Melusina (2022)

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TRECEAVO CAPÍTULO.

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[Marcos]

…Pero, ¿si una cosa hubiera sido diferente en aquel entonces, lo sería todo ahora?

Me detengo releyendo esa parte de la quinta carta: «Un ‘Nosotros’».

«Sí» es lo que yo le diría cómo respuesta sí ambos hubiéramos tenido la dicha de que me lo hubiera preguntado en persona y no en una carta.

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No sabía si eras tú quién tuvo que recibir aquella nota, o te cayó por accidente…, pero tengo miedo de que estás cartas también sean arrugadas cómo aquel pedazo de papel.

Ese día, la esperanza profunda que aguardaba en mi interior, la esperanza que llegará el día en el que te enamorarás de mí…, se redució, pero no se apagó.

Con las esperanzas arriba y escondidas,

Ice queen.

Recuerdo eso. Un pedazo de papel había caído en mí dirección, interrumpiendo mi lectura. No me molesté en leerlo, así que sólo lo arrugué.

En ningún momento, estoy obligado a leer una nota en un pedazo de papel de cuaderno…, pero sin estar obligado podría leer una y otra vez las cartas de Ice Queen. Sin arrugarlas. Sin tirarlas. Todo lo contrario. Las guardaría y aún no tengo claro el porqué, pero sus cartas son de otro nivel.

Cómo ya había pasado por mi cabeza antes, no imaginé llegar a saber los efectos que las cartas pueden tener en mí, hasta que ella se encargó de hacérmelo saber.

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Termino de llenar mi vaso de jugo de naranja mientras retiro los panes de la tostadora y apagó el fuego de la sartén en la qué cociné el desayuno de mi hermana.

Mi mamá sigue durmiendo, le es más importante tomar hasta qué cae rendida en su cama o en algún sofá de la sala qué preocuparse por si sus hijos desayunan y van a la escuela.

—¿No vas a comer? —Me pregunta mi pequeña hermana.

Levantó una de las tostadas y doy un pequeño mordisco, —Estoy comiendo —le aseguré con un intento de sonrisa. Menos mal qué aún no sabe distinguir entre una sonrisa falsa y una real, de hecho no tiene porqué, ni siquiera yo recuerdo haber sonreído de manera real.

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—¿Hiciste todas tus tareas? —Le preguntó mientras camino con ella de la mano en el pasillo de primaria.

—Sí —contesta antes de correr a abrazar a otra niña. Me quedo un momento de pie, asegurándome que entre a su salón pero al momento en el qué ella entra sale su maestra y busca con la mirada alrededor hasta que se detiene en ¿mí? No estaba seguro hasta qué se acerca a mí con cautela.

—¿Eres el hermano mayor de Pétalo, cierto?

Dude un momento antes de asentir.

—¿Puedo pedirte un favor? —Volví a asentir levemente—. ¿Podrías recordarle a tus padres qué necesitan enviar a más tardar ahora la confirmación de asistencia?

—¿Confirmación de asistencia? —Pregunté.

Ella asiente.

—Necesito saber sí vendrá tu padre, tu madre o ambos al festival —explica—, así podré reservar los asientos y el orden de estos.

Cierto, el Festival de Primavera siempre estaba por estas fechas y este año le tocaba a mi hermana por primera vez participar en el número artístico de baile. Ha estado practicando por semanas sus pasos pero nunca se me ocurrió verificar la asistencia de…, bueno mi padre no es una opción y mi madre al parecer ni enterada está de todo esto.

—Me encargaré qué ahora le llegué la confirmación, señorita.

—Está bien, hasta las 3 de esta tarde esperaré el dato.

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Reducí la velocidad del pequeño maratón qué hice cuándo llegué a mi casillero por el cuaderno de la primera clase del día: OPV. Es esta clase mi oportunidad de poder saber quién es la chica de las cartas.

Entré al salón y me senté en la esquina más alejada del salón. Un asiento estratégico para ver a todos. Mi amigo Mateo aprovechó qué aún no venía el profesor para levantarse de su asiento del frente y acercarse extrañado:

—¿Qué estás haciendo?

—¿De qué? —Pregunté.

—Siempre te sientas junto a mí allá —señaló a los asientos de una de las primeras filas, cerca de la ventana—, y sí es por qué piensas qué te voy a pedir la tarea de matemáticas prefiero pedírsela a alguien más a qué pasar aburrido porqué decides sentarte lejos o—

—Mateo.

—Y por la tarea de OPV no planeaba pedirte copia, planeaba improvisar y—

—Mateo.

—Y sé qué habló mucho pero—

—¡Mateo! —Lo corté—. Demonios, sí qué hablas, no me estoy alejando ni huyendo de ti porqué me pidas las tareas.

—¿No?

—No, estoy —me detuve abruptamente, ¿debería comentarle acerca de las cartas? Tal vez me consideré loco o no le tome importancia pero también él podría ayudarme pero nunca sabe disimular o hablar sin gritar a los 4 vientos lo qué dice pero es mi amigo, uno de los más cercanos e incondicionales qué he tenido entonces…— Siéntate acá. Te debo contar algo.

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—Déjame ver si entiendo —dijo.

—Sorpréndeme —le contesté.

—Tu plan es sentarte acá para poder observar cual de todas las chicas de este salón de clase escribe en hojas en blanco y así poder averiguar cómo es su caligrafía y saber quién fue la qué te envió las cartas ¿Eso es?

Asentí. Me tardé casi 5 minutos explicándole y él en 10 segundos lo resumió.

—¿Quién envió cartas a quién? —Preguntó Beatriz. Rubia, cabello lacio, delgada y estatura promedio. Ella ha sido una excelente amiga desde séptimo grado, ojalá ella también me viera cómo su amigo y no con otros ojos.

—A Marcos le—

Tape la boca de mi gran amigo y le sonreí a Beatriz.




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