Memorias Perdidas

CAPITULO1. UN NOCHE DIFERENTE

68747470733a2f2f73332e616d617a6f6e6177732e636f6d2f776174747061642d6d656469612d736572766963652f53746f7279496d6167652f784e764c62696e30497343425f773d3d2d3634393933383637372e313664653734396161663737346639393137363436383932373734322e706e67?s=fit&w=1280&h=1280

 

Ya son más de las 7 pm y el cielo está completamente nublado, si sigue asi este sería el primer día de primavera que no podré ver las estrellas, por más que desee verlas no puedo, no controlo el clima. En la ventana de mi cuarto tengo un telescopio que apunta directo al cielo. Regalo que me dejó mi madre antes de fallecer. Veía las estrellas todos los dias para despejar mi mente.

No me acuerdo cuando fue el día que comenzó mi gusto por ver las estrellas, ni mucho menos cuando me dejó el telescopio mi madre. En realidad, hay bastantes hechos que no recuerdo de mi niñez, tales como la primera vez que aprendí a montar una bicicleta, mi primer día de clases en kínder o como fue que me hice amigo de max. Todos recuerdos irrelevantes. Lo mas lamentable es que tampoco tengo recuerdos de mi madre, a pesar de que nuestro desafortunado accidente ocurrió cuando yo tenía 7 años, antes de eso, todo es negro, como estar en las profundidades del océano, no podía ver nada. Al final termine acostumbrándome a ese vacío.

Me tumbe a mi cama medio hecha, esperando a que el cielo se despejara un poco. Encendí mi celular y comencé a ver videos de gatos, al  poco tiempo el cuarto comenzó a sentirse caliente y yo me sentía sofocado. Me levante un poco perezoso a abrir la ventana, la cual tiene vista panorámica del parque frente a la casa. Me percate de una chica en medio del parque, sentada en una banca de madera a mitad de la noche.

Ella acostada sobre una banca observaba el cielo con una pasión desconcertante, como si esperara pacientemente que sucediera algo. Se veía como si fuera la escena de una película dramática.

Pero como siempre, hice caso omiso y proseguí a empacar los útiles para el día de mañana.

Faltaban minutos para la media noche y aun no lograba quedar dormido, revolcándome unas cuantas veces en la cama. Agarré el telescopio, mi libreta personal y comencé a leer el cielo esperanzado de que al menos hacer eso me hiciera dar un poco de sueño.

—Hoy hay luna llena. No podrás ver las… —pronunció mi hermana con la voz ligeramente ronca desde la entrada de mi cuarto.

— ¡Demonios, ¡Liliana! ¿Quieres que te enseñe a tocar la puerta? —exclamé acusatorio por su instrucción a mi cuarto a altas horas de la noche.

Somos tan iguales y a la vez tan diferentes. Como dos gotas de agua, hasta que las pruebas y te das cuenta de que una es salada y la otra dulce.

—Jajaja...lo...lo siento. —se lanza a mi cama medio desordenada y comienzo a pensar en lo tonta que se ve riendo.

Tras una pausa añade: —Mateo, deberías ir a la fiesta de Ana María. Es hoy.

—No me invitaron —digo fingiendo mi indignación.

—Invitó a todos los grados de once incluyéndome. Lo más gracioso es que yo no estudio en el mismo colegio que tu—dice mientras se levanta de la cama y se agarra el vestido rojo que usa. Se ve horriblemente ajustado.

Simplemente no estas en mi colegio porque llamas demasiado la atención.

—Sera incómodo ir. No hablo con nadie —digo siguiendo con mis ojos sus tacones de aguja y chillo ante el dolor que me provocaría usar uno de esos, aunque fuera por cinco minutos.

Me levanto de mi silla y me acerco a ella evitando que toque mis figuras de edición limitada que están sobre la repisa cuidadosamente.

—¿Te he dicho que eres un obsesivo compulsivo? —chasquea la lengua y me lanza una mirada de desaprobación.

—Si, muchas veces, así que no los toques. La semana pasada fuiste muy imprudente y agarraste a Batman con las manos cubiertas de maquillaje.

Giro sobre mis talones para sentarme nuevamente frente a la ventana y ella me abraza por la espalda.

—Max irá. —me susurra en el oído.

—No es asunto mío. Es su vida no la mía —espeto, codeando su brazo para apartarla.

—Eres un asocial de mierda Mateo. Asocial y obsesivo compulsivo… No te acuestes tan tarde —exclama ofendida. Se aleja, pero se devuelve para darme un beso en la mejilla.

—Y tu una obsesiva por las fiestas, idiota —digo y tras una pausa añado en tono serio y le pregunto: —De verdad ¿Piensas ir?

—Si~.

—Debes saber que, aunque Max vaya, él también va a tomar y también será irresponsable y no estará siempre cuidando tu pinche trasero. —

Liliana observa los lados de mi habitación con los ojos a medio cerrar y comienza a inspeccionar mi habitación con la mirada. Agarra una almohada, la lanza por el aire aterrizando detrás de mí. Volteo para mira en que parte del suelo cayo y cuando capto la intención de ella, me doy cuenta qué Liliana ya no sé encontraba en mi cuarto.



#3044 en Thriller
#2596 en Joven Adulto

En el texto hay: odio, memorias perdidas, pasado oculto

Editado: 15.06.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.