Quinta melancolía nocturna: Letanía dolorosa
Todo pasa y todo pesa,
pero no puedo deshacerme
de tus mentirosas manos,
de tus prostitutas manos.
Todo me pisa y todo posa
en mí el mezquino tocar
de tus mentirosas manos.
Con palabras no se puede engañar tanto,
¿Qué clase de porquería burda son los labios?
¡Teorías absurdas!
¿Qué es más veraz que una mentirosa caricia?
¿Qué es más cruel que las promesas de unas manos?
Dedos que señalan y saben expresarse,
¿Cómo podría alguien engañarse?
Y sin embargo... Aún les creo.
Y los ojos, son malditos embusteros,
¿Quién cree ya en una mirada rebuscada?
El silencio de tus manos es el que lo delata todo
y lo odio. Podía incluso descreer de la suavidad de tu cabello
al rozar con mis mejillas,
pero yo le creía a tus manos, a tu necesidad de tomar las mías
y besarme con los roces de tus dedos,
al misticismo de tus manos hechas por el mismo Greco,
en el ascetismo de su aparente pureza sacerdotal,
en su fuerza delicada, en sus sonrojos y palideces,
en su inerme apostura, su textura, sus apolíneos vellos,
la tozudez de sus venas,
¿Quién pensaría que al sentimiento son ajenas?
¡Cómo me hieren aún los engaños de tus manos
que los años no podrán borrar de mis sueños!