Memorias de un corazón roto

Rumores

¡Es él!

¡Está aquí!

Yo tampoco lo vi en el funeral.

Dicen que estuvo a punto de suicidarse también.

¿De verdad? Yo escuché que él había sido el culpable.

Debe estar devastado.

Los murmuros comenzaron a escucharse por todos los rincones de la cafetería. Creí que estarían a punto de dejar el tema, pero cuando Daniel Coleman puso un pie en el instituto, los rumores sobre la muerte de Zoé se hicieron mucho más presentes.

¿Y qué tiene que ver Daniel Coleman con eso?

La fabulosa Zoé Orozco de último año, era su novia. Unos dicen que Zoé se suicidó por su culpa, pues por lo que he escuchado, ellos habían estado discutiendo días antes de lo sucedido. Otros dicen que la historia del suicidio es sólo un tapón para ocultar el "verdadero" homicidio del cual Daniel es "acusado", y que la razón por la que ha faltado a clases durante estas dos semanas ha sido por intentar esquivar cargos penales. También hay quienes son más compasivos y concluyen que el chico sólo ha estado abatido por la pérdida de alguien tan especial.

En el rating de popularidad, supongo que encabezaban la lista, incluso antes de Amber Mouque y su insoportable grupo de animadoras con voces chillonas y labiales escandalosos. Esto era porque al menos Zoé podía recordar los nombres de las personas que la rodeaban y ser amable con ellas sin la cara de no olvides que soy la reina que tanto caracteriza a Amber. Zoé no necesitaba esa expresión en su rostro. Zoé sabía que era la reina.

Hace un tiempo escuché que ella y Amber habían sido amigas durante la escuela primaria, sólo que su amistad terminó en el momento en que Amber pegó "accidentalmente" una goma de mascar en el cabello rojizo y rizado de la pequeña Zoé de diez años. Al parecer lo superaron al entrar a la secundaria, pues aunque no continuaron siendo las mejores amigas, compartían pequeñas charlas y grandes fiestas.

Yo no sé sobre Zoé Orozco más de lo que cualquier estudiante del Instituto del Valle Sur sabe, jamás tuve la oportunidad de hablarle, ni siquiera de acercarme a su círculo social, mucho menos siendo un año menor y sin pertenecer a ningún club escolar.

Desde hace más de un año, ella y Daniel formaban la mejor pareja de todo el colegio. Y hace dos semanas, la encontraron muerta en el acantilado de una carretera montañosa camino a la costa. Y hasta ahora, todas las investigaciones apuntan a un suicidio, lo cual es difícil de creer de una persona que disfrutaba tanto de la vida como ella.

—¿Crees que Daniel ya se sienta mejor? —Me preguntó una casi preocupada Susan que, como todos, observaba la entrada de Daniel a la cafetería y se dirigía a su mesa habitual para saludar a sus amigos.

—¿Así que estás del lado de los compasivos? —Interrumpió Vic con tono burlón sentándose en una de las sillas desocupadas de nuestra mesa.

—¿Qué no sabes lo difícil que es perder a un ser querido? Ah, cierto, tú no tienes corazón.

—Tranquila, Susan. Claro que lo sé. Sólo lo digo porque todo el Instituto habla de eso —Decía Víctor haciendo un ademán de molestia con sus manos. —No paran. —Negó con la cabeza y la detuvo al momento que vio su hamburguesa. Se dispuso a comerla. —Ya hasta he tenido pesadillas —añadió con la boca llena.

—No tantas como él... —les dije mientras veía cómo una chica de cabello teñido al estilo californiano se acercaba y brindaba un abrazo reconfortante a Daniel. Creo haberla visto con Zoé en varias ocasiones, probablemente haya sido una de sus amigas, no lo sé. Susan sabe más de las vidas ajenas que yo.

Daniel recibió el abrazo con una gran sonrisa despreocupada, pero en sus ojos no se notaba eso. Los círculos casi negros que rodeaban sus ojos delataban que no había podido conciliar el sueño en más de una noche.

—¿Ahora te interesas en los chicos populares, Pequeña Ori?

"Pequeña Ori" es el apodo que Vic me dio desde el día que nos conocimos, no porque tenga la misma estatura que un hobbit, no me considero enana; el sobrenombre me fue asignado por mi rostro. Sí. Mi rostro. Tengo el rostro de una niña, o como muchos prefieren describirme: tengo cara de bebé.

—Ha llamado la atención de todos —me excusé.

Era cierto. Probablemente la inasistencia de Daniel Coleman al funeral de su fallecida novia y a las clases durante dos semanas después de éste, hayan llamado incluso más la atención que la misma muerte de la chica. Al menos en los últimos días. Así parecía ser para la mayoría de estudiantes del Instituto del Valle Sur, excepto para aquellos que se encontraban dentro de ese círculo social, para ellos, la perdida de una amiga (y una gran anfitriona de fiestas) generaba un dolor propio del cual tenían que concentrarse en superar.

—Ori... Aparte de ser Daniel Coleman, es (o era) el novio de la chica muerta, claro que iba a llamar la atención —decía Víctor con aire obvio. —Incluso lo hace cuando juega uno de nuestros partidos de básquetbol, no importa si gana o pierde... o si decide quedarse sentado en la banca.

—Vic sólo está celoso porque no recibe la misma atención cuando encesta —dijo Susan con una sonrisa acusadora.

—No tengo nada que envidiarle a un blanco —aclaró, orgulloso de su tez morena.

Vic también es parte de la selección de básquetbol del Instituto, así que es normal que cruce palabras con Daniel, no como amigos exactamente, sino como compañeros de equipo.

Sonó la campana que indicaba el regreso a clases.




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