Memoria rota

Capítulo 12

Odio las sorpresas, Cristopher no lo sabe. Lo entiendo. Pero debería de buscar otra forma de llamar mi atención. No es que esté diciendo que no me agradaron sus presentes anteriores, estuvieron por encima de lo que esperaba recibir de alguien, es solo que aún desconozco su vida y me gustaría alguien que me ofrezca algo más que lujos.

—¿a donde vamos? Estoy empezando a aburrirme. –canturreo, algo irritada.

—¿tan rápido? Sólo llevamos diez minutos en carretera.

—parece una eternidad. –reposé mi cabeza en mi brazo apoyado de la ventana, echando la mirada hacia afuera. –¿puedes al menos decirme a donde vamos?

—primero vamos a mi cafetería favorita. Se llama Hard Rock's.

—oye, pensé que ibas al café de Lizy's porque era tu favorito. –le miré ofendida.

—no precisamente. –negó levemente sin quitar su mirada de la carretera. –Sólo frecuentaba ese café porque me llamó la atención una de las camareras.

 Desvié mi vista a la venta, ocultando una sonrisa y el leve sonrojo de mi rostro. Estaba poniéndome demasiado vulnerable a sus coqueteos, y no quiero darle señales tan pronto de que me ha empezado a atraer. Mucho.

 Una vez estando en la famosa cafetería nos sentamos en la primera mesa que vimos vacía, me fijé en su aspecto acogedor y agradable. Era una buena competencia para Lizy's.

—está bien. Desayunaremos ¿y luego qué?

—tranquila, chica. –tocó mi frente con la punta de su índice. –quiero que pruebes algo, luego iremos a un lugar que te encantará.

—¿y ese lugar es...?

—digamos que es algo así como un bosque.

—¿entonces me alimentarás antes de matarme en un bosque?

 Carcajeó tan de repente que brinqué de la intensidad que le agregó a su risa.

—¿crees que te quiero comer o algo?

 Mi rostro se congeló en un gesto desconcertado, traumatizado y tal vez aterrado. Fue entonces que desperté cuando volvió a tocar mi frente.

—eres una pequeña mal pensada. –negó con un leve brillo en sus ojos.

 Tragué pesadamente. No estaba pensando en nada malo.

—¿les puedo servir en algo? –uno de los camareros nos ofrece la carta.

—trae dos tartas de queso con mus de chocolate. Y dos tés de limón.

—en un momento los traigo. –el chico se aleja luciendo una genuina sonrisa de empleado.

 Realmente es una cafetería muy buena. No compite con Lizy's, está muy por encima de el pequeño local que es Lizy's.

—¿qué te parece? –llevo mi total atención a mi acompañante.

—es muy lindo. –me encogí de hombros.

—¿qué cosa?

—pues... Todo. Es muy agradable.

 Puso una extraña cara de confusión.

—un momento, ¿de qué estás hablando?

—de la cafetería. ¿De qué crees que hablo? –lo miré con el mismo gesto confuso.

—ah, no. Yo. –sacudió ferozmente su cabello, ojeando a otro lado. –pensé que hablabas del camarero.

 El cerebro me explotó y mis ojos se voltearon por impulso.

—como sea. Quería que probaras conmigo mi desayuno de los sábados.

—hoy es jueves. –aseguré con obviedad.

—lo sé. Pero el recorrido hasta aquí es un desperdicio de gasolina y mi mejor solución es que lo pruebes para que lo intentes hacer.

 Puse mis ojos en blanco.

—¿planeas obligarme a que lo haga para ti lo sábados?

—no necesariamente los sábados pero sí. Eso quiero.

 Solté una risilla irritada y lo miré desafiante.

—y qué si no quiero hacerlo.

 Frunció levemente el ceño y se encogió de hombros.

—no lo hagas. –soltó con una simpleza muy tierna. –quiero que lo hagas, pero si no te pare..

—está bien, lo haré. –le interrumpo, antes de que siguiera con su pequeño no monólogo de bondadoso.

—aquí están las tartas y los tés. Permiso.

—gracias.

***

 Después de degustar la tarta, sacarle algunos ingredientes y mentalizarlos, volvimos a carretera. Viajamos a un hermoso paisaje bosquejado muy alejado de la ciudad, ciertamente me pareció lo más precioso que había visto, y nada más el ambiente era para venir todo los días.

—¿qué te parecieron mis dos lugares favoritos de Nueva York?

 Le lancé una flor amarilla que cayó junto a mí. Me había sentado recostada a un árbol y él se había tirado en el pasto con una paja en sus labios.

—me gustó este lugar. Es tan hermoso que hasta construiría una cabaña justo allí.–señalo el espacio enorme junto al lago. –pero no me gustó la tarta de queso.

—diablos. Eso dolió. –se estrujó el pecho, dramatizando un dolor punzante allí. No pude evitar sonreír.

—nunca me imaginé que existiera este lugar. Tanto tiempo encerrada me hizo una extranjera.




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