—¿Nuevamente iras a pasar el verano a casa de los abuelos? —pregunta mi madre mientras me ve preparando mis maletas, cada año desde que puedo recordar mis veranos siempre eran vividos en el cálido pueblo costero de mis abuelos, pese a que ellos fallecieron hace unos años, a mis veinticuatro años no he sido capaz de dejar atrás esta vieja costumbre—. Por lo menos vuelve para tu cumpleaños.
Terminando de guardar todo en mis maletas me dirijo a mi madre quien me mira como a un niño—. Tal vez —respondo, volver o no para mi cumpleaños no me supone algo de importancia, pasarlo solo se volvió una costumbre desde aquel verano, un verano el cual más que sentirlo como real, fue lo más parecido a estar dentro de un sueño.
Hace catorce años, así como ahora junto a mis padres viaje a casa de mis abuelos, desde siempre la idea de pasar dos meses fuera de la ciudad era algo completamente desagradable para mi pues pese a los años ese pueblo costero siempre se ha mantenido totalmente varado en el tiempo; internet, celulares, tecnología nada de ello forma parte esencial de la vida, un sitio antiguo donde solo aire limpio y naturales sonidos inundan el ambiente.
—Quieres quitar esa cara —era la frase con la cual mi madre recibía al verano cuando llegábamos al pueblo—. ¿Tienes que hacer esa cara cada año?
—¿Y cada año debemos acudir a casa de los abuelos? —era mi contestación, por aquel tiempo para mí era la peor tortura posible, pues se me tenía la prohibición de llevar cualquier aparato electrónico.
Cuando llegábamos al pueblo siempre sentía como si hubiera viajado en el tiempo; las viejas edificaciones, la ausencia de vehículos, gente caminando acompañadas por el sonido del mar, realmente parecía un lugar donde el tiempo no parecía gobernar. La casa de mis abuelos al haber sido construida sobre una enorme colina poseía una vista indescriptible del océano. Siempre, luego de saludar a mis abuelos subía a la habitación del segundo que ellos hicieron especialmente para mí la cual poseía la mejor vista de todas las recamaras, poco podía imaginarme lo especial que aquel verano sería.
Mientras el primer día transcurría lenta y estresadamente, mi madre llamo a la puerta abriéndola una vez respondí a su llamado—. Amor, tus abuelos, tu padre y yo iremos a una fiesta en la isla que está cruzando el mar, ¿Te gustaría venir con nosotros?
—Prefiero quedarme aquí —respondí con mi vista puesta en el océano, ahora que lo pienso en aquel tiempo era bastante injusto con mis padres, pero realmente me enojaba ser forzado a ir a un sitio donde no deseaba estar.
—Te dejaremos algo de dinero por si se te llega a ofrecer algo —me quede solo, la casa se sumergió en un profundo silencio siendo el sonido del océano lo único en oírse, cuando la tarde cayo baje a la cocina y me prepare algunos emparedados. Aburrido decidí pasear, cuando recorrí algunos sitios finalmente me decanté por ir a contemplar el océano, verlo siempre conseguía llenarme de tranquilidad, al llegar pude ver a unos niños de más o menos mi edad jugar en la distancia y al otro lado de la playa vi a otro niño contemplando el gigantesco mar de agua, se hallaba en una zona donde el agua alcanza a cubrirle hasta las rodillas.
Habiendo llevado un cuaderno conmigo, recuerdo haberme puesto cuidadosamente en un lugar donde pudiera apreciar mejor su mejor perfil, para mi corta edad el dibujo era lo único sobresaliente de mí, hacer un boceto de aquel niño me llevo un largo tiempo y pese a que él se movió pude dibujarlo en la posición en que se mantuvo la mayor parte del tiempo. Cuando lo vi girarse repentinamente hacia el lado en donde yo me encontraba velozmente oculté mi cuaderno tras de mí, no quería tener problemas por haber dibujado a alguien sin preguntárselo.
Al girarse quede hechizado por su gentil mirada miel, sus ojos poseían un color fuera de este mundo, todo en mí se paralizo, no fui capaz de mover algún musculo hasta que aquel chico se me aproximo deteniéndose frente a mí—. Sabes, se siente algo extraño ser mirado tan fijamente por un desconocido —su suave y gentil voz consiguió volverme a la realidad luego de que mi cerebro hubiera dejado a mi hígado al mando, cuando note nuestra cercanía termine por hacerme hacia tras cayendo sobre mi cuaderno.
—¡Lo siento! —me disculpe completamente exaltado y avergonzado al mismo tiempo consiguiendo hacer reír al chico frente a mí. Tranquilo me levante con la cara completamente roja.
—No te había visto antes por aquí —comentó una vez pudo parar su risa, verlo por alguna razón ocasiono que algo en mi interior se estremeciera, quizás mi corazón se salió de su sitio por un momento.
—Vine… a pasar el verano con mis… abuelos —respondí algo confundido, aunque realmente solo iba de visita durante vacaciones largas al ser un pueblo pequeño incluso los vecinos me conocían al igual que unos cuantos niños con los cuales al final terminaba jugando.