Hoy estoy aquí, parado en el mismo punto donde alguna vez fui feliz. Lo reconozco por la forma del terreno, pero ya no por lo que veo. Porque lo que una vez fue una montaña majestuosa, viva y llena de color, hoy es solo un recuerdo en mi memoria.
Recuerdo los árboles gigantes con lianas colgantes, los animales que habitaban cada rincón, y los pájaros… ¡cuántos pájaros! De mil colores, con cantos diversos: unos tétricos que daban escalofríos, otros tan hermosos que escuchar sus melodías era como detener el tiempo. Eso era lo mejor de los atardeceres: la sinfonía de la vida entre ramas y hojas.
Pero hoy, en el mismo lugar, el recuerdo se desvanece. Ya no están los árboles, ni los animales que solían sorprendernos a cada paso. Ya no están los pájaros; ya no hay cantos. Y si antes los sonidos oscuros de algunas aves causaban misterio, ahora el verdadero terror es el silencio absoluto.
Este lugar también fue un lago. Mi lago. Aquel al que veníamos en verano a pescar, a jugar, a compartir en familia. ¿Cómo es posible que ya no existan las pequeñas montañas que bordeaban la orilla? ¿Dónde están las nutrias que tomaban el sol antes de que llegáramos? ¿Qué fue de esas cañas dulces que mordíamos con alegría infantil?
No lo comprendo. El lago ha perdido su brillo. Ya no saltan los peces, ya no hay risas ni chapoteos. Solo queda un pantano cubierto de maleza y tristeza.
¿Y qué decir del riachuelo? Ese pequeño arroyo de agua cristalina donde veíamos pasar los cangrejos, donde los caracoles reposaban sobre piedras suaves. Hoy esas mismas piedras arden bajo el sol. Ya no hay agua que las cubra. Solo un hilo débil de agua sucia se arrastra por el camino rocoso donde antes fluía la vida.
Mi comunidad, mi gente, mi tierra... ¿qué pasó con ustedes? ¿Qué pasó con nosotros? ¿Dónde están nuestras montañas verdes, nuestros paisajes llenos de esperanza? Solo quedan desiertos, troncos secos y un recuerdo que se hace cada vez más borroso.
Me pregunto con miedo: ¿y mañana qué? ¿Seguirán destruyendo lo único bueno que nos queda? ¿Vamos a permitir que lo poco que aún vive también desaparezca?
Le pido a Dios, con el corazón en la mano, que toque las conciencias de quienes aún pueden actuar. Que vean lo que estamos perdiendo. Que entiendan que la tierra que nos vio crecer también necesita que la cuidemos.
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Editado: 25.04.2025