La cena inicia en silencio. Sólo los tenedores contra la porcelana del plato es el único ruido que nos acompaña, y sinceramente es molesto.
Cristopher está junto a mi de un lado, y del otro está la pareja observadora que no ha despegado sus ojos de mí. Golpeo con mi rodilla la pierna de Cris y este me mira de reojo. Se aclara la garganta y abre la boca para decir algo.
—Dime, Anaís. –lo interrumpe el señor Violet. –¿Qué edad tienes?
Oh, Dios. Ya comenzó mi interrogatorio.
—18, señor. –me asusté un poco.
—¡Oh! ¿Eres universitaria? –interviene ahora la señora Violet. –¿Qué estudias?
—Psicología. –digo, y siento que no los he impresiona, ya que el silencio que le sigue es frustrante.
—Vaya. Es una carrera muy impresionante. —alega ella después de un rato.
—¿Algún propósito por el que hayas elegido esa carrera? –inquiere el señor, curioso.
—Es un área que trata con la salud mental de las personas. –Cristopher es quien responde por mí. –Tal vez cure a muchas personas con traumas, miedos... Es muy lista, y la mejor de su clase.
—eso es impresionante, cielo. —dice su madre y sonrío en agradecimiento. –¿tienes planeado trabajar en un hospital o..., hay algo más en mente?
—si tengo la oportunidad de trabajar en el hospital central seria genial, y así poder algún día tener mi propio consultorio.
—Eso es maravilloso, querida.
—Tienes visión. –comenta el señor. –No como mi hijo que solo piensa en pequeño.
—Ricardo, por favor. –le riñe su mujer y se hace un silencio.
Cristopher no dice nada. Se limita a masticar con tranquilidad, mirando a un punto vacío en la mesa.
—Medicina tambien es una carrera muy buena, señor Violet. –intervengo. –Si quiere mi opinión, yo creo que esa carrera no es pequeña. Podría ser el mejor doctor del mundo si se lo propone.
—Qué linda, cariño. –sonríe la señora. –Eso es cierto. ¿Lo vez, amor? Ella apoya más a nuestro hijo que tu.
—si, si. Como sea. –bufa su padre.
Un nuevo silencio se instala entre nosotros, pero no dura más de cinco minutos.
—¿Y que hay de tus padres, linda? —pregunta la señora Violet.
—Madre, por favor. –murmura cris como reprimenda.
—Está bien, Cris. –coloco mi mano sobre la suya para mostrarle que estoy bien y prosigo a contestar. –No recuerdo a mis padres. Perdí la memoria en un accidente, por lo que ya no recuerdo nada de ellos. Crecí en un orfanato donde..., el trato hacia las niñas no era el correcto. Escapé como pude, y Crís me encontró.
—Oh, querida. –exclama la señora, abriendo sus ojos en asombro. –¿No tienes recuerdos de tus padre?
Negué levemente con la cabeza.
—Ninguno. –contesto sin ningún temor.
—¿Y cómo perdiste la memoria? –se atreve el señor Violet.–Cómo exactamente fue ese accidente?
Me encogí de hombros, dispuesta a hablar.
—¿Podríamos hablar de otra cosa? –sugiere Cristopher y lo miro. Se nota incómodo y ansioso. –Creo que fue suficiente de hablar de su pasado.
—Tienes razón, tesoro. Lo siento. –concuerda su madre. Se ha dado cuenta lo mucho que su hijo odia hablar de mi pasado. Aún no sé porqué, pero se ha hecho algo prohibido en nuestras conversaciones.
–Entonces. –comienza de nuevo la señora Violet. –están viviendo juntos desde hace mucho tiempo, ¿cierto?
—Más o menos unos cinco meses. –contesté, tratando de hablar con voz fresca.
—¿Y no creen que deberían casarse? –suelta, tomándonos a ambos por sorpresa. No pensé que sacaría ese tema, no estoy preparada para este tema.
—Bueno... No pensamos apresurarnos. Quisiera terminar mi carrera antes de eso, pero claro que me encantaría casarme.
—Me parece lo correcto, querida. –opina el señor Violet. –Pero viviendo juntos podría ser una mejor decisión casarse ahora.
—Me casaré cuando nosotros queramos, padre. –farfulla Cris, ganándose un golpe de rodilla de mi parte. –No necesito que me ordenen cuándo debo casarme.
Otro incómodo y sordo silencio cae entre nosotros, haciendo que mis oídos chillen. La tensión está entre los dos hombres.
—Bueno, no importa. –la señora Violet termina con la guerrilla de miradas. –Lo que importa es que sabemos que será con una chica muy buena. –estira su manos hasta la mía y la sujeta con ternura, mirándome con una sonrisa tan dulce que provoca un calor en mi pecho. –Una chica con un futuro brillante..., unos ojos preciosos, un lindo rostro, una sonrisa encantadora...–su aliento se corta de golpe, dejándome a la expectativa de lo siguiente. –Eres como... Te pareces a... –me dirigió una mirada muy profunda y nostálgica.
Ok. Esto es extraño. Demasiado para mí.
—Madre –le reprime con voz severa.
De la nada su madre comienza a llorar. No un llanto común, o uno pequeño. La señora Violet está llorando a gemidos y mocos sueltos. Entré en desesperación porque no se detenía.