Memorias profundas

Prólogo

El viento se deja notar por el breve roce que acaricia cada rincón del lugar, la ciudad se despliega a lo lejos como un mapa inanimado e incoloro, este no sería el mejor lugar para vivir los momentos más felices de unas cortas intenciones. La estructura de concreto luce agotado frente aquel vocerío que no deja de agitar todo el polvo acumulado por la tristeza de ser ignorado en su largo recorrido. Se está hecho para aguantar la costumbre de los que lograron cumplir lo que soñaron algún día, y para sufrir junto aquellos que ni siquiera tuvieron la oportunidad de intentarlo.

Cuando todo está en calma, se sabe que no durará para siempre. Las calles tan desordenadas y los susurros tan inquietos solo pretenden aguardar lo que ya se sabe por el mínimo derecho de ser nosotros mismos; al igual que aquella ola de palabras que jamás se confunde a pesar de haber posado un segundo la mirada en su propósito.

Mientras el cielo se tiñe de un naranja profundo, la voces van cediendo a la merced de un adiós tan cercano a la misma muerte. A veces no comprendemos lo valioso de un silencio tan acogedor, hasta que conocemos el dolor con el que pueden nacer las mismas palabras que nos hacen tan naturales.

Unos ojos tan vacíos, como la blanquitud en su mente, podían comprender que aquel destello que buscaba mantener cierta esperanza consigo, ya había empezado a apagarse. Al borde de lo que nos mantiene cuerdos, posaba la última decisión que logró salir de aquel llanto tan descontrolado que la acompañaba cada noche.

A sus pies, la sombra de aquel edificio de ladrillos viejos se iba convirtiendo en aquella boca de lobo que estaba dispuesta a tragarse todo su silencio. Las extrañas carcajadas iban desapareciendo de los pasillos al mismo ritmo con el que la aguja del reloj marcaba un presente tan inesperado. El pesar con el que se miden las acciones no siempre dictamina lo que se espera escuchar para calmar las ansias; el dolor de creer que la culpa se puede encontrar en el corazón de un ruiseñor es tan perverso, que termina por matar el poco espíritu de lucha que trae consigo un alma transparente.

El viento reclama su presencia, esperando mantener el retumbar de aquel latido que ya no da más consigo mismo.

"¿Por qué seguir? ¿Por qué luchar por algo que ni siquiera sé si vale la pena? A veces siento que estoy atrapada en una niebla tan densa que no puedo ver más allá de lo que se me permite. Los días pasan, pero se sienten vacíos, como si ya nada tuviera sentido en mi vida. La gente sigue adelante, pero yo... yo solo existo, arrastrándome de un día a otro, viviendo de un pasado que me persigue. Mi mente está llena de recuerdos que nunca pedí, cosas que no deberían haber sucedido, y todo eso me pesa. Cada vez que trato de escapar de ellos, parece que volvieran más fuertes, más nítidos. Es como si una parte de mí estuviera rota, y ya no pudiera encontrar una manera de juntar los pedazos.

Me esfuerzo por sonreír, por hacer como si todo estuviera bien, como si pudiera ser ajena a aquellas palabras que tanto me duelen, me he esforzado para tratar de ser quien era antes. Pero cada que me veo en el espejo, no me reconozco a mi misma, esa sonrisa no me pertenece. El brillo en mis ojos se ha apagado, y mi alma parece estar congelada. Los demás no lo ven. Nadie ve lo que llevo dentro, y eso a veces duele más que el propio sentimiento de ser apartada. Ya no sé qué hacer con todo esto. No sé cómo quitarme este peso de encima que solo carcome cada espacio de mi vida.

Traté aferrarme a lo que podía, pero nada resulta por darme el alivio que necesito. No sé si tenga sentido seguir sufriendo a costa de la risa de los demás. No sé si tenga sentido seguir mirando a través del llanto que tanto me pesa."

El breve sonido de la suela rememora aquellas viejas sensaciones que algún día esperamos no volver a encontrar; aquellas que juramos dejar en un ayer tan muerto. No podemos acusar un andar tan pobre, si aquel sentir solo está hecho para deambular a través de un bache tan abrupto, como el que perece todo aquel que ha sido victima de un destino ajeno. No podemos ver bajo el mismo rayo de luz que aquel que ya terminó por cegarse ante lo injusto.

La lluvia había empezado a tomar fuerza, frente a un panorama tan dividido por la melancolía. Las luces se iban apagando poco a poco, el silencio se hacía dueño de un destino agridulce.

"Tal vez... esto sea lo mejor."

La lluvia había empezado, pero el suelo se mantenía ileso.




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