Te conocí, como ya es costumbre en estos tiempos, entre redes y pixeles, en ese universo digital donde las almas modernas se cruzan. Fue tan gracioso comenzar a hablar contigo, casi sin saber cómo, y tan mágico encontrarte justo cuando la Navidad ya se asomaba en el calendario.
Aunque, he de admitirlo, yo era un caos. Estaba roto, perdido, dañado… no sabía qué hacer conmigo, mucho menos con alguien como vos. Y sin embargo, fuiste tan noble, tan generosa… me amaste desde el primer instante, desde ese primer día en que nuestras miradas se reconocieron como si se esperaran desde siempre.
Recuerdo tu sonrisa… no, no sólo tu sonrisa, también esa manera en que me hablaste, esa urgencia dulce con la que corriste a mis brazos para regalarme tu primer abrazo, ese abrazo que no sabía de miedos, ese beso que fue inicio y promesa, esa entrega pura que sólo el primer amor sabe dar.
Y debo decírtelo: luces jodidamente hermosa cuando sonríes. Cuando tus ojos se iluminan al mirarme, siento que el universo se detiene. Eres arte viva cuando hablas, y cada palabra tuya es un verso que me anida el pecho.
No importa lo que suceda, siempre estás ahí. Incluso cuando yo me pierdo, cuando me equivoco, cuando fallo… tú permaneces. Siempre queriendo lo mejor para mí, siempre con ese fuego sagrado en los labios que me recuerda que aún hay razones para amar la vida. Decía odiarla, sí, lo decía a menudo… pero ya no más. Porque ahora, mi vida, eres tú.
En mis noches más oscuras, clamaba a Dios sin saber que mi súplica ya había sido respondida. Pensaba que acabaría odiándote por todo lo que removerías en mí, pero no… estoy aprendiendo a amarte con una ternura nueva, más sincera, más consciente. Temía que tú me odiaras por mis actos, por mis vacíos, pero en cambio, estás aquí… velando por mí, esperando mi renacer, apostando por mi luz.
A veces las palabras se me rebelan cuando intento expresar lo que siento. Se me quedan cortas, se me quedan mudas. Tú estabas aquí desde antes que yo supiera que te necesitaba. Hay tanta poesía dentro de mí que se agolpa y se niega a salir… pero sé que todo eso, todo ese mar de versos, es para vos.
Yo era sólo un hombre buscando la felicidad, y ahora me descubro esclavo dulce de la espera por verte. Me parece que ha pasado una eternidad desde la última vez, y nadie entiende cuánto te pienso, cuánto te amo, cuánto necesito cuidarte.
No quiero nada más… sólo que el tiempo se detenga cuando estás a mi lado. Necesito más horas para saborear la dulzura de tus besos, más noches para dormir en tu pecho, más amaneceres tomados de la mano.
Luces jodidamente linda cuando hablas, y más aún cuando ríes. Tus ojos… tus ojos brillan con una perfección que me deja sin aire cada vez que empiezo a hablarte.
Abrázame, por favor, y no me sueltes. No quiero otra cosa que verte a diario, para amarte cada día más, para entregarte mi vida y que me adores con la misma pasión que yo te adoro a ti.
Con todo lo que soy.
#4720 en Otros
#1291 en Relatos cortos
#629 en Aventura
aventura humor, aventura giros inesperados, aventura humor amistad viajes drama
Editado: 09.08.2025