Durante la larga y aburrida clase de Historia Universal del señor Sansores, observé a Susan que se encontraba sentada en la siguiente fila, justo al lado de mí. No me sorprendió verla haciendo garabatos en su libro de texto con su mano derecha mientras que con la izquierda tiraba un mechón de su corto cabello negro.
Siempre he sido de la idea de que no a cualquier chica le va bien un corte así; yo, sinceramente, pienso que luciría como un niño. Pero debo admitir que a ella le va perfecto. Tal vez sea por su nariz respingada. O tal vez sea su manera de alzar la ceja cada vez que duda, sospecha o acierta durante una de mis verdades distorsionadas. No es que suela mentir a mi mejor amiga; es que la mayoría de las veces, ella sabe la respuesta antes que yo misma.
—Oriana —escuché que me llamó el señor Sansores y enseguida me incorporé en mi asiento.
—¿Sí? —pregunté un poco asustada. No era la primera vez que Sansores me descubría desinteresada en su clase. Era típico de él jugar a hacer preguntas que él mismo acababa de responder; sólo para comprobar que no estás poniendo atención y hacerte ver como un tonto frente a la clase mientras te presiona en responder.
—¿Podrías ir por los exámenes parciales? Están en la sala de profesores, ya los califiqué —me pidió con una amabilidad que por un segundo creí que era forzada.
Un suspiro de alivio se escapó de mis pulmones.
—Claro, profesor —no iba a desaprovechar esta oportunidad para salir de aquí, ¿cierto?
Me puse de pié y me dirigí a la puerta. Esperé su indicación.
—Es el tercer estante del lado derecho —me dijo finalmente.
—De acuerdo. —Dicho eso, salí al pasillo camino a la escalera.
Bajé hasta llegar al primer piso, en el cual se encontraba la sala de profesores justo al final del pasillo. Caminé con paso relajado hasta ella.
Si me preguntaran qué es lo que más me gusta del Instituto del Valle Sur, la respuesta siempre será: el jardín principal. Entre los edificios de secundaria y preparatoria se encuentra este jardín, mi favorito. Ahí es donde se celebran la mayoría de los festivales escolares.
Pude contemplarlo mientras caminaba por el pasillo, justo al lado de éste. Es como un pequeño parque para los estudiantes en las horas libres. Con árboles y algunos espacios para las flores, bancas que ahora mismo están libres ya que todos estamos en hora de clase. Por supuesto, el silencio reinaba fuera de las aulas. A excepción de los cantos de los pájaros en el jardín, y los sollozos que podía escuchar desde aquí...
Un momento.
¿Sollozos?
Entonces me detuve.
Justo a mi izquierda se encontraba el sanitario de chicas. Pero pude notar que el sonido no venía de ahí. Entonces me di la media vuelta y busqué el origen de aquellos sollozos.
Ahí.
Viene del sanitario de chicos.
Me dirigí con paso silencioso hasta la puerta de éste, no pensaba sorprender a nadie, y menos en esas circunstancias. Pero la curiosidad se apoderó de mí.
La puerta no estaba cerrada del todo, tal vez es por eso que he podido oír. Tiene un pequeño espacio abierto, pero lo suficiente para poder echar un vistazo al otro lado. Así que me acerqué al marco y observé.
Dentro, a espaldas de la puerta y frente al espejo, se encontraba un chico de estatura alta con los brazos apoyados a los costados de uno de los lavamanos. Tenía el grifo abierto, pues aunque no lo veía ya que su cuerpo me lo impide, podía escuchar el agua caer; supongo que acaba de lavarse la cara para no dejar rastros del llanto. Estaba cabizbajo, así que sólo pude observar su cabellera rubia.
Levantó un poco la cara mientras daba un suspiro tratando de calmarse a sí mismo. Entonces pude ver el reflejo de su rostro en el espejo. Era Daniel. Tenía los ojos enrojecidos y la mirada vacía; las lágrimas no dejaban de recorrer los caminos que habían formado en sus mejillas. Sentí un estrujo en el pecho.
Estaba destruido.
No puedo comprender su dolor. Yo nunca he perdido a nadie de esa manera. Aún así, sentí una gran necesidad de ir hacia él, consolarlo.
Pero no pude. ¿Cómo? Ni siquiera nos conocemos.
Así que simplemente me aparté de ahí antes de que pudiera notar que lo espiaba.
.
«Tercer estante del lado derecho» recorrí la solitaria sala de profesores con la vista.
Ahí está.
Justo como dijo el señor Sansores, en el tercer estante se hallaba una pila de hojas de papel: los parciales calificados. Sólo que olvidó mencionar un pequeño detalle: estaban en la tabla más alta. Repito, no soy enana, pero mi estatura media no parece ser de mucha utilidad en estos casos. Bufé ante aquel insignificante problema.
Me acerqué al estante y me puse en puntas para alcanzar esos exámenes parciales; como supuse: no funcionó. Miré a mi alrededor. No había nada que pudiera utilizar como escalón, y definitivamente es mala idea subir a una de las sillas giratorias.
Clavé la vista en la tabla más baja. Tal vez si subo a ella... Bueno, se veía resistente. Puse un pie en ésta sólo para probar si soportaba mi peso. Es resistente. Bien, usaría esto como escalón y tomaría las hojas rápido. De todas formas sólo sería por unos segundos.
Alcé el segundo pié y pude alcanzar a tocar los parciales...
—¿Qué intentas hacer?
Me sobresalté al escuchar esas palabras en mi oído, lo que hizo que perdiera el equilibrio y...
¡BAM!
Caí de espaldas al suelo junto con toda la pila de hojas encima de mí.
Dolor fue todo lo que pude sentir en ese momento. Aunque agradecí que mi cabeza haya sido la menos afectada, el peor golpe se lo ha llevado mi trasero.
Parpadeé un par de veces.
Recargado en la pared se encontraba un chico observándome curioso... No. Observaba los parciales regados en el piso y encima de mí.
—Ah, ya veo... —dijo como si hubiera dado en el blanco. Buscó mi cara en el suelo y me miró a los ojos. —Intentas cambiar tus notas.