Memoria rota

Capítulo 13

La ansiedad me come viva justo ahora, siento como algo se retuerce en mi estómago y cruje con violencia allí dentro. Quiero ir al baño.

 Me he probado todo el armario de mi habitación, he intentado relajarme un poco, pero cada vez que veo a mi reloj de pared es como si algo me diera un golpe bajo. Tan solo quedan quince minutos para que Cristopher llegue a casa, y por lo que me dijo antes de salir debo vestirme bien.

 No. No conoceré a sus padres, ni siquiera estamos saliendo formalmente para presentarme a sus padres. Me dijo que haría lo posible para hacer de esta primera cita una tarde especial. No sé a qué se refiere, pero tan pronto se fue corrí a mi habitación y busqué todos los conjuntos posibles.

 Doce minutos. ¡Me lleva el tren!. Me aproximé al baño rápidamente, tomé una ducha de alrededor de cinco minutos, salí con la esperanza de que apareciera un vestido súper lindo y delicado, pero la pila de ropa aún seguía en mi cama. Hurgo a tienta el tumulto de ropa con los ojos cerrados, sea lo que sea que toque eso me pondré. Saqué la mano con un puñado de tela y al extenderla visualicé mis pantalones del pijama. ¡Ay! Odio esto.

 No acostumbro a ponerme en modo dramática en cuanto a la ropa, de hecho suelo tocar una prenda y esa es la que llevo el resto del día. Pero esto es diferente, el posible chico de mis sueños me llevará a algún lugar y no debo verme como si fuese cualquier otro día.

 Volví a meter mis manos en la montaña de telas, respiré profundo y conté hasta cinco para después sacar una falda tubo corta color azul marino. Es obvio que no me la pondré sola, así que volví a meter mi mano y saqué una simple blusa manga larga de rayas rojas. Miré al reloj, fijándome que solo quedaban siete minutos. Al diablo la combinación. Esto me pondré.

 Cinco minutos me tomé para vestirme, peinarme y calzarme. Agregué algunos que otros detalles en mi atuendo, pero solo eso. Cuando estoy aplicando un brillo en mis labios, el auto anuncia su propia llegada. Dejé la habitación patas arriba y salí precipitada a las escaleras.

 Cristopher estaba entrando a la estancia, por lo que pudo verme bajar hasta él. Sus cejas se dispararon al cielo y una media sonrisa se le escapó.

—mira nada más. –me escaneó de punta a punta. –hasta brillo labial y demás.

 Reprimí una sonrisa, evitando mostrar mi dentadura.

—dame cinco minutos. –dijo antes de volar a su habitación.

 ¿Tan solo cinco minutos para alistarse? ¿qué es eso? ¿un súper poder?

 Tomé ese pequeño tiempo para buscar mi abrigo y bolso. También subí sigilosamente a la habitación para verme una vez más en el espejo antes de volver a bajar. Lo sé. Soy patética.

—estoy listo. –me sorprendió verlo tan arreglado en tan solo cinco, en realidad cuatro, minutos. –¿qué pasa?

 Negué con mi cabeza en respuesta. No quiero saber cómo es que puede alistarse en instante. Preferir enfundarme en mi abrigo para ir tras de él a la camioneta.

 A pesar de ser un momento muy incómodo, el silencio es muy tranquilizador, lo cual es malo porque no quiero pensar en cómo me pondré cuando empiece la cita. Mejor habló antes de que la cita si sea incómoda.

—¿donde vamos? –me volví a él. Sin desviar un momento sus ojos de la carretera sonríe.

—vamos a cenar. –contestó tajante.

—vaya respuesta. –murmuré más para mí misma.

—¿qué quiere que te diga? –esta vez si me miró por décimas de segundos.

—no lo sé. Quizás el nombre del lugar, qué almorzaremos, qué tienes planeado. Detalles.

 Río con una pizca de diversión y negó con determinación a lo dicho.

—me gusta sorprenderte. –soltó provocando aleteos en mi pecho. Intenté no hacerlo notar.

—pero a mi no me gustan las sorpresas. –respondo más tranquila de lo que parezco.

 Echó nuevamente un ojo a mí pero no dijo nada, solo me miró con su hermosa sonrisa blancuzca.

—te gustan. Lo que no te gusta es la intriga. –dice, con una posible hipótesis.

 Me silencié el resto del camino porque ya empezaba a ponerme nerviosa, y ni siquiera sé cual es la razón. Hasta ahora algunas sorpresas de Cristopher han sido tanto agradables como inexplicables. Es decir, nunca se sabe cuanto dure mi estadía en su casa, pero él ya hasta transformó una habitación en un espacio especialmente para mí. Inexplicables.

 Sentí cómo disminuía la velocidad del auto y de pronto ya estábamos frente a un local de electrónicos. Me fijé bien en el lugar y detuve mis ojos en las enormes letra que forman "electrónicos Violet" con luces púrpuras de neón. Me volví a Cristopher, quien ya tenía muchos segundos callado desde que aparcamos aquí.

—¿es uno de tus locales? –pregunté alzando ambas cejas.

—no. –respondió manteniendo su misteriosa sonrisa. –es uno de los locales de mi padre.

 Rodé los ojos al cielo. ¿Qué planeas, Violet?

 Me indicó que ya era tiempo de salir del auto, dejamos el vehículo pero aún seguía aturdida, confundida; así que esperé a que llegara hasta mí y me indique qué diablos hacer. No dijo absolutamente nada, solo posó su mano en mi espalda baja para guiarme a la entrada del lugar. El espacio en esta tienda sobra y eso no impidió que se viera pequeño por el gentío que caminaba de un lado a otro, cargando cajas de televisores, arrastrando carrito con equipos de sonido, probando las cámaras fotograficas profesionales... Se veía genial.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.