Para muchos sería imposible simpatizar con un total desconocido, pero no para Jonathan y Lora ellos se llevaron bien de inmediato, quizás por la soledad de ella o el hecho de que para el era casi una amiga. Hablaron durante todo el día, rieron, sufrieron y se dieron cuenta de lo mucho que tenían en común.
-¿Crees que tu padre me reciba? -pregunta ella.
-Sé que para ti es difícil de creer, pero mi padre te conoce -responde el- y la verdad te admira… siempre que te veía hablaba de la idea de reclutarte, el creía que podrías ser de mucha ayuda en el ejército.
-Habría sido emocionante -responde Lora asombrada.
-Hizo una petición a la líder, pero ella se negó.
-Espero jamás conocer a esa mujer -dice fastidiada.
-Tranquila… ahora que te iras con nosotros no tendrás que preocuparte por ella -dice él mientras le toca sus mejillas.
-He estado sola siempre, es raro para mi pensar que mi vida cambiara así de rápido.
Ella se aleja y comienza a ordenar los trapos que Jonathan tendrá que ponerse para ir en busca de Michel y los deja sobre una pequeña mesa. Jonathan se acerca desde atrás y al igual que la primera vez que se vieron presiona su cuerpo contra ella arrumbándola contra la mesa.
-Si tu quisieras yo jamás volvería a dejarte sola -dice el a su oído.
Lora se estremece al sentir la respiración de Jon sobre su cuello, se gira y la mirada de ambos se encuentra, una mirada de pasión y deseo. Jonathan toma a Lora desde su cintura y sin nada de esfuerzo la sienta sobre la mesa, ella abre sus piernas y el muchacho se pone justo en medio envolviéndose con ambas a la cadera, comienza acariciando sus piernas subiendo hasta su trasero tomándola con fuerza y empujándola contra él, Lora sentía el rose y temblaba de placer mientras el besaba su cuello subiendo por su oreja. Ella solo dejaba que el la tocara, solo quería gozar el tacto de este muchacho hermoso que había entrado a su casa sin su permiso y ahora la complacía de esta manera. Cuando ya había besado, tocado y apretado cada centímetro del cuerpo de la joven Jonathan se detiene y poniendo ambas manos sobre la mejilla de Lora se acerca para besarla.
-¡No! -dice ella levantándose rápidamente.
Jonathan no comprende nada.
-Disculpa -dice ella- no quise gritar.
-¿Hice algo malo? -pregunta el preocupado.
-No, no… créeme, absolutamente no -responde Lora- es solo que esto es muy rápido comprendes, además… además yo -intenta hablar, pero no lo logra.
-¿Además qué? -pregunta intrigado.
-Yo jamás he besado a alguien -dice avergonzada.
Jonathan no sabe que responder, él tampoco tenía tanta experiencia, pero si había estado con mas de una chica, además era muy difícil creer que Lora no tuviera alguien tras de ella, la muchacha era muy bella tenía cabello negro muy largo hasta las caderas liso, era medianamente alta y delgada, considerando que había trabajado toda su vida su cuerpo era bastante atlético, incluso con los pantalones rotos y la blusa sucia que usaba se veía hermosa.
-¿Cómo es eso posible? -pregunta el- eres inteligente, esforzada, amable, generosa y además bella. Donde yo vivo eso es una chica perfecta.
-Primero, yo no soy perfecta -dice apenada- segundo, si varios chicos han intentado cosas, pero nunca me ha interesado. Cuando creces en un lugar como este ves a todos como parte de tu familia, sobre todo si eres una huérfana como yo… me era muy difícil ver a mis amigos como algo más que hermanos. Creo que siempre estuve esperando algo más.
-No lo había pensado de esa forma -dice Jon- no quise incomodarte.
-No te preocupes, me siento bien contigo.
Ambos sonríen y terminan la conversación. Lora ayuda a vestirse a Jonathan quien luchaba para poder meter sus fuertes brazos en la vieja camisa sin romperla, cuando ya está listo Jon acomoda la pequeña pistola en su ropa interior mientras Lora lo observa ansiosa.
-Estamos listos -dice ella girándose ocultando su cara.
-Vamos -responde impaciente.
Les toma 30 minutos llegar hasta la central de acopio, antes de acercarse Lora le indica a Jon en el GPS donde deben juntarse al salir y ambos se separan. Jon se acerca a la alta reja que dividía el recinto de la ciudad y ahí comienza a hacer mucho ruido golpeando el metal y gritando para llamar la atención de los guardias. Lora le había ensuciado la cara con una pasta negra y además le había puesto una venda en la cabeza solo para que no lo reconocieran.
-¡Ayuda, ayuda! -gritaba desde afuera de la reja.
-¡Mantente ahí, no te muevas! -dice un soldado mientras lo apunta.
-¡Ayuda! -vuelve a decir Jon.
-¡Ponte de rodillas! -ordena el soldado.
Jonathan se arrodilla y sigue gritando incoherencias hasta que el guardia se acerca.
-¿Cuál es tu nombre? -pregunta el soldado.
-No lo sé -dice Jonathan llorando- no lo sé, yo solo estaba adentro y de pronto estaba afuera.
-¿Te escapaste? -pregunta confundido el guardia.