Mami siempre encuentra todo.

Duerme tranquilo y descansa sin preocupaciones.
Deja la angustia para nosotros, los que seguimos vivos.
Mami siempre encuentra todo,
y yo seré quien te encuentre.
Así sea solo la ropa que usaste antes de desaparecer,
así sean solo tus huesos,
no descansaré hasta hallarte.

No tengas miedo de la noche ni del olvido.
Mientras yo respire,
no habrá silencio suficiente para borrarte.
Mi amor no sabe rendirse
y mi corazón no entiende de finales.
Así sea en un desierto árido,
con miles de kilómetros de arena quemándome los pies,
yo caminaré igual,
siguiendo corazonadas, rumores y rezos rotos.
El sol podrá partirme la piel,
pero no me detendrá.

Así sea en las aguas profundas de ríos, lagos o mares,
donde el miedo se mezcla con la sal y el lodo,
meteré las manos sin temblar.
Porque una madre no le teme al fondo,
le teme a no buscar.

Así sea entre montañas cubiertas de maleza,
espinas, serpientes y sombras,
yo abriré camino con el cuerpo cansado.
Si tengo que sangrar, sangraré,
si tengo que caer, me levantaré.
He aprendido a leer la tierra,
a escuchar lo que otros no oyen.

A reconocer huesos donde otros ven piedras,
a ver hijos donde el mundo solo ve restos.
No soy forense,
soy madre,
y eso me ha vuelto más fuerte que el miedo.
No busco muerte, hijo.

Busco justicia, busco verdad,
busco el derecho de llevarte a casa
y darte una sepultura digna,
con tu nombre dicho en voz alta
y flores que no conozcan la prisa.

Si el mundo se cansa de buscar,
yo no.

Si el tiempo quiere que me rinda,
no sabe con quién habla.
Porque una madre buscadora
no se jubila del amor
ni se retira del dolor.
Descansa, mi niño.

Aquí sigo yo, con el cuerpo cansado,
las manos llenas de tierra
y el corazón terco como siempre.
Te encontraré.
Aunque me tome la vida,
aunque sea lo último que haga,
te encontraré
y te llevaré a casa.