El día posterior a la liberación definitiva de su tratamiento, Eunbi salió a volar por la zona de patrullaje en altura y se paseó por largas horas fuera de las plataformas permitidas, demasiado arriba como para ser detectada por los vigilantes. De hecho, su técnica se había vuelto tan veloz que, incluso si la veían, era bastante improbable que la interceptaran para sancionarla.
Hwang no quería admitirlo, pero le agradaba el hecho de ser un poco inmune a las reglas del manual de vuelo y supuso que por esa misma razón se habían negado a asignarle un instructor adecuado para su tipo de alas. Si solo le enseñaban el estándar sería más fácil de manejar. Y ella siempre había sido demasiado curiosa con el mundo humano.
En resumen, era un tipo de alada indeseable si no se encontraba bajo las reglas de una ocupación definitiva.
Para no ser descubierta, aterrizó en la plataforma juvenil antes de que el alba estallara y pasó a preguntarle un par de cosas a la maestra de Abdiel, a pesar de que no había sido citada.
Resultó ser que el muchacho había desarrollado el mismo tipo de alas que Eunbi. Tenían plumas de un color casi dorado, alargadas y extremadamente aguzadas en la punta, de una apariencia tan ligera que parecían no tener sujeción alguna y, cuando estaban extendidas por completo, correspondían a más del doble de su estatura.
Era el tipo de alas que describían en los Arcángeles en los registros más antiguos y que, por razones que estaban fuera del conocimiento de Hwang, ya no existían en su época. Por lo tanto, el niño había sido tratado con especial atención y las clases que recibía eran absolutamente particulares. Ningún otro juvenil obtenía una formación similar y por eso las cuidadoras tenían que asistir a numerosas reuniones para obtener un registro de los avances.
Querían que Abdiel fuera el sucesor del Vigilante Supremo, quién ya estaba muy agotado.
La peligris aún no tenía claro que tipo de labor era esa, pero no se restaba de ninguna convocatoria y tomaba las precauciones necesarias para que su hijo aprendiera de manera segura.
Luego de una breve charla, la doctora Schneider le comentó que sus clases de vuelo veloz estaban siendo extremadamente limitadas por los supervisores de la dirección y que estaban haciendo énfasis en sus lecciones de resistencia de vuelo en su lugar.
Eunbi no quiso comentarle explícitamente que ella misma conocía muy bien la técnica de la que estaban privando a su protegido. Mucho menos compartió la idea de enseñarle ella misma lo que había aprendido, pero se aseguró de dejar en claro que estaba de acuerdo con que no insistiera en recuperar las sesiones que le estaban restando.
Se iba a asegurar ella misma de que Abdiel aprendiera su tipo de vuelo saludable.
Más tarde entró a las dependencias del patio y le dio una pequeña charla a los juveniles sin cuidador, haciendo énfasis en los que aún estaban experimentando dolor de crecimiento. Se ofreció a curar sus alas, le dio algunos consejos y luego simplemente se dedicó a revolotear por los patios hasta que supo que era una hora prudente para realizar su objetivo del día.
Hizo una carrera a la velocidad del rayo a las oficinas del ala médica general y solicitó el certificado de alta para poder dirigirse a la oficina central de su vieja ocupación.
Era la primera alada en llegar a la sección ejecutiva después de los administrativos.
—¿Está libre señorita Reiseziel?
En cuanto la frase fue liberada, la mujer que estaba concentrada leyendo una serie de documentos tras su escritorio elevó la vista con los ojos muy abiertos y dejó que una genuina sonrisa se expandiera por todas las regiones de su rostro, tan luminosa como los rayos del sol.
Le pareció que Eunbi se veía más hermosa y saludable que la última vez que la había visto.
—Siempre estoy libre para ti —comentó con un tono muy alegre, apoyando los codos sobre la mesa y juntando las manos bajo el mentón—. ¿Vienes a reintegrarte?
La muchacha la contempló un poco apenada y le extendió la gruesa pila de papeles que había cargado sin ningún cuidado desde las salas de salud.
—En realidad...
La ejecutiva miró la portada atentamente y comenzó hojear cada una de las páginas con los ojos muy abiertos. Cuando finalmente llegó a la sección de solicitudes, apretó los labios ligeramente decepcionada.
—¿Vienes a retirarte? —contempló a la chica asentir con los ojos resplandecientes. Sus manos estaban unidas tras la espalda—. Espera aquí.
Se levantó de su puesto y desapareció por una de las puertas durante un par de minutos. Luego, regresó con una hoja amarilla y la dejó sobre el escritorio.
La peligris tomó una de las lapiceras que estaban sobre la superficie y rellenó los datos que solicitaba el documento, adjuntando la impresión de una de sus plumas entintada al final de la hoja.
—Listo —comentó la mujer cuando recibió el papel de regreso, anotando un par de cosas más en la página posterior. Luego fue a la última plana y cortó prolijamente una colilla estándar, extendiéndola hacia la chica—. Eres oficialmente libre.
Eunbi aceptó el pase con una expresión muy alegre.
—Muchas gracias, Rei.
—No te olvides de mí, ¿vale? —su boca estaba torcida en un adorable gesto de reproche que Hwang nunca había visto—. Ven a visitarme de vez en cuando.
—Lo haré.
Cuando abandonó la zona administrativa y vio luz solar bañar las nubes, estuvo tentada de saltar muy alto y permanecer en el aire un buen rato, pero chocó casi de inmediato inmediato con un alado que no veía en bastante tiempo.
—¡Hwang! —exclamó Jerónimo listo para darle un abrazo, pero su amiga siguió caminando por defecto un par de pasos más, siendo objeto de una mirada de adoración que no pudo notar— ¿Acaso ya te vas?
La chica se detuvo y lo miró de frente, sonriendo de manera extraña y mirando al costado. Una de sus manos se elevó para mostrar la colilla amarillenta que traía con ella.