Como toda primera vez en algo, tiene que darme un colapso nervioso. Desde que mi alarma sonó, toqué apenas mi desayuno y nos adentramos al auto de Cristopher mis nervios estaban a flor de piel. Mis pobres uñas pagaban el precio, y durante todo el recorrido las he estado mordisqueando mientras mi mente vuela a posibles desastres que pueden ocurrir en mi primer día de la universidad. Número uno: que me toque presentarme.
—ya, déjate las uñas –habló un Cristopher serio y despreocupado –. Terminarás mordisqueando las yemas.
—lo siento. Aún no dejo de sentir nervios –atrapé con los dientes mi labio inferior —. Ya me dieron ganas de hacer pis.
—Ana, lo exageras todo. El primer día no es tan intenso –se encoge de hombros –. Solo conoces a gente nueva, te asignan las clases, conoces a tus maestros y listo.
—me asusta mucho hacer una estupidez. No quiero que en mi primer día sea el tema de la clase pero de mala forma. –solté inflando mis mejillas.
—¿porqué serías el tema de la clase? –cuestiona entre risas.
—no lo sé, pero algo vergonzoso me ocurrirá, te lo aseguro.
El chico a mi lado se limitó a negar en desaprobación.
—me encantaría estar contigo en el transcurso de la mañana –giró una calle, topándose con el increíble campus –, pero nuestras clases literalmente nos separa.
—quisiera que no fuese así, pero qué más da –suspiré en resignación –. Sufriré la maldición del primer día yo sola.
Cristopher rió con si de un estúpido chiste se tratara.
—si consigo algún espacio, tal vez en el almuerzo, te buscaré –aparca en el estacionamiento, apaga el motor y me mira. –por el momento sufre tu sola.
Dejé ir un mohín, recibiendo un corto beso.
Bajamos del auto luego de unos minutos, Cristopher me acompañó hasta la oficina del decano, este nos recibe con una sonrisa y comienza con un recorrido al campus. Me indicó que este recorrido se ha hecho antes del verano para los aspirantes, pero por ser una ingresante "especial". Una vez terminado el pequeño tour por la universidad, me dejó ir a mi primera clase, yo, entre ansiosa y nervosa, me precipito al aula indicada. Tomé una inspiración antes de sujetar el pomo de la puerta y girarlo para abrir.
—buenos días –sonreí al tiempo que saludaba a mi profesora y echaba un ojo al aula repleta de alumnos curiosos a mí.
—por favor, pasa adelante –señaló uno de los escritorios casi al final. Con una nueva sonrisa me dirijo a uno de los asientos y me dejo caer en ella.
La clase no estuvo tan entusiasta como esperaba, solo ha hablado de lo emocionados que están de recibir a nuevos estudiantes y la cálida bienvenida que nos brinda la UNY. Las dos horas se completaron con presentaciones. Cada quien se levantaba, decía nombre completo, edad y porqué escogimos la psicología. No he prestado atención a ninguno de los estudiantes que hablaron, me dediqué a mirar los mensajes que Cristopher me enviaba y los respondía con una boba sonrisa.
—me llamo Zack Mckain –oigo que dice el chico del escritorio enfrente. Me ha sonado algo familiar –, tengo 18 años y he escogido esta carrera porque me gustaría tratar con la salud mental de las personas.
El chico se sienta en su lugar para después girar en mi dirección. Abrí mis ojos como platos en cuanto lo vi, y solté una risilla desconcertada cuando me guiña un ojo. Es el Zack que tomó la fotografía en el parque. Ni recordaba que se llamaba así.
—te toca.
Caigo en cuenta de que todos me miran expectante cuando vocaliza esas dos palabras. Supuse que es mi turno de presentarme. Aclaré mi garganta y me coloqué de pie.
—mi nombre es Anaís Green, tengo 17 años y... –mis palabras quedaron en el aire. ¿Digo que estudio psicología por mi perdida de memoria? A nadie inconverso le he confiado esa información, solo a mis más cercano y a la chica que me traicionó. Además, no tendría sentido, pues no tiene absolutamente nada que ver. –escogí esta carrera porque me interesa mucho cómo trabaja la mente de las personas. –dije algo dudosa. –me interesa mucho. –finalizo y tomo asiento.
Los únicos aplausos secos que escuché fueron los de mi compañero adelante, su sonrisa tocaba sus ojos y estos no dejaban de inspeccionar mi rostro enrojecido.
La clase culminó al presentarse la última chica a dos asientos después de mí y todos se levantaron como si les aliviara salir de una tortura. Por mi parte me levanté lentamente mientras recogía mi mochila y carpeta, delante de mí Zack Mckain ya se había levanta y acomodado todas sus cosas; caminó a la salida cuando yo lo hice, colocándose a mi lado.
—no puedo creer que te haya encontrado aquí. Es un mundo demasiado pequeño.
Sonreí por lo divertido y entusiasta que era la personalidad de este sujeto. Parecía un chico profundo y simpático cuando lo conocí en el parque, pero esta es otra cara.
—yo no puedo creer que te haya reconocido si solo te he visto en el parque hace mucho.
—no lo sé. –se encogió de hombros mirando hacia el frente. –quizá es porque mi cara no es común. –se detuvo en seco de repente, sobresaltándome en el proceso. –o tal vez sea el destino y nos está uniendo después de tanto.
No pude evitar reír por el dramatismo que le ha puesto a su conclusión. Negué levemente prosiguiendo mi camino al comedor.