Memories: Verdades Ocultas [#1]

4.- CUCHARA MÁGICA

Las miradas curiosas de todos en la mesa estaban sobre mí. Las sentía incluso sin verlos. Esa sensación de tener a todos observándote era tan incómoda, o al menos lo era para mí, que siempre había preferido ser una chica normal, con amigos, capaz de hacer lo que quisiera con su vida sin que cada uno de sus movimientos fuera examinado. Utilice la palabra quisiera porque claramente no lo estaba logrando.

No podía siquiera llevarme la cuchara a la boca. Aunque ya lo había repetido muchas veces, la incomodidad era real. Me hacía recordar momentos de mi antigua escuela que preferiría olvidar. Y se preguntarán, ¿qué hice para atraer tanta atención y murmullos hacia mí? Pues digamos que, al igual que la pobre chica que luego supe se llamaba Jude y el chico llamado Terry, también me llegó el turno de ser humillada por Miss Graham al pasar lista.

Un cabeceo me hizo darme cuenta de lo aburrida que estaba la clase. Ya casi llegaban a mi nombre en el pase de lista, lo cual me aterraba. Solo escuchar mis apellidos sería suficiente para que todos supieran quién era. Aunque tal vez hubiera más familias con ese apellido... ¿A quién quería engañar? Todos conocían ese mítico apellido, pues era muy raro.

Ya me había acostumbrado a lo relajante que era ser una más en el salón, sin atraer miradas de pena o curiosidad, solo existiendo. Pero la calma no duraría mucho.

—Reya Mendeléiev Styles —pronunció la maestra. Una chica morena, de cabello alborotado, se levantó para pasar lista.

—Presente.

La maestra ni siquiera la miró, como tampoco lo hizo con nadie más, salvo unos cuantos alumnos a quienes observó con adoración. Parecían ser de buenas familias también; quizás esa era la razón. Sin embargo, el siguiente nombre en la lista hizo que su sonrisa se transformara en algo ladino y aterrador.

Alzó por fin la mirada y me hizo tragar saliva hasta casi ahogarme.

—La menor de los Moonlight está entre nosotros —dijo con una expresión que me causó pánico. Sabía que ella conocía mi "situación", y no creía que se detuviera a dar su opinión—. Kathrina Moonlight D'Angelo.

Miré a Hailyn, quien me dedicó una mirada reconfortante, indicándome que me levantara. Recorrí el salón con la mirada antes de hacerlo y vi cómo todos se miraban entre sí, esperando descubrir quién se pondría de pie.

Arrugué los puños para darme fuerza y me despedí de mi tranquilidad.

Me levanté lentamente, con todas las miradas fijas en mí. Sentí como si estuviera caminando hacia mi sentencia de muerte. Tal vez estaba exagerando, pero sabía que nada bueno vendría después.

—Presente —intenté que mi voz no temblara demasiado, pero fracasé.

—Pequeña, no creí verte por aquí algún día, considerando... bueno, tu situación —su tono era mordaz y sabía exactamente a dónde quería llegar con eso—. Yo creo que la directora Flittzger debería haber pensado mejor y darle tu lugar a otro alumno que sí aprovechara las clases.

Bajé la cabeza, porque tenía razón. Ni yo misma sabía qué hacía allí.

—Y yo creo que usted debería pensar en dedicarse a dar sus clases y no meterse en la vida de sus alumnos —dijo Hailyn con firmeza.

Admiré su valentía y le agradecí internamente.

La maestra no parecía muy contenta con la respuesta. Su semblante se endureció e intuí lo que se venía.

—¿¡QUIÉN DIJO ESO!? —preguntó, alterada.

—Yo, Miss Graham —respondió Hailyn, poniéndose de pie.

—Veo que te gusta defender a los indefensos —dijo con altanería—. Tienes un reporte, y por si no lo sabes, al tercero estás expulsada. Así que mejor cuídate.

—Como usted diga —respondió Hailyn con total despreocupación.

Tratando de recuperar su compostura, la maestra volvió a hablar.

—Bueno, pues bienvenida, cielo —dijo, mirándome fijamente—. Espero que tengas suerte.

Me senté de nuevo, agradeciéndole a Hailyn de todas las maneras posibles. Ella solo me respondió que no era nada.

De vuelta en el comedor, mi amiga pareció notar mi incomodidad y decidió sacar un tema de conversación.

—Te tendrás que acostumbrar a las miradas algún día, ¿sabes?

No era lo que esperaba escuchar, pero sabía que tenía razón. Aun así, era difícil. No podía acostumbrarme a ellas cuando lo único que quería era pasar desapercibida. Una palabra que, al parecer, mi destino no conocía.

—Lo sé, pero es muy difícil para algunas personas. Entre ellas, yo —respondí con un suspiro.

—Puede ser que lo sea —pareció pensar qué más decir mientras se llevaba otra cucharada de caldo a la boca—. Podrías fingir que solo existes tú. También podrías caminar, comer y actuar como si todos los demás fueran invisibles.

No pude evitar reírme por lo bajo. Esta chica realmente no era buena dando consejos. Bueno, yo tampoco lo era, pero no estábamos hablando de mí.

—¿Crees que sea fácil? —pregunté incrédula.




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