Todas las clases fueron suspendidas hoy, los estudiantes vinieron animados y eufóricos para este evento. Solo por la competencia de natación entre nuestra universidad y la universidad de Miami, que viajó hasta acá para dar una gran competencia.
Fue increíble y llena de adrenalina para los que estaban apoyando a la UNY. Yo casi me salgo de la silla en plena partida a gritar como loca. En el equipo de nuestra universidad estaba mi amigo dando todo de sí.
Desde que nos conocimos nos volvimos buenos amigos y prometí estar allí para apoyarlo. Crís no vino porque no le interesa este tipo de cosas, pero se ofreció a buscarme al terminar la competencia.
La última vuelta terminó y el resultado fue maravilloso. Los chicos ganaron y la universidad estalló en gritos, y yo me les uní vitoreando y aplaudiendo como madre orgullosa.
Fui a felicitar a mi pequeño campeón por su trinfo mientras esperaba a que Cris llegara a recogerme.
—Hola. –saludé alegremente. Mi amigo secaba su cuerpo chorreante. –Estuviste genial, Zeta. –levanté mis pulgares en aprobación con una sonrisa.
—gracias, Peque. –sonríe divertido y yo pongo los ojos en blanco.
El apodo absurdo de Peque es una forma de recalcar mi penoso tamaño. Qué imaginación la suya, ¿no?
—basta con eso.
— ¿por qué? Es divertido. –palmeó la copa de mi cabeza como a un perrito.
— ¡Para ti! Para mí es insultante. –le miré ofendida y ambos reímos.
—Esto... Creo que vinieron por ti. –volteo hacia la dirección en la que se quedó mirando y allí está Crís parado en la puerta de entrada.
—sí... Nos vemos más tarde entonces. –digo y su ceño fruncido me dijo no recuerda absolutamente nada. –Tenemos que hacer el trabajo del profesor Emmeth.
—oh, si. –se da un tortaso en la frente. – ¿será en tu casa o la mía?
Me paré a analizar su pregunta. ¿En casa? Mire a Crís y dudé en la idea de llevar a zack a casa. Sería llevarlo a la boca del lobo.
—Eh... Mejor en tu casa.
—bien. Nos vemos más tarde entonces. –me despido agitando mi mano y doy media vuelta.
Camino a donde Crís pasando por el borde de la piscina, esquivando a los estudiantes que posaban por allí como unos estúpidos maniquíes, hablando con sus amigos como si salir de la alberca fuera mucho esfuerzo.
Me fijé que justo delante de mí venía la chica del edificio de enfermería, Emili, a mi dirección, con un rostro de pocos amigos. Lo admito, me entró un poco de miedo. Intenté pasar por su lado, desapercibida pero una bruja siempre será bruja.
Me empujó disimuladamente a la piscina y caí al agua de una manera tan rápida que ni me di cuenta. Pataleo como una demente, pero mi cuerpo sólo descendía hasta el fondo; cada que podía tomaba bocanadas de aire cuando sacaba mi cabeza, y aún así no era suficiente.
Me estaba ahogando...
De pronto siento que me toman de la cintura, levantándome fuera de la piscina y sentándome en el borde de ella en un dos por tres.
— ¿estás bien? ¿Te hiciste daño? –Zack sujetó mis mejillas inspeccionando mi rostro.
No podía responder, no paraba de toser y escupir chorros de agua. Esto es ridículo.
— ¡Ana! –Miré a mi costado que rápidamente se acercaba Cristopher como una bala, hincándose a mi altura. –Anais, ¿estás bien? –Me miró alarmado, haciendo que los demás se alboroten creando una rueda de gente a mí alrededor.
Sentí tanta humillación en ese momento, que sólo quise esconder mi rostro en el cuello de mi camisa.
—estoy... Bien... Solo es mi pie. –Me quejé al recordar como se dobló. Dolía pero podía soportarlo.
— ¡Necesito hielo! –gritó mi amigo. –ten una toalla. Sécate. –envolvió mis hombros con ella al verme temblar.
—Gracias... –suspiré sintiendo el calor. –Cris, ayúdame a levantarme, por favor.
Mi novio captó mi petición y me alzó hasta ponerme de pie.
— ¿te duele mucho? –interrogó él.
—solo un poco, pero creo que me doblé el pie.
Un chico trajo una bolsa de hielo y se la entregó a Zack.
—tranquila. Estarás bien. –me consoló.
—Ana, casi me matas. ¿Cómo puedes caminar por el borde de una piscina? –me regañó Cristopher.
No se dio cuanta de que me empujaron. Si le digo que fue la chica esta entonces él tomaría cartas en el asunto y me ganaría a Emili de enemiga. ¡Si sólo quiero graduarme, mierda! Por las chicas ricachonas de esta ciudad son tan ridículas.
—lo siento. –espondí por lo bajo –no pensé que tropezaría.
Zack me mira con rastros de decepción en sus ojos. Él sí sabía que había sido Emili.
—de acuerdo. –suspira resignado. –vámonos a casa.
Asentí. Puso una mano bajo mis rodillas y la otra en mi espalda para cargarme en brazos.
—Adiós, Zack. Nos vemos en la tarde.
—esta bien, An. –se despidió con una sonrisa.