Memorias de Otoño

Diana

Luz de primavera que conecta tu piel dócil y radiante.

Observas la tierra y denotas esa sonrisa que absorta el tiempo y navega por las nubes.

Extiendes tus manos y te transportas como un ave viajera a través de los

caminos pasionales.

Tu sustancia espiritual, tu mirada encantadora, tu poderosa invasión

rompen el camino y descartan la hojarasca que dejó el otoño.

Sin el fuego que consume el terreno, reposas tus frágiles pies,

formando huellas imborrables en el jardín del edén.

Tu figura blanca, tus ojos claros, el rubor que forman tus mejillas, el

volumen de tus labios rojizos, el vitoreo que impacta y espabila tu extenso cabello castaño,

tu belleza natural parece ser el regalo que la deidad le entregó al mundo.

La noche se aproxima y huyes de la oscuridad, porque la luz de tu interior extraña la calidez.

Te trasladas por el sendero, siendo la estrella que ilumina el túnel del naufragio.

Tu tiempo en la naturaleza es mínima,

te extiendes por el cielo, erguida y contenta, sabiendo que la noche oscura no opacó tu brillo interno.

Las rosas sucumben, llenas de tristeza ante la partida de la princesa del amor ,pero su creación divina vivirá en los eternos recuerdos.




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