Memoria rota

Capítulo 10

—¡Anais!

 Mi cerebro pareció tener un choque en cuanto ese grito me hizo tocar tierra.

—ah. Lizy. –froto mis párpados al tiempo que la cara. –lo siento. No dormí casi.

—¿qué pasó? –cambió el rostro de golpe a uno impactado. –¿metió a una chica en su cuarto?

—no. –me apresuré a decirle, golpeando mis mejillas encendidas. –le hablé sobre Karen, el colegio y mi embarazo.

—oh. Excelente, cielo. Te felicito.

—gracias. Espero haber hecho lo correcto.

—y si lo hiciste, niña. –tomó otro pañuelo y comenzó a limpiar el mostrador conmigo.

—pensé que te irías hoy a Chicago.

—tranquila, chica. –exclama aparentemente ofendida. –vine a mi ultimo día aquí. Mañana es definitivo que me iré

—demonios, lizy. –limpio lágrimas imaginarias de mis ojos. –éstas serán las últimas horas contigo.

—qué linda, cielo. –dice con desinterés. –te extrañaré. Eso es seguro.

—yo también, mamá adoptiva. –bromeo, provocando sabor amargo en mi boca.

 Lizy no se quedó atrás. Tragó más de dos veces antes de hablar.

—bueno. Creo que han sido mucha emoción por hoy. –avanica su rostro, espantando cualquier lágrima venidera, y vuelve a sonreír. –a trabajar.

 Rato despues lizy y yo pasamos las mejores horas de todas; a pesar de estar trabajando, pero estuvimos riendo, hablando y trayendo a luz todos los momentos especiales que pasamos en la cafetería. Fue mucho lo que vivimos para haber trabajado con ella tres años, desde mi primer día hasta ahora. Para mí ella ha hecho el trabajo de una verdadera madre.

 Al terminar el día Cristopher pasó recogiéndome al trabajo, me despedí una ultima vez de mi querida lizy de la manera más triste y nos dirigimos a la casa.

—¿te parece si hoy ordenamos comida?

—¿eh? ¿qué? –despierto de mis absortos pensamientos.

 Ladea su cara, posando sus brazos en jarra frente a mí.

—¿sucede algo? –me mira con total confusión.

—quisiera... Quisiera preguntarte algo. –rasco mi cabeza, nerviosa.

—te escucho.

 No debería ser extraño preguntarle. Es sólo una duda que tengo desde la mañana y no tolero guardarme algo.

—pues... Tu... ¿Nunca te ha pasado que sueñas algo y, posiblemente, sientas que ya lo haz vivido?

 Sus ojos intentaron salirse de órbita en cuanto acabé la pregunta.

—un recuerdo, ¿dices?

—si. Imágenes que no sabes de donde son pero sientes que estuviste allí. –suspiré resignada.

 Anoche, después de hablar con él, tuve un sueño muy extraño. Lo extraño es que puedo recordar el sueño, aunque el mismo tenía algo de locura. Es decir, veía cuatro pares de calzados. Me fijé en un par de botas marrones, unas zapatillas rojas, unos sencillos converse negros y unas sandalias blancas de flores rosa. Sólo veía los zapatos, sus cuerpos y rostros no estaban a mi alcance, pero oía algunas palabras en eco.

—no sabría decirte si me ha pasado, pero si son especies de imágenes es probable que sean recuerdos.

 Su respuesta no me dio lo que quería.

—antes de llegar al orfanato tuve un accidente en el que perdí memoria de mi pasado.

 Su mirada se torna confusa.

—¿no recuerdas nada de antes del accidente?

—¿del día en el que desaparecieron los recuerdos? Nada. No recuerdo si tuve familia, mi identidad... Nada.

 Inspiró aire con la vista al suelo y soltó un resoplido ruidoso.

—eres una chica de misterios, Anaís Green. –ríe levemente, contagiándome de ella.

—no sabes cuanto.

 Di la conversación por omitida. Recuperar mi memoria ha sido una de las pruebas más duras de todas, y si relajarme y pensar un poco en eso me ayuda ¿porqué no?

—iré a ducharme. Ordena lo que quieras para cenar. Tengo que decirte algo. –y esntonces desapareció, dejándome con la intriga

 Ordené la comida, como se me fue mandado, y me fui a duchar también. Saliendo del baño coloqué la mesa antes de que llegara la comida. No obstante, despues de servir la comida, llamé a Cristopher para que saliera a cenar y en seguida apareció.

—es muy lindo que hayas preparado la mesa y servido la comida para ambos. –oculta su sonrisa bajo el cubierto.

—no es nada. Debo hacer algo mientras estoy aquí, ¿no?

—sabes muy bien que te estas quedando conmigo por que...

—quieres ayudarme. Lo sé. –termino su frase. –ya lo dijiste.

—y tambien por que necesito una chica en mi vida. –añade, poniendo el ambiente algo pesado. Tanto que me ahogué con mi saliva, haciéndome toser como una maniática, y desesperadamente bebí agua. Desde su perspectiva debió verse mal mi repentina acción.

—lo siento. –me disculpé una vez dejé de toser.

—está bien. –clavó sus ojos en el suelo. –Anaís, no tienes porqué pagar algo que te estoy dando con cariño.




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