Melodías y Ambrosías [saga Poesías 2]

Capítulo 35: ♫ Culpas y Sincronías ♥

Aira

El aire que entraba por las ventanas se sentía frío. Las cortinas que se movían al compás de él parecían querer rebelarse a su destino. A pesar de ser poco más de las quince horas de la tarde, el aire que se percibía en el ambiente era tan gélido y a la vez tan cruel, que empujó sin piedad un par de puertas que se encontraban abiertas en los pasadizos y las cerró con una ira sin igual, retumbando contra cada uno de los seres vivos e inertes que se encontraban allí. Esto provocó que los ocupantes de aquél saltaran por la conmoción de aquel sonido. Pero qué bueno sería que sólo fuera por aquéllo...

—¿Me mentiste?

Aira asintió.

—No... No entiendo... —Rodrigo se había levantado de su asiento—. No es la primera vez que me dices que me mientes.

Ella volvió a asentir.

—Pero... No entiendo... ¿Por...? ¿Por qué? —Abrió los brazos, comenzó a rascarse la cabeza y a observar las cortinas de su departamento que seguían moviéndose sin piedad—. ¿A qué te refieres con qué me has mentido?

—Te he mentido en varias cosas —le contestó.

Ella tenía los ojos cerrados. Rodrigo observó que un par de lágrimas caían por sus mejillas, inspirándole tanta ternura y a la vez tanta pena. Sintió un impulso irremediable por abrazarla, para decirle que todo iba a estar bien y que ya no llorara más, pero se contuvo. No era el momento ideal para hacerlo. Primero debían resolver sus asuntos pendientes. Y no le gustaba para nada aquel punto en el que la relación de ambos había desembocado.

—¿En qué...? No entiendo... ¿Por qué? —dijo él bastante desconcertado.

Aira se le quedó observando fijamente. En sus ojos percibía tanta tristeza, tanta soledad, tanta melancolía, que le pareció una de tantas niñas huérfanas que podía encontrar en la ciudad mendigando por un poco de techo y de comida, que le partió el alma contemplarla de esa manera. Nuevamente, tuvo ganas de abrazarla para reconfortarla, pero se contuvo. Sin embargo, los frenos a sus impulsos se hallaban endebles y lo que terminaría por suceder ocasionaría que aquellos se rompieran...

—No te ha pasado que... ¿No te ha pasado que la culpa de algo que hiciste te carcome todos... ? —Respiró con dificultad—. Todos los días, a tal punto de que no eres capaz de mirarte al espejo sin sentir vergüenza de ti misma, y desearías regresar atrás para recomponer aquello que hiciste, y al no poder hacerlo te sientes tan... frustrada... tan... impotente... tan... —Hizo una pausa—. tan miserable que...

Más lágrimas cayeron por sus mejillas. Detestaba verla así, por lo que avanzó un par de pasos hacia ella.

—Aira...

—¡¿No te ha pasado que te sientes la peor de las personas, como una reverenda mierda que no vale ni merece nada bueno?!

Ella estalló en llantos y se cubrió el rostro con sus manos. Esto fue suficiente para que él acortara la distancia entre ambos y la acunara en sus brazos.

—Aira...

Rodrigo repitió su nombre, pero ella no le escuchaba. Seguía con la cabeza gacha, ensimismada en los recuerdos, las culpas y las tristezas.

—No tengo la más mínima idea de a qué te refieres, pero sea lo que sea, no creo que sea algo que no se pueda arreglar... Digo, todos cometemos errores y se pueden corregir, lo único irremediable es la muerte...

—Tienes razón. —Se separó de él—. Justo la muerte no se puede arreglar y cuando se me escapó que mi papá... mi papá... había muerto... te dije... te dije, por fin, la verdad...

—No te entiendo.

—Él no se separó de mi mamá y nos abandonó como te conté... ¡él murió hace varios años...!

Aira pasó saliva e hizo una pausa. Se quitó las manos de los ojos y se le quedó contemplando con una mirada que reflejaba todos los tormentos y la cruz que había cargado por años, una mirada que Rodrigo había visto hacía tiempo atrás, y fue ahí que él se dio cuenta de que ella ya no podía más.

—Lo... lo siento... Yo... no lo sabía... yo... —alzó sus brazos para tratar de abrazarla, pero ella se lo impidió separándose de él.

—¡Él murió por mi culpa! —gritó a todo pulmón, a la par que otra de las puertas interiores del departamento retumbaba para cerrarse.

Rodrigo pensó en levantarse y cerrarlas de una vez para que dejaran de hacer ruido, pero creyó conveniente esperar. No quería separarse de Aira en dichos instantes porque se dio cuenta de que ella lo necesitaba ante la revelación que le estaba haciendo. Trató nuevamente de abrazarla para consolarla, pero ella se separó de él para volverlo a contemplar llorando con aquellos ojos desgarradores que le rompían el corazón.



#43500 en Novela romántica
#28572 en Otros
#4237 en Humor

En el texto hay: comediaromantica, amor, novelacontemporanea

Editado: 04.03.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.