Memoria rota

Capítulo 8

Desperté muy asustada, agitada, con el corazón a mil. Había tenido otra pesadilla. Debía estar acostumbrada ya a las pesadillas, perdí la cuenta de las tantas pesadillas que he tenido desde que recuerdo.

 Me levanté de la cama a ql baño para refrescar mi cuerpo, aún dolían las heridas de mi cuerpo, y dormí no muy cómoda. Quisiera que todo fuera tan fácil como agitar una barita mágica y todo se resolviera de un tirón. Pero, para mi decepción, no es así de fácil. Debo pasar por muchas cosas para llegar a la felicidad que yo quiero.

 Salí del baño ya vestida con el mismo pantalón de Cristopher pero me coloqué otra camiseta que encontré por allí tirada en la habitación. Salí cuidadosamente, inspeccionando si había alguien más, a parte del dueño de la casa, caminando por la estancia. No lo vi por ningún lado. Aún no se ha levantado. ¿Será que es muy temprano?

 Estiré mi vista hacia donde mis ojos pudieran encontrar un reloj en donde chequeada la hora. 5:37am. Aún es temprano. Demasiado temprano. ¿Lo hago? Mis principios deben permanecer firmes. Si alguien me ayuda debo buscar alguna forma de honrarle, y ya sé cómo.

 Aproveché la hora buena para idear un desayuno especial para Cristopher. Ha sido una gran ayuda, y aunque sea raro hacerle el desayuno no puedo quedarme con los brazos cruzados después de haberme rescatado. Quería buscar una manera de agradecer todo de algún modo.

 Indagué en las alacenas y encontré pan, harina, y jalea; en el refri había huevo, leche, queso y jugo. No sabía que le iba a preparar con estas cosas, porque, a pesar de ser una persona con dinero, no tiene tantas cosas en la alacena. Sea como sea, algo debe salirme en el proceso.

 Puse la mesa con el mayor silencio posible, y ordené los plantos de Hot Cake antes de caminar hasta su cuarto y avisar que tomé la osadía de preparar el desayuno. Me paré frente la puerta, respiré profundo y tragué saliva para luego tocar.

—adelante. –oí su voz del otro lado de la puerta

 Abrí con lentitud y timidez lanzando mi mirada a todos lados. No lo veía, y cuando lo encontré... No pude evitar sonrojarme ante la imagen que tenía en frente. Estaba sin camisa registrando el armario.

—oh. Anaís –pareció sorprenderle mi presencia y tapó su torso desnudo colocándose una playera. –pensé que eras Mary, la de limpieza.

 Enredo mis dedos tras mi espalda, bajando la mirada a mis pies descalzos.

—¿que sucede? –dice soltando una risa divertida.

—bueno yo... Yo quería decirte que... Vine a avisarte... Que.

 Demonios. No podía dejar de tartamudear.

—hice el desayuno. –finalizo mi espectáculo de tartamuda. Él se da cuenta de eso y se ríe. –eso era todo. Ya me voy. –salgo de la habitación, teñida de rojo completamente. Suspiré ante tal experiencia mientras huyo dando traspiés, negando rotundamente con mi cabeza. Nunca me había puesto tan gelatinosa delante de un chico. Debo controlarme para la próxima porque no toleraré este estúpido palpitar en mi pecho.

 Al poco rato, él baja bien vestido. Más vestido. Me saluda con una sonrisa cálida y se posa frente a mí.

—eso se ve bien. ¿Porqué lo hiciste?

—bueno, pues yo... Quería agradecerte lo que has hecho por mi hasta ahora.

 Su sonrisa se ensancha más, ocultando sus ojos en una linea fina muy atractiva.

—pues no es nada. Sólo te vi y... Sentí que debía ayudarte. –dice, esta vez serio clavando sus ojos en los míos. Puedo asegurar que sentí que podía ver su reflejo en mis ojos. Desvíe mi mirada antes de quedar ciega o hipnotizada.

—bueno... Come, entonces. –se sienta en frente de mí, decidido a llevarse un bocado a la boca mientras yo lo miro expectante.

—vaya. ¿Quién rayos eres?

 No obstante se me explotaron las mejillas rápidamente.

—está muy rico, de verdad. –dijo después de tragar.

—no es para tanto. –contuve una inevitable sonrisa.

—pues lamento decirte que tu opinión no cuenta. –se encoge de hombros. –Esto es nivel de una profesional. Eres sorprendente, ¿sabes? –vuelve a mirarme sonriendo y sentí cómo mi corazón aleteó locamente. Mudé mi vista a mis manos entrelazadas bajo la mesa, solo para calmar mi pulso.

—cocino en la cafetería. Allí aprendí todo lo que sea referente al desayuno.

—ah, así que cocinas también. –pasó un bocado con un trago de jugo para prestar su atención total a mí. –ahora entiendo de donde sale tu magia.

 ¿Eso fue un chiste?

—supongo. –Sonreí ligeramente para ahuyentar la tensión, entonces decidí acompañarle tomando una taza de café.

 Al cabo de unos diez minutos, y unas cuantas pequeñas conversaciones, terminó de comer a una velocidad animal, mientras que yo lavo los platos para poder alistarme e ir a trabajar. Quizás no me sienta tan bien como para ir a trabajar, pero no puedo quedarme aquí, debo dejar la cobardía de lado y hablar con liz. Tal vez ni vaya a trabajar en realidad.

 Guardo la última vajilla y entonces es cuando lo veo bajar.

—Oye. ¿Adonde irás? –me apresuro a preguntar antes de que saliera.

—tranquila. Voy a la universidad. Trataré de llegar antes.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.