Memorias de una mente frágil

El cadáver de la filantropía

Primera parte: Pasiones.

 

12 de diciembre de 2016.

 

¡Oh, maravilloso mundo! ¡Insípida región de los hombres de rigor infame! Feliz he amanecido entre estas cobijas baratas de prisión amplia, tan ancha como tu espalda, para admirar la porquería de tu brezo.

 

Esas calles corruptas prueban mis ojos con fascinante redundancia. Aquellas horas en vela fueron en vano nuevamente: sigue en pie la vereda y la fachada de enfrente, con el mismo sucio y despreciable aroma humano.

 

¡Vivan tus hombres vestidos de nobleza, aquellos foráneos admirables por el desprecio! ¡Viva esa boca podrida que sonríe con repudio nuestro unilateral acuerdo!

 

Esa monstruosa cordialidad es el único rasgo social que admiro, cuando no respiro el mismo azufre que hace el llanto aéreo.

 

Tantas cabezas en la multitud son simpatizantes enemigas, viles hojas blanquecinas teñidas de llanto conformista. El único guía es la etiqueta que se asigna como un código de seguridad, una vaga pista.

 

Miente, miserable redentor, filántropo amigo, para que sonrían como drogadictos en pleno efecto. A la izquierda se sigue la linterna si son todas imbéciles polillas; saben que deben morir en el artilugio de Hefesto.

 

Esas mentes optimistas me despiertan medio muerto y su concepción de la muerte me devuelve a la vida: ese miedo reticente remienda lo que en pretérito significó una herida, aquella clásica entradilla para el mausoleo de mis huesos.

 

¡Que ingenuidad más fascinante, que infantil denuedo ejecutor! Esa ceguera de entregarse por alguien; que basura más sincera es el amor.

 

Los demás son el todo... ¡Por favor! ¿Haz visto el rostro agradecido en un muerto después de recibir tu carisma y falsa disposición? La cabeza de un solidario es más ligera de patear bajo el cajón.

 

¡Muere entre tus dádivas, miserable raza que resiento! ¡Ahógate en tus aires de grandeza! Te ha mentido el cielo al elegirte por la destreza de ser tan cínico estafador.

 

Ahora mira mis manos vacías y siéntete mi deudor: un ladrón alardea su humanidad cuando roba a otro ladrón, pues ser egoísta no es profano entre tanto altruista si el paraíso es consecuente con los soldados del clan traidor.

 

Somos del mismo modo, hombre tú y humano yo.

 

[¡Oh, mal mío el del raciocinio! Detesto mis episodios de cordura. ¡Llévame lejos de esta monstruosa cociencia, tierna dosis de Modafinilo!

 

No pretendas que sea consciente de mi mortalidad cuando ya padezco ser insomne vividor.]

 

Humano en primera persona, de pie y buscando el aire mustio. ¡Que ridícula comedia, que placer más limítrofe, que hilarante espectáculo romano!

 

[¿De verdad pueden estar hechos del mismo material el cuchillo y el cervatillo? ¡No me hagas reír!]

 

Es evidente la falta de entendimiento contra mi naturaleza: un arma de fuego no sabe de que está hecha cuando dispara.

 

Y si hombre he sido como me acusas, lástima me causas: somos exactamente iguales.

 

Te derrotas a mí como congénere y pretendes que te salve, pero, "querido", nunca dudaste al liquidar otra especie. Tu eres un ave silvestre; es exactamente igual por mi parte.

 

[¡Alma taciturna, no despiertes mis inhibiciones! Ya he tomado la decisión de desechar ese miserable arte]

 

¡Que blanco más fácil, estúpida gentuza! ¡Cuán agradable esa capacidad de inventar seguridad aún en el filo de mi vista! Esa perfidia tan dulce me conquista. ¿Es tan limpio panorama vivir engañado?


Y se imitan, todos juntos como juncos frente al viento, pues son débiles ante lo mismo, más allá de sus destrezas. Si yo alzo el hacha todos pierden la cabeza y si camino en la calle para todos paso inadvertido.

Es muy fácil hacer ceder a los estúpidos como varillas cuando tengo tanta gracia para empuñar un cruel amigo.

El abismo es un cerco bajo, después de todo, para tan sencilla diana.

Incluso el paisaje que proceso, tan débil e hipócrita, es un paraíso entre tantas voces penitentes. ¿Saben cuanto había esperado por ver perforada su altanería?

¡Felicidades al genio con tan buena puntería! Jamás hubiese tenido coraje para actuar con tanta calma.

[¿Qué hay con esos ojos desaprobadores? No es un crimen envenenar a las ratas]


Yo no he disparado, ha sido el arma. Es esencialmente sencillo.

¿Cómo iba a dar fin a su estupidez cuando disfruto tanto de su agonía lenta y pura?

Júzgame con tu prudente compasión; el miedo siempre será un buen amigo para los débiles como tú.


Mas, no puedes culparme de haber sonreído cuando tantos payasos estuvieron juntos en una misma sala. Es un asunto de principios.



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En el texto hay: locura, poesia, humanidad

Editado: 14.04.2019

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