Memorias de Antaño

Agradezco.

Agradezco a los que no están y a todos los que se fueron: menos obstáculos que atravesar, un camino más limpio de alimañas que siempre quieren verte tropezar, que no soportan tu avance y buscan atención a costa de cualquiera. Llegan, se mezclan, se pegan al grupo solo porque sienten que su brillo se apaga cuando el nuestro empieza a encenderse. Pero bueno…

Todos queremos paz, pero estamos hartos de no ser reconocidos, cansados de ser siempre los que cargan al equipo. Aun así, agradezco a Dios por un día más haciendo lo que amamos, viendo cómo cada uno de nosotros se esfuerza por ser titular, por enfrentar al contrincante con valor y disciplina.

Y dentro de todo, algo está claro: todavía no te has retirado, incluso después de tantas mentiras. Apártate. Déjanos ser. Déjanos construir nuestra constancia, nuestra fuerza, nuestro juego… y dar muerte simbólica a todo ese veneno que sigue intentando meterse entre nosotros.

Mucho agradecimiento para quienes realmente nos apoyaron y vieron nuestro potencial en este juego que exige constancia y una mentalidad fría. Seguimos metiéndole fino porque queremos ser un grupo respetado, que honre su arte, sus ganas de mejorar, ese deseo firme de mostrar un gran nivel como en el último partido. Agradezco el esfuerzo de todos los que están aquí.

Agradezco a quienes confiaron en nosotros, porque dimos todo para ganar esa victoria. Y ahora que no vengan a colgarse del logro aquellos que nunca estuvieron, los mismos que dicen que no agradecemos nada cuando jamás apoyaron desde el momento cero. Nuestra misión es clara: ser reconocidos y llevarnos el crédito que nos pertenece; ya no dejaremos que lo disfracen quienes solo sirven para hablar.

Agradecido con Dios por darme un día más y las fuerzas para entrenar, caminar y saltar; para calcular y golpear; para respirar y tomar impulso. Agradecido por el don de escribir, por esta habilidad nata para transformar lo que siento. Dame más concentración para hacer todo lo mejor posible, y si fallo, dame la energía para seguir avanzando hasta donde debo llegar. Déjame ser el warrior que observa, protege y actúa; dejo mi alma en tus manos para que guíes mis carreras, mis saltos y mis golpes.

Tengo claro que no soy el mejor, pero ¿quién sos vos para decirme que no puedo llegar más lejos? Sí, no soy el mejor, pero jamás negué mi talento. Mientras pueda mejorar, estaré agradecido con quienes me ayudan a desarrollar ese potencial. Y si no hay ayuda, seré yo mismo quien rompa mis propios límites, porque mi límite es la muerte. A veces siento que es como hablar con locos: brutos que no entienden cómo se trabaja de verdad.

Agradezco las veces que las oraciones bendijeron mis días. Agradezco los momentos en que soportaste mi mal carácter cuando no hacía las cosas como debía. Ahora me toca mantener la calma, dejarlo todo en el terreno y seguir agradecido por lo poco, por lo suficiente, por lo que me toca construir cada día.




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