Luz.

Llevo dos años buscando la luz,
tratando de encontrar la felicidad
en lo dulce, como Winnie the Pooh.
A veces me pregunto quién soy yo,
y ahora te pregunto: ¿quién eres tú?

Me elevo, tropiezo, me caigo,
pero nunca busco a Jesús.
Somos tan ignorantes
que solo lo recordamos
cuando se nos acaba la luz.

Sé que no soy perfecto,
y eso, ¿qué importa?
No tengo respeto
por los que no buscan lo correcto.
Ya ni siquiera me gusta el afecto.
Prefiero lo sencillo
y robarte el corazón
si eso es lo más honesto.

Mi única virtud en este planeta
es que estoy lleno de defectos.
Y eso es lo que me hace
golpear el cemento.
He vivido tan poco
que a veces me vuelvo loco,
no entiendo lo que tú quieres,
y pienso que ya ni te conozco.

Lloro por lo que no debo,
por un amor que no existe,
y río cuando todo se pone difícil.
A veces me daño la psique,
a veces recuerdo
que estoy muerto en vida,
que mi cuerpo está podrido,
lleno de gusanos y lombrices.

Pero hoy…
ya no estoy loco,
estoy cuerdo,
más firme de la mente,
manejo mejor lo que siento,
aunque a veces miento
para encajar en este mundo de apariencias.

Sin rodeos te digo:
me gusta amar,
entregar todo de mí
para poder ser amado.
Le deseo lo mejor a mis enemigos,
aunque a veces diga lo contrario.

A veces me siento como Pedro:
dudando de Dios,
dudando de mí mismo,
dudando de la fe que profeso.
Dudo de todo lo bueno.
Y sé que a veces te falto el respeto,
negando tu nombre
justo en los buenos momentos.

Espero escuchar las trompetas,
que llegue ese día del juicio
y me juzgues por cada pecado cometido.
Ya no me siento capaz de seguir viviendo más.
Soy un muerto en vida
que solo busca paz.

Estás en el centro de la luz.
Aquí no hay lugar para Belcebú.
Estoy muerto,
pero no dentro de un ataúd.
Trato de regresar a la vida
devolviendo sonrisas
a quienes me alegraron los días.

Quizás lo mío no sea mentira,
quizás no sean falacias.
Quizás solo sea
filosofía con cicatrices,
versos que escribo
en el transcurso
de mi pasado… y mi porvenir.