(Plato, marzo de 1928)
Las canciones lejanas de un fatal arcaísmo,
Ya no tienen para mí raras alucinaciones
Son como músicas tristes de un inútil idealismo,
Que se alejan de mi mente ebria de renovaciones.
Yo adoro el verso puro que copie el paisaje,
Como el espejo vivo de una reina encantada,
Que siempre que lo busque me rinda vasallaje,
Y cante la belleza de las cosas olvidadas.
Yo adoro el verso puro y lleno de armonías
Que descubra los secretos de la eterna belleza;
Que arranque del corazón de rica pedrería
Las perlas que no ha dado aún naturaleza.