Memoria [au Sinrin]

¿Deberíamos bailar?

Eunbi llevaba alrededor de dos meses ejerciendo como Guía cuando le asignaron la sencilla e indeseable tarea de tomar el registro de los ángeles nuevos en cada sesión y recitarlo de memoria a la Escriba en la zona de administración.

Era una tarea muy tediosa, pero a ella le acomodaba muy bien.

La muchacha tenía una excelente memoria, después de todo.

Esa mañana en particular le había tocado un grupo muy reducido, por lo que se sentía extrañamente relajada. En pocos minutos ya los tenía a todos grabados en su retina.

—¿Todos se registraron con la señorita Hwang? —consultó la estridente y peculiar voz del instructor Jerónimo, secundado por una serie de sonidos de afirmación—. Excelente, porque hoy haremos algo distinto.

Hwang Eunbi lo miró disimuladamente, totalmente desorientada sobre la finalidad de esa sesión.

En realidad, cuando vio en su agenda que el punto de encuentro era la plataforma de entrenamiento de vuelo, pensó que las actividades de ese día no la incluirían para nada, pero eso no impedía que sintiera el repiqueteo de la curiosidad.

—Así es —acotó la Guía Jane, dándole una significativa mirada a la peligris—. Tal y como dice en el programa que todos tenemos, el día de hoy haremos una visita a terreno.

Eunbi sintió que su corazón dejaba de latir por un momento y regresaba a toda velocidad. Incluso sintió que sus alas estaban listas para elevarla en una voltereta de alegría.

—¿Terreno? —consultó tímidamente uno de los ángeles en entrenamiento.

—Vamos a visitar un parque humano —respondió amablemnete Jerónimo, recibiendo varios chillidos de alegría y frases sueltas que apenas eran distinguibles unas de otras.

A Eunbi le tomó un minuto acercarse a la Guía asignada de ese día, carraspeando suavemente para aclimatar su garganta y no soltar un grito roto que delatara por completo que no había leído el programa.

—¿En serio? —soltó cuando ya estuvo lo suficientemente cerca, con la misma vibración destrozada que estaba tratando de evitar. La aludida la miró con cierto tinte de enojo por su irresponsabilidad—. Digo, ¿yo iré?

Jerónimo se acercó desde atrás y rodeó sus hombros con un amigable gancho.

—¿Eres un guía o qué? ¡Claro que vienes!

Eunbi casi saltó de la alegría

—¡Ah, que bien! —si voz alegre seguía inestable. Sin embargo, recordó un pequeño detalle que la regresó a la realidad de su posición—. Pero yo no... ¡Ay, que hago! No sé hacer vuelo en picada desde tanta altura.

—Eunbi, deja de gritar —le aconsejó Jane con un tono muy amable; el mismo tono que usaba con los reclutas nuevos que temían volar—. Harás que los nuevos se preocupen. Lo harás bien.

Todos los instructores se acercaron a la orilla, preparados para iniciar la actividad, aunque la menos experimentada de todos los presentes seguía preguntándose que haría si no era capaz de volar.

Volverse una estampilla al chocar contra el suelo no le parecía una opción viable.

—Yo te llevaré —le susurró Jerónimo como si pudiera leer el rumbo de sus pensamientos —. Sólo tienes que sujetarse fuerte y...

—¿Qué? —le interrumpió Eunbi, totalmente aterrada por la idea de ser cargada por los aires—. ¿Piensas llevarnos a las dos?

—Sí, no hay problema. Mis alas son muy fuertes —se aseguró de flexionar sus alas para reafirmar su punto y la inmensa sombra que proyectaron sobre la chica fue suficiente para que no supiera como contestar.

—¡Bien, todos acérquense a la orilla de la plataforma! —anunció la señorita Jane esperando a que todos acataran la orden. Una vez que todos estuvieron reunidos a su alrededor, continuó con una voz un poco más gentil—. Van a hacer una picada simple y luego planearemos, igual que en sus prácticas. Estén atentos al grosor del aire antes de cambiar de dirección.

De solo escuchar esas palabras Eunbi sintió que las nubes se abrían bajo sus pies, en el lugar exacto para que ella pudiera caer por centenares de metro y hacerse un pequeño charco con plumas al tocar el suelo.

Era como si ni siquiera supiera el vuelo básico.

Tragó grueso.

—¿Alguna duda? —interrogó Jerónimo y continuó sin dar tiempo para que alguien respondiera—. Perfecto. Al sonido del silbato.

La Guía de turno tomó el artefacto y lo puso entre los labios, haciendo una seña para que Jerónimo se acercara a la muchacha. Extendió su mano para que Eunbi la tomara y la tomó fuertemente de la cinturas con uno de sus brazos, de manera que el ángel quedara suspendida en su costado izquierdo.

El ángel Hwang no tuvo que recibir ninguna instrucción para envolver sus brazos alrededor de su cuello y las piernas en torno a la extremidad inferior derecha de Jerónimo.

Cuando los reclutas estuvieron posicionados de manera correcta, el agudo sonido del silbato rompió en el aire y todos se sambulleron en la corrientes frías que nadaban en el cielo.

A partir de allí Eunbo no tuvo idea del recorrido.

Cerró los ojos con tanta fuerza que podía sentir los párpados vibrando, pero no los abrió hasta que sintió el impacto amortiguado que se transmitió desde las plantas de los pies de Jerónimo hasta su cuerpo enredado.

Se tomó un par de segundos para asegurarse de que todas las partes de su cuerpo estuvieran en el mismo lugar que siempre antes de usar sus propias piernas para sentir el césped.

La textura era totalmente desconocida.

Estaba caliente, picaba y era un poco desagradable para su piel, pero no se abstuvo de empezar a saltar de la felicidad. 

—No puedo creer que no me caí... ¡Fue asombroso! —exclamó dando vueltas en el mismo sitio varias veces, sin poder creer que había conseguido llegar a salvo—. ¿Podemos hacerlo de nuevo mañana?

—¿Oh? ¿Acaso vienes de vacaciones? —se burló Jane con una voz muy cantarina.

Eunbi se detuvo con las mejillas un poco arreboladas.

—Tiene razón —comentó acomodándose los mechones de cabello que habían quedado alborotados por el vuelo—. Además la próxima vez lo haré con mis propias alas.



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En el texto hay: angeles, amor, almasgemelas

Editado: 05.03.2023

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