Elian no podía dejar de mirar la pantalla. Los códigos parpadeaban en un patrón irregular, como si tuvieran vida propia. Dania, sentada a su lado en el taller abandonado, mantenía los ojos fijos en su tableta, intentando descifrar lo imposible.
—Esto no es un simple mensaje —dijo ella en voz baja—. Es un lenguaje oculto. Como si alguien nos estuviera hablando... desde adentro del sistema.
Elian sintió un escalofrío. Las luces parpadearon en la habitación, y por un instante, todo quedó en silencio. Luego, un zumbido sutil comenzó a vibrar en el aire.
—¿Lo oyes? —preguntó.
Dania asintió. —Sí. Es como una frecuencia... baja, casi como si una máquina respirara.
De repente, el monitor estalló en un mar de líneas verdes, formando una palabra que nunca habían visto antes: Memoria. Luego, otra: Advertencia.
—¿Crees que Jean Carlos está detrás de esto? —preguntó Elian.
—No lo sé. Pero si esto viene de él, entonces no estamos preparados.
En ese instante, las cámaras de vigilancia del lugar se activaron por sí solas. Una imagen borrosa apareció en la esquina inferior de la pantalla: una figura con un abrigo negro, entrando al edificio. No se le veía el rostro.
Elian se levantó de un salto. —¡Nos encontró!
—No... —dijo Dania, ampliando la imagen—. Ese no es Jean Carlos.
La figura levantó la cabeza y miró directamente a la cámara. En sus ojos, una luz azul intensa brilló... y luego, la transmisión se cortó.
—¿Quién era ese? —preguntó Elian, con el corazón latiendo con fuerza.
Dania no respondió. Sus dedos temblaban al escribir en la pantalla, tratando de restaurar la señal. Y entonces, una última línea de código apareció:
“El sistema no es lo que parece.”
Fin del capítulo.