Memoria rota

Capítulo 25

A medida que los días avanzan las esperanzas disminuyen. He tratado de buscar más pistas en mi cabeza acerca de mi pasado, y para ser sincera estoy cansada. Cansada de indagar en mis lagunas mentales.

 No ha habido señales de Sarah desde nuestro último..., encuentro. Pude respirar en paz después de cinco días. El hecho de que la paliza que me dio haya impulsado a mis recuerdos salir a la superfie me sorprendió un mundo. Lo intenté con mis sueños, probé con un psicólogo y tan solo la primera cita me hizo dudar del resultado.

 No sé qué más hacer.

 —¿Te apetece comer fuera? –su voz me trae al aquí.

 Tardé unos instantes en espabilarme para poder responder con un leve asentimiento y una cálida sonrisa. A él, por supuesto, le desagradó mi inesperada ida. Deja caer su mochila en el sofá y me mira con una ceja arriba.

 —¿De nuevo con lo de tus recuerdos? –sonó más indiferente de lo usual.

 —Lo siento. –me tumbo en el sofá con un suspiro. –Es que no puedo evitar darle vueltas a lo que ocurrió...

 —Pues deja de darle vueltas. –ladró en mi dirección. Dolió.

 Tragué duro para deshacer el nudo que comenzó a formarse en mi garganta. ¿En serio está halándome así?

 —Ana.. –su tono ahora es arrepentido. –Lo lamento. Yo no quise..

 —¡Pero lo hiciste! –exploté sin aviso alguno. –¿Cómo diablos quieres que deje de buscar mis recuerdos?

 —Lo sé... Yo no... En serio. –balbucea de forma incontrolable –Es que ¿acaso no eres feliz así? ¿Conmigo?

 —Claro que lo soy. –sonrío para mostrarle que digo la verdad. –Estoy feliz de esto, pero si pudiera por lo menos encontrar a mi familia..., estaría más que feliz con eso.

 No me importa en absoluto lo que haya pasado en aquel entonces para que mis recuerdos desaparecieran, lo que realmente me importa es saber quienes fueron las personas que me criaron. Quienes estuvieron a cargo de mí antes del accidente.

 Extrañar algo que no recuerdo haber tenido es un sentimiento molesto.

 —Te ayudaré.

 Mi pecho brinca al oír aquellas tajantes palabras.

 —¿Cómo dices? –parpadeo un par de veces.

 —Te ayudaré a buscar a tu familia.

 —¿Es en serio? –lo miro expectante y él asiente silenciosamente.

Salté de mi asiento, soltando gritos eufóricos.

 —Sin necesidad de exprimir tu cerebro. –se coloca de pie, señalándome con su dedo índice. –Hazlo para estudiar y ni se te ocurra pensar en algo que ya pasó. –dicho esto se acerca a mi, besa mi frente con ternura y se pierde en su habitación.

 —te amo. –susurro, más para mi que para él.

***

 Aún le daba vueltas a las voces en mi cabeza. Me es imposible evitarlas cuando resuenan como eco en mis oídos, y a pesar de eso trato de mantenerme relajada delante de Cristopher. Ha hecho todo lo posible para conseguir el paradero de mis padres, pero pareciera que no quieren ser encontrados por mí.

 —Si no sabes tu apellido real es imposible hallarlos. –me dijo una noche, después de un día entero en la estación policial, buscando algún caso de desaparición hace diez años.

 Lloré por horas después de insistirle que se marchara, a penas cerró la puerta de mi habitación me eché abajo. Sé que no es el fin, que pronto tendré la oportunidad de ver de frente a mis padres, y los voy a abrazar y les diré que los extrañé a pesar de no recordar sus rostros.

 Al día siguiente le sonreí a Cris muy temprano por la mañana, justo cuando sacó la sugerencia de ir a Los Ángeles para investigar mi desaparición. Era una gran idea, tomando en cuenta que allá fue donde desperté con amnesia, pero si no hay resultado habré perdido días de clases.

 —Ya no importa. Estoy bien así. –fue lo único que dije, y por su expresión y silencio supe que entendió el mensaje. No habló más del asunto desde entonces.

 Claro que me seguía importándo. Me importaba mucho intentar encontrar a mi familia, y él lo sabía, a parte estaba clara que a él no le gustaba mi "obsesión" con esto. Su actitud cambió repentinamente. Era el mismo chico atento y dulce, pero más sobreprotector y nervioso, y no es ahora. He notado esta actitud desde la pelea con Sarah pero esta vez es más alarmante.

 Quiero mucho a Cristopher, ha sido lo mejor que mi desastrosa vida pudo darme, pero a veces me pregunto si esta alegría acabará pronto. No quiero eso, sino que sea eterno. Quiero casarme con este hombre, tener una familia, un futuro. Una vida.

 —Hola. –abrí cuidadosamente la puerta de su habitación. Está sentado en su escritorio, frente al ordenador, golpeando las teclas con rapidez.

 Me mira unos segundos y me regala una sonrisa cálida, pero que no llega a sus ojos.

 —¿Sucede algo? –se dirige a mí con voz dulce.

 —¿Te sientes bien? –pregunto yo de vuelta. –Te he notado muy tenso. –me acerco a paso ligero a su espalda, apoyando mis manos en sus hombros.

 —Estoy bien, preciosa. –suena divertido. –Es solo la universidad. Me quedan uno dos años más, y estoy tratando de trabajar duro.




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