Memorias y Caos

Cuarta Parte

El baile estaba muy animado. Los jóvenes bailaban, aunque no tuvieran pareja. Se divertían mucho en la fiesta. La música electrónica sonaba a todo volumen. Hansey iba caminando hacia donde estaba Erick. «Quiero terminar con esto y que me dejen en paz con mi Joya Azul. Lo siento, Erick, pero… esto es muy importante para mí. No puedo dejar que Nora se entere, debo actuar rápido, muy rápido.»

—Hansey, te ves muy… —iba a completar su frase, pero se sentía nervioso— Te ves… te ves…

—Tengo que hablar contigo —dijo ella, sin notar el nerviosismo del joven.

La música se detuvo por órdenes de Brianna, todos debían poner atención y escuchar. Johnny, Katsou, Mike y Darcy miraron hacia la pareja. Andrea, Nora y Enzo, que estaban bailando, dejaron de hacerlo. Javier y Derek caminaron entre la multitud, poniendo atención también.

—Parece que algo muy importante sucederá.

—Oye, buen disfraz, ¿no sabías que esto era una fiesta normal? —preguntó un joven, al ver a Javier con el traje negro de Unknown— Hasta disfrazaste a tu gato, ¡qué genial!

Derek estuvo a punto de hablar, pero fue callado por medio de un hechizo oculto.

—Los gatos no hablan… —murmuró.

Erick miró a su alrededor, estaba confundido ahora, todo era silencio y los invitados estaban atentos.

—¿Qué? ¿Qué pasa?

—Solo quería decirte enfrente de todos que… —la chica se armó de valor— ¡Erick, tú no me gustas! ¡Solo he estado saliendo contigo por conveniencia! No me interesas y ya no quiero salir contigo. ¡Nunca más!

—¿Eh…? —no lo podía creer.

—Espero que lo entiendas.

—Tú dijiste que yo te gustaba.

—¡Eso fue lo que te imaginaste! Por favor, no hagas esto más difícil.

La decepción y la desilusión eran enormes. El silencio reinaba, los alumnos estaban impactados. El corazón del joven se rompía. Sin más que decir, se retiró, se fue lo más rápido posible. Era vergonzoso que los demás lo vieran. Andrea lo siguió al instante. No dijo nada, pero debía mostrarle apoyo. Hasta ella sabía que eso estaba mal.

Afuera de la casa. Andrea lo alcanzó y le dio un fuerte abrazo. Él lloraba mucho ante ese cruel rechazo.

—De verdad me enamoré… —decía entre sollozos.

—Lo sé.

—¿Por qué me hizo esto frente a todos? Debió hacerlo en privado.

—Es cierto, es una estúpida. No te preocupes, Erick. Esto no se quedará así.

—No… no le hagas nada —dejó de abrazar a su hermana para mirarla frente a frente— No te metas en problemas por mí, estaré bien.

—Te acompaño a la casa. Vámonos.

—Por favor, no le hagas nada —insistió.

Hansey regresó a la habitación. Brianna le dio su parte de la Joya Misteriosa, caminó hacia la salida y, antes de cerrar la puerta, dijo…

—Te dejaré a solas para que pidas tu deseo.

La joven se sentía mal por lo que había hecho, pero era más importante tener la Joya Azul solo para ella. Era más importante lo que sentía ella. Estaba completamente sola en la habitación.

—Después arreglaré las cosas con Erick… ahora debo pedir un deseo, deshacerme de esta parte y darles la información a esos dos. Por fin me dejarán en paz.

Cerró los ojos, le costaba trabajo saber qué pedir. Su único deseo era tener la Joya Azul, ya la tenía… sabía que el amor era imposible de cumplir, así que descartó a Mike, ¿Qué otra cosa podría desear?

—No se me viene nada a la mente.

Miró a su alrededor, debía actuar rápido antes de que Nora o Andrea la descubrieran.

En la casa de los Warton, antes de que los jóvenes llegaran, Ellie se decidió a hablar con Andrei esa noche. Había estado tan ocupado en el sótano que no le prestaba tanta atención y esto la hacía pensar en lo peor.

—Quisiera hablar contigo… —dijo, con su voz débil— ¿Estás molesto conmigo?

Él estaba construyendo un rastreador de magia basándose en el Arma Anti-Magia que había hecho antes. Al escuchar esta pregunta, dejó lo que estaba haciendo, le parecía extraño.

—Desde que me molesté aquella noche has estado actuando muy raro, muy distante, creo que… creo que no debí portarme así.

—Ellie, no… no tienes por qué disculparte —se volvió a ella, se veía muy triste—. No hiciste nada malo. He tenido muchos problemas en el trabajo, por eso he estado tan ocupado.

—¿De verdad? ¿Era eso?

—Sí. No deberías estar triste, perdóname por no notarlo —puso sus manos sobre su cara, de una forma tan tierna.

—¿Y los problemas siguen?

—Ya no. Todo está bien.

—Pero sigues trabajando, es fin de semana.

—Solo es una práctica atrasada. Creo que es mejor que pase el tiempo contigo ahora —le dio un beso.

Ella ya estaba contenta al escuchar esto y por el trato cariñoso que recibía.

—¿Las cosas están bien?




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