Melodías y Ambrosías [saga Poesías 2]

Capítulo 36: ♫ Bucle Infinito ♥

Aira

—¿Siempre sueles comer solo?

Después de calmarse, Rodrigo le ofreció invitarle unos snacks o unos sandwiches para comer. Cuando él se había acercado a la cocina para prepararle algo, las tripas de Aira sonaron, recordándole que no había comido nada desde la mañana, porque desde el aviso de Xico, había ido rápidamente a su casa para cambiarse e ir a su departamento para visitarlo. De este modo, ella le preguntó si podría ofrecerle algo más, por lo que él recordó que tenía sopa instantánea y enlatados de diversos preparados. Finalmente, optó por una sopa de camarones y el enlatado de frijoles con arroz.

Luego de servirle, Aira había comido en un santiamén la sopa, y ya se encontraba engullendo su almuerzo, cuando le dio la sensación de que Rodrigo parecía estar muy bien abastecido en cuanto a la comida. Siempre creyó que, por vivir solo, él solía comer afuera. Pero, después de todas las opciones que le ofreciera, se dio cuenta de que no parecía ser así.

Cuando formuló su pregunta, se dio cuenta de que él tenía la cabeza apoyada en una mano y la estaba observando con atención. Se había concentrado tanto en su comida, que recién ahora reparaba en él. Y a diferencia de otras ocasiones, tenía el gesto del rostro relajado, lo cual provocó que las mariposas en su estómago volvieran, por lo que agachó la cabeza luego de dirigirle la palabra.

—No siempre —mencionó él en un tono de voz que le removió más las mariposas en su interior. Esto hizo que ella levantara nuevamente la vista y se le quedara observando embelesada—. Aunque antes solía pasar casi todo el día en la universidad, por lo que comía en las cafeterías de ahí o en los alrededores. Ahora ya no tanto.

—¿Y eso?

—Pues que he cambiado mi rutina.

—¿Por qué? —preguntó Aira luego de masticar un pedazo de su comida.

—Por ti —dijo Rodrigo de lo más tranquilo sin siquiera imaginarse todo el huracán interior que se producía en el joven corazón de su acompañante—. Como suelo estar pendiente de tu saludo de buenos días y de nuestras pequeñas charlas matutinas, pues prefiero traer algunas separatas o libros en la noche, para así estudiar con más comodidad cuando estoy aquí. Incluso, no sé cómo te las arreglas, pero más de una vez tu primer saludo del día siempre es justo antes de ir a ducharme —dijo mientras soltaba un esbozo de sonrisa.

—Sí lo recuerdo —dijo ella rememorando todas las ocasiones en que le había bromeado con eso—. Creo que, en el fondo, no quería que te ducharas. —Soltó una risa.

—¿Eh? —señaló enarcando la ceja, quitándose los lentes para luego coger un pañuelo y limpiar la luna de aquéllos.

—Es una broma, tontín tin tin.

—Ahhh —dijo él, tratando de ponerse los lentes, pero ella le interrumpió.

—¿Podrías quitarte los lentes por un rato, Rodri?

—¿Eh? —preguntó arrugando la frente.

—Me gustaría verte sin ellos .

Percibió que sus mejillas le quemaban y la sensación que le obligaba a querer agachar su mirada volvió a ella una vez más. Sin embargo, resolvió no hacerlo en esta ocasión. Deseaba ser más decidida, más directa, más madura en el avance de su relación con Rodrigo. Se dio cuenta de que dejarse llevar por su timidez no era algo conveniente para sus nuevos propósitos a futuro...

Si bien no era que tampoco quisiera que todo avanzara a pasos agigantados entre ellos dos, decidió que no se conformaba todavía con lo que tenían hasta ahora. Le gustaba que fueran "éteres", sí. Le gustaba que él hubiera reconocido, aunque fuera indirectamente, que la quería. Le gustaba la sensación de confianza a la que habían llegado cuando le había revelado lo de su padre. Sin embargo... cuando lo había visto de reojo sin querer... cuando había percibido el dulce tacto de su piel sobre ella al acariciarla y abrazarla... cuando había experimentado la placentera sensación de ser besada por él en la frente, se había dado cuenta de que quería más probar más de esa ambrosía... Y para ello, pues debía dejarse de inseguridades, de temores y de timideces, aunque las hormigas en su estómago incidieran más en ese instante, cuando sus ojos se reflejaron en aquellos cristalinos y hermosos ojos color verde-agua —como lo bautizara a partir de ahora— los cuales estaban acompañados con un ligero rubor como el de ella.

A pesar de su resolución, como no podía más con el estrujamiento en su interior, decidió beber para así relajarse un poco, pero él se le adelantó. Le ofreció servirle a lo que ella accedió.



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En el texto hay: comediaromantica, amor, novelacontemporanea

Editado: 04.03.2019

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