Memorias de Antaño

En el fondo de mi ser.

¿Cómo estarás? pregunta mi alma a mi corazón.
Y, de la nada, veo a mi yo niño frente a mis ojos preguntándome cómo es nuestra vida ahora que somos mayores.
Yo reacciono dándole un abrazo, diciéndole que no llore… aunque tengo lágrimas en mis ojos.

El pequeño negrito quiere saber cuántas cosas tenemos ahora que somos adultos. Quiere saber si hoy somos ese beisbolista que soñábamos ser de niños. Se sienta a mi lado, viendo el horizonte, mientras yo no puedo parar de llorar: me veo tan bonito entonces… y ahora tan horrendo, por dentro y por fuera.

Sé que es mi culpa.
Pero ¿qué puedo hacer? Ya no sé qué más hacer. Sigo tirado en la cama sin ganas de salir. No tengo ganas de ver televisión, mucho menos de jugar voleibol. La universidad ya no es mi lugar de paz.
¿Por qué tú, siendo yo de pequeño, no te quedas aquí a mi lado, ayudándome a levantarme?

No, mi niño. No quiero que pienses ni que te preguntes qué será de ti.
Piensa en grande, piensa en positivo, porque quizás en tu futuro todo nos salga bien, quizás el sufrimiento que sentimos ya no esté… que incluso jamás haya existido.
Mi niño, no quiero que te sientas culpable por ser inocente, por no saber qué hacer. Solo tienes ocho años. ¿Qué más podrías hacer? Simplemente existir. Aguantar lo que podías para que yo esté aquí, donde estoy.

Dime, ¿cuál es la consecuencia de seguir creciendo con una mente de niño?
Me doy cuenta de que ya no detesto tanto las canciones viejas, ni tener paciencia. Todo lo que pasa tiene su consecuencia.

Sí, el cuarto está desordenado: los zapatos tirados, el cubrecolchón fuera, la ropa limpia mezclada con la sucia. Dime, de todo esto, ¿cuál es la consecuencia?
Si la tristeza me inunda, entonces yo me inundaré en mi desastre.

Pero, mi pequeño, quiero que cuides bien de mamá y también de papá.
Con nuestra hermana te pido que seas más amable de lo que yo he sido, porque ella pasará situaciones similares. Y recuerda: no queremos que sufra lo mismo que vos y yo.
Por eso te pido que, cuando nazca, la cuides como yo. Y cuando vaya creciendo, la cuides aún más para que no se sienta sola y siempre sepa que tiene un hermano que la cuidará.

Sé que por ahora me siento fuera de los hilos de mi cabeza.
A veces nada justifica que papá ya no esté y que mamá haya cambiado tanto, que el entorno se vuelva raro. Y cada vez que te sientas así, solo desearás no hacer daño a la única mujer que te entiende y está ahí para ti: esa mujer que promete estar contigo toda la vida y piensa cuidarte incluso cuando ya no puedas más, esa chica con la que piensas casarte.

Por eso te pido, por favor: comienza a luchar.
En el futuro tendrás esa bicicleta que tanto deseaste, y la patineta no tardará en llegar.
No dejes de leer, porque eso te ayudará cuando plasmes tus historias en un libro digital.

Así que, mi niño, te pido que ya no llores más. Solo tienes ocho años. La vida no te tratará de lo mejor, pero eso es lo que te convertirá en un guerrero.
Sé ese guerrero que yo no fui. Vive cada momento. Vive las emociones como yo las viví.

Te amo, mi pequeño negrito.
La vida es difícil, pero somos y seremos fuertes para toda la vida




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.