Memoria rota

Capítulo 20

Sabía que tener novio conllevaba a soportar el odio de algunas personas, pero no me esperaba que fuera el odio de toda la población femenina de la universidad. Realmente no me afecta que tengan ese sentimiento por mí, lo que sí me afecta es que lo descarguen con amenazas. Eso es muy de colegiala. ¿En qué siglo estamos?

 La voz de Cristopher hizo eco en el auto.

—¿hablarás ya?

 Parpadeé un par de veces para salir de mi trance y fijar mi mente en el aquí. En el auto de Cris. En dirección a casa.

 Pensé muy bien mis palabras antes de soltarle lentamente:

—¿quién escribe el diagnóstico semanal?

 Al principio no entendió lo que le pregunté, frunció su entrecejo levemente y después de diez segundos aligeró el gesto.

—¿el que colocan las locas de mi edificio en la cartelera? –inquiere con cierto asco e su voz. –se llama Emili. Es de enfermería y se encarga de escribir tonterías sobre la gente.

—ha escrito sobre nuestra relación.

—lo sé.

—¿no te molesta? –pregunto con curiosidad.

—en absoluto. –curva la comisura de sus labios hacia abajo y se encoge de hombros, en un gesto desdeñoso. –ya lo saben. Que opinen lo que quieran, Ana.

 Sentí alivio de solo oírlo. Para mí es importante lo que Cristopher piense acerca de este tipo de divulgación porque no me gustaría que él se sintiera apenado o enojado sabiendo los demás que soy su novia. Están hablando de una relación en proceso, no de un noviazgo viejo o un matrimonio.

 Aún si no le importa ese detalle a mi me preocupa la amenaza que atestó aquella chica de la cafetería. Y aún peor: ¿qué me está pasando con esos extraños mareos y dolores de cabeza?

—¿qué ocurre?

 Pego un brinco cuando lo oigo preguntarme, sacándome así de mi trance. Lo miré serena sacudiendo mi cabeza en negativa. Me miró por un segundo con un gesto interrogativo, tratando de tragarse mi respuesta.

—¿qué tal si vamos a la ciudad y buscamos un sitio agradable donde cenar? Como en una cita.

Me volví de nuevo, solo para mirar su expresión. Sonreí al verle tan colorado a pesar de su piel acaramelada.

—me parece genial.–digo, presionando mis labios para ocultar mi sonrisa.

 ***

Algo que caracteriza a la ciudad de Nueva York es el increíble número de autos que se ven por todas partes. Además de los edificios y tiendas que rodea el centro. Cientos o miles de personas caminando de aquí para allá como hileras de hormigas.

 Cristopher tarda al menos media hora en salir del tráfico y quince minutos en llegar al barrio chino, donde nos detuvimos en un restaurante. Según he oído: es el mejor restaurant de estos lados de la ciudad.

 Nunca había venido antes hasta aquí. Ciertamente no conozco toda la ciudad.

 En cuanto entramos al restaurant me sentí incómoda. De alguna manera sentí que me ahogaba, que el aire faltaba en este lugar. Me sentí confusa. ¿Porqué mi cuerpo repele el ambiente de este sitio?

 —¿Ana?

 Me encojo en mí misma cuando su voz llega a mis oídos. Me mira curioso, seguro por mi actitud.

 —¿Estás bien? –me dedica una sonrisa tranquilizadora, a la que no puedo decir que no. Asiento devolviéndole el gesto y nos disponemos a adentrarnos.

 Sentarme en la mesa me resultó difícil. Debí haberme mareado estando de pie, pero me entraron las nauseas en la silla. La cabeza me comenzó a dar vueltas y mi corazón a palpita fuerte.

 Estoy demasiado sensible estos días. ¿Qué rayos me pasa?

 —¿nos vamos? –pregunta suspirando en resignación. Niego frenéticamente para no estropear la cena.

 Él quería invitarme a la cena y mi estúpido cuerpo me está jugando una mala.

 —estoy bien. No te preocupes. –digo para aligerar el ambiente. –¿qué tal tu día? Antes de que tuvieras que traerme aquí, claro.

 Puso los ojos en blanco e inició hablando de sus prácticas en el hospital al que aspira trabajar, mientras ordenamos. Después me pregunta por mi día mientras cenamos tranquilamente.

 —¿irás a la competencia este viernes? –salté a preguntar saliéndome de tema.

 —¿qué competencia?

 Lo miré incrédula ante su actitud poco interesada, y tambien el hecho de que no sabe que este viernes hay competencia de natacion. Puse los ojos en blanco antes de contestar:

 —la competencia de natación a por la que no habrá clases el viernes. –dije con obviedad.

 —¿suspenderán las clases por eso? –frunce sus labios en un gesto de desagrado, sin quitar la vista de su plato. –pensé que fumigarían, o que arreglarían la cafetería. ¿Irás tú?

 —Zack competirá. Quiero apoyarlo. ¿Me acompañarás?

 —Mmm... No lo sé, Ana. No soy de salir a ese tipos de actividades. –tomó un sorbo de su bebida para tomarse el tiempo de meditar su respuesta. –si no hay clases ¿para qué ir?

 Mi estomago golpeó fuerte. Ni siquiera fue una respuesta exactamente. ¿Porqué de pronto se comporta tan desinteresado?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.