– Ya me encuentro mejor...– pronuncié sacando valor de donde no lo tenía –puede soltarme...
No hubo respuesta.
– Señor Newgrant...– dije pretendiendo volver la cabeza hacia él, pero antes de hacerlo sentí su mano derecha cubriendo mi boca y la izquierda aferrándose a mi cintura, aproximándome aún más a su cuerpo.
Los latidos de mi corazón se disparan, y me siento desfallecer de nuevo. ¿Pero qué...?
– ¿Annabel? – se oyó una voz, haciendo eco en el piso inferior.
Sentí mi corazón detenerse, se trataba de Karin...
– ¿Annabel? ¿Estas por aquí? –dice mientras seguía en mi búsqueda, había emprendido camino escaleras arriba.
Recién entonces caí en cuenta de la situación en la que me encontraba; sola con un hombre a una distancia más que inapropiada en un pasillo solitario, y para colmo con el vestido y el corsee abierto.
No importaba la forma en la que se vería, esa escena daría lugar a muchas malinterpretaciones.
Si nos descubrían...seria mi ruina.
Para mi fortuna Daran actuó más rápido, sin soltarme ni descubrirme la boca me arrastró hasta la habitación más cercana, que por fortuna se encontraba abierta.
Con un gesto urgente, me arrastró hacia un rincón junto a la pared, detrás de un mueble mediano que lograba ofrecernos un mínimo de cobertura. Con el apuro apenas logramos deslizarnos en el reducido espacio antes de que el sonido de pasos cercanos aumentara en intensidad.
Daran, apenas alcanzó a dejar la puerta entreabierta antes de que la presencia de Karin se hiciera más tangible, y amenazante.
– Que extraño, Sally me dijo que estaría descansando – se oyó su voz desde afuera – ¿Annabel?
Ahora su voz se escuchaba justo en el umbral de la puerta.
Cada segundo que pasa se sentía como una eternidad suspendida en el aire; conteniendo el aliento, evitando hacer el mínimo movimiento.
¡Por dios que no entre! –rogué interiormente.
La puerta comienza a abrirse.
Mi corazón trepita, sostengo el aliento con el alma en una plegaria, preparándome para lo peor.
La puerta termina por abrirse. La cabeza de Karin se asomó unos pocos centímetros al interior, y dio un barrido rápido por el espacio, sin terminar de adentrarse en la habitación.
– Uhmm quizás regresó al jardín...– dijo sencillamente y cerró la puerta detrás de ella.
Instantes después se pudo oír sus pasos alejándose y descendiendo de regreso por la escalera. Una sensación de sumo alivio me invadió al instante, estábamos a salvo, pero solo fue por un segundo porque enseguida recuerdo que Daran Newgrant aún me tenía sujeta por la cintura.
La sensación de su respiración sobre mi cuello me abruma, invadida por el tacto ardiente de su piel, es tan vívida y avasalladora que parece desafiar las barreras de las capas de tela de mi vestido, fusionando su calor con el mío, como si cada roce transmitiera una corriente eléctrica que me dejaba sin aliento.
Por un breve instante, permito que esta sensación, tan ajena a todo lo que he experimentado antes, me envuelva por completo. Mi cuerpo se relaja, entregándose al placer de esa cercanía, anhelando perderse en ella por completo.
Pero el momento se desvanece fugaz, una chispa de cordura me obliga a reaccionar, instintivamente me sacudí obligándolo a liberarme de su agarre; percatándome de la impropiedad de la situación, de lo censurable que era ese contacto tan íntimo.
Una vez sentí su brazo separándose de mi cintura me aparté con rapidez, di varios pasos alejándome de él poniéndome de frente, escondiendo la abertura de mi espalda desnuda. Mis dedos se aferraron al frente de mi vestido con desesperación, como si la vida me fuera en ello.
Tratando de mantener intacta mi modestia en medio de la inquietante intimidad que se había forjado entre nosotros.
Un escalofrío recorrió mi espalda mientras el peso de la vergüenza se asienta en mi pecho.
Daran me dirigió una mirada atenta. Sus ojos grises parecían buscar respuestas en los míos, pero yo desviaba la mirada, incapaz de enfrentar su escrutinio.
Abrí y cerré la boca varias veces sin emitir sonido alguno, Las palabras se quedaban atrapadas en mi garganta
La atmósfera estaba cargada de tensión, pero mientras yo luchaba por mantener la compostura, Daran parecía inmutable ante lo acontecido. Mientras mis emociones se desbordaban, él mantenía una sonrisa insolente, como si la situación le resultara entretenida.
– Eso estuvo realmente cerca ¿no lo crees? –comentó en un tono fresco y relajado, rompiendo ese tenso silencio.
–Por favor, retírese –dije vagamente cabizbaja, sin responder a su pregunta con un tono frío, tratando de ocultar el rubor que comenzaba a subir por mis mejillas.
No puedo creer que se encuentre tan relajado luego de lo acontecido, hablaba como si comentara el clima, mientras mis manos temblaban ligeramente y mi voz apenas lograba ocultar el temblor de mis emociones.
–¿Pero que es lo que te sucede? –interrogó percatándose de mi trato áspero – No veo la razón de tu molestia. Después de todo, eres tú quien parece disfrutar poniéndose en estas situaciones.
Sus palabras me golpearon como un balde de agua fría. ¿Acaso sugería que yo buscaba este tipo de encuentros? Apreté mis puños tratando de mantenerme serena ante tan ofensivas insinuaciones
– Señor, este no es momento ni lugar para tener esta conversación, así que márchese en este momento.
– Francamente, creo que estás exagerando, ni siquiera nos descubrieron –añadió con indiferencia.
Cada palabra que salía de su boca era como una daga dirigida directamente a mi dignidad, y su actitud desafiante solo exacerbaba mi irritación.
– Señor, retírese ahora –insistí ya con una rudeza evidente, casi como una orden.
La expresión de Daran se tornó indignada ante mi hostilidad, pero me importaba poco en ese momento. Solo quería que se fuera, que se alejara y me dejara preservar lo que me quedaba de dignidad.