Melody

Capítulo 4: Grietas en casa ajena.

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La mansión Santoro, con sus paredes de piedra gris y sus ventanales altos y estrechos, parecía respirar en silencio, como si estuviera viva. Cada habitación, cada pasillo, cada rincón, guardaba un secreto que Melody y Vanora no podían descifrar. La presencia de Margery y sus hijas había cambiado todo. La casa, que ya era fría y opresiva, se sentía como una prisión. Las diferencias entre las dos familias eran evidentes desde el primer momento, y los roces entre Melody, Elara y Sophia no tardaron en aparecer.

En ese lugar, Melody había comenzado a ver sombras moviéndose en los rincones más oscuros de la casa, figuras que se deslizaban entre las cortinas y desaparecían cuando intentaba fijar la vista en ellas. Al principio creyó que era su imaginación, pero cada noche, esas sombras se hacían más presentes, más palpables.

«Estoy delirando, este lugar me tiene paranoica». pensaba la niña en un intento de comprender su situación.

El primer día sin el señor Santoro, en la mansión comenzó con un desayuno tenso. Margery estaba sentada a la cabecera de la mesa, con una expresión impecable pero fría. Sus hijas, Elara y Sophia, la flanqueaban, mientras que Casandra se sentaba un poco más alejada, como si no quisiera ser parte de la escena. Melody y Vanora ocupaban el otro extremo de la mesa, sintiéndose como intrusas en su propia casa.

—Espero que hayan descansado bien —dijo Margery, con una sonrisa fingida.

—Sí, gracias —respondió Melody, tratando de sonar cortés, pero sin poder evitar notar la mirada desafiante de Elara.

—Esta casa es muy diferente a nuestra antigua casa —añadió Vanora, con voz suave removiendo la comida en su plato.

Sophia dejó su tenedor con un golpe sordo en la mesa.

—Sí, claro que lo es. Aquí hay reglas.

Elara le lanzó una mirada rápida a su hermana antes de volver a cortar su pan en silencio.

Melody apretó los puños bajo la mesa, sintiendo una oleada de ira. No estaba dispuesta a dejarse intimidar por las hijas de Margery, pero sabía que tenía que ser cuidadosa. No quería causar problemas, especialmente cuando su padre no estaba presente.

El desayuno transcurrió en un silencio incómodo, interrumpido solo por el sonido de los cubiertos chocando contra los platos. Margery observaba a todos con una mirada penetrante, como si estuviera evaluando cada movimiento de todas las niñas. Pero Melody no podía evitar sentir que estaba siendo observada en todo momento.

Después del desayuno, Melody y Vanora decidieron explorar la casa. Necesitaban aire fresco, algo que las ayudara a despejar sus mentes. Pero cada habitación que exploraban parecía esconder algo inquietante. Las alfombras gruesas ahogaban cualquier sonido, creando una sensación de claustrofobia.

—Me sigue sin gustar este lugar —murmuró Vanora, aferrándose al brazo de Melody.

—Igual a mí —respondió Melody, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda

Mientras caminaban por el pasillo principal, se encontraron con Elara y Sophia. Las dos hermanas estaban de pie frente a una puerta cerrada, susurrando entre ellas. Al ver a Melody y Vanora, se callaron de inmediato y las miraron con desdén.

—¿Qué hacen aquí? —preguntó Elara, con una voz fría y desafiante.

—Solo estamos explorando —respondió Melody, tratando de mantener la calma.

—Este es nuestro hogar —dijo Sophia, con una sonrisa burlona—. No deberían estar merodeando por aquí.

Melody sintió una oleada de ira, pero se contuvo. No quería causar problemas, especialmente cuando su padre no estaba presente.

—No estamos merodeando —dijo Vanora, con voz suave—. Solo queremos conocer la casa.

Elara y Sophia intercambiaron una mirada significativa, como si estuvieran compartiendo un secreto que nadie más conocía.

—Bueno, no se metan donde no deben —dijo Elara, antes de dar media vuelta y alejarse con Sophia.

Melody y Vanora se quedaron paradas en el pasillo, sintiendo una mezcla de ira y tristeza. Sabían que las cosas no serían fáciles en esta casa, pero no esperaban que la hostilidad fuera tan abierta.

Esa noche, la tensión en la mansión era palpable. Margery había despedido a varios miembros de la servidumbre, alegando que no eran necesarios. Pero Melody sabía que no era cierto. Los sirvientes que habían sido despedidos eran los que habían acompañado a las niñas en su antiguo hogar, tanto en los tiempos en los que su madre seguía con vida, como en el primer mes de luto. Ahora, solo quedaban aquellos que parecían leales a Margery y sus hijas.

—No es justo —dijo Vanora, mientras se sentaban en la cama de su habitación—. ¿Por qué nos tratan así?

—No lo sé —respondió Melody, sintiendo un nudo en la garganta—. Pero no vamos a dejarnos intimidar.

Vanora asintió, pero su expresión era de preocupación.

Al día siguiente, el conflicto estalló. En la sala de estar con la presencia de las tres hermanastras y Vanora. Elara acusó a Melody de haber robado sus símbolos, dos figuras talladas en madera que representaban ángeles, las mismas figuras que asustaron a Vanora y Melody en su primera noche en la mansión. Según Elara, Melody había cambiado una de las figuras por un demonio, y ahora estaba furiosa.

—¡Eres una ladrona! —gritó Elara, señalando a Melody con un dedo acusador—. ¡Devuélveme mis ángeles!

—No sé de qué estás hablando —respondió Melody, tratando de mantener la calma—. No he tocado tus cosas.

—¡Mientes! —gritó Elara, con lágrimas de furia en los ojos—. ¡Sé que fuiste tú!

Margery intervino en ese momento al llegar al escenario, con una expresión fría y severa.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó, mirando a Melody con desaprobación.

—Melody robó mis ángeles —dijo Elara, con voz temblorosa—. Y cambió uno de ellos por un demonio.

—No es cierto —respondió Melody, sintiendo una oleada de ira—. No he tocado sus cosas.

Margery no parecía convencida. Miró a Melody con una mirada penetrante, como si estuviera evaluando su veracidad.



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En el texto hay: gotico, suspenso, terrorpsicologico

Editado: 29.03.2025

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