolan, recordaba que le gustaba el café espumoso.
Caminé y divagué un poco en mis pensamientos. Cuando éramos pequeños y Nolan frecuentaba casa, mamá preparaba café, el de Nolan lo pasaba por la licuadora, para que quedara más espumoso, siempre lo molestábamos porque le quedaba un pequeño bigote.
Llegué a puerta de casa, entré y lo primero que vi, fue a mamá en el sofá, como todas las mañanas, sonreí al ver que estaba riendo, supuse que, con Nolan, dejé las llaves de nuevo en la puerta y me dirigí a la sala. Como supuse acertadamente, Nolan estaba con mamá
—¡Buenos días! — Saludé, con entusiasmo mientras le daba un beso en la frente a mamá, le entregué su café, ella me mostró su sonrisa y mi corazón se alegró de verla así.
—Buenos días, cielo —Me saludó dando un liguero apretón en mi antebrazo.
—Buenos días, Alayah—Dijo Nolan, sentado en el sofá en frente de mamá.
Lo miré y le di una pequeña sonrisa, él me la devolvió.
Traía el cabello mojado, así que pensé que no hace mucho había salido de la ducha. Le tendí su café y él lo aceptó, dando un asentimiento de cabeza a modo de agradecimiento.
Fui a la cocina y escuché a mamá decir que iba a ir a su habitación, luego, con mi espalda baja apoyada en el mesón, Nolan apareció en mi campo de vista con el café en una de sus manos.
No pasé desapercibido que había quitado la tapa para tomar directamente del vaso. Se dio cuenta de mi mirada y soltó una pequeña risa.
—Odio esa tapa. — Fue lo único que se limitó a decir, encogiéndose de hombros.
Asentí con la cabeza, él tomó un poco de su bebida y le quedó una pequeña línea blanca en su labio superior.
Apreté los labios para no reír, fue imposible, de mi boca salió una risa corta, llevé mis manos enseguida para cubrirme, avergonzada.
Nolan frunció su ceño.
—¿Qué pasa?
Creo que verlo hablar fue lo único que me faltó. Reí libremente, soltando una carcajada que lo dejó más confundido de lo que ya estaba. Tenía la arruga en su frente. Era imposible tomarlo en serio así. No cuadraba en nada con su aspecto serio y autoritario.
—Tienes…— Traté de hablar, no sé por qué me reía tanto de esto, ni siquiera era chistoso, pero me hacía mucha gracia. Que roto tengo el humor.
—¿Tengo…? — Elevó una de sus cejas esperando que yo terminara lo que había empezado a decir.
Reí un poco más, disfrutando de verlo ahora.
—Una manchita…Un bigote, gato.
De inmediato pasó su mano para limpiarse y mirarme con cara seria.
Reí al saber que aún le molestaba ese apodo.
—¿Tan rápido te lo quitaste? —Hice un puchero fingido— Qué lástima, yo quería reír un poco más…Gato.
—Oh, Dios, cállate. —Fue lo que dijo, pasando su mano nuevamente por el lugar donde antes había rastro de la bebida, imaginé que para asegurarse de que no había quedado nada.
—No quiero. —Declaré aún con una sonrisa en mi rostro.
Él blanqueó los ojos, pero pude ver como sonrió de medio lado.
—¡También te ríes! — Dije, fingiendo sorpresa. — Creí que solo ibas a estar con esa cara el resto de día. — Traté de imitar su ceño fruncido.
Dejé de hacerlo en cuanto escuché un ruido que provenía de él. Una risa. La jodida risa de Nolan Clifford. Me paralicé momentáneamente, lo miré y…Lo miré.
Parece que se dio cuenta, dejó de reír, pero aún conservó una sonrisa, una sincera.
—¿Nunca has visto reír a alguien, Alayah?
Parpadeé un par de veces antes de contestar.
—No. Digo… Sí, claro que sí, es solo… que nunca te he visto reír, o no recordaba mucho tu risa, debido a que no nos vemos hace años.
Se acercó un poco a mí. Puso una mano suya a un costado de mi cuerpo, manteniendo cierta distancia.