Había sacado a Mish de su jaula hace un rato, pues no paraba de maullar. Íbamos entrando a Vanely, y debía de admitir que sentí las mismas emociones al ver el letrero de bienvenida que la primera vez.
Estábamos a punto de llegar a la dirección que me había dado Hailyn. Se encontraba en un punto céntrico después de unas cuantas desviaciones más allá de la calle principal. El permiso con mi tía, debo admitir, costó más de lo que imaginaba, pero al final terminó cediendo.
Estuvimos hablando gran parte del camino con Damián, y tuve que contarle todo acerca de mi encuentro con los hombres lobo, claro, sin mencionar a las dos criaturas encapuchadas.
—Hemos llegado, señorita —dijo al detenerse frente a una casa de dos pisos, que tenía un enorme y hermoso jardín delantero. Me abrió la puerta del coche y, como ya se estaba haciendo costumbre, me tendió su mano para ayudarme a salir—. Permítame su jaula para ayudarle a meter a su gatita.
Entre ambos la metimos dentro y me ayudó con la mochila en la que traía mi ropa.
Había una enorme cerca de color blanco rodeando la casa. Entramos por una puerta de madera y nos adentramos al jardín. Había un sinfín de plantas muy hermosas y exóticas que se extendían por todo el patio. La casa era de un color marfil encantador, tenía una estructura modesta y rústica, pero se veía perfecta así.
Las ventanas y las puertas tenían vidrios en los cuales uno podía reflejarse como si fueran espejos. En ellos nos vi a ambos caminando hacia la puerta principal. Él era mucho más alto que yo, y el traje negro que llevaba lo hacía parecer de unos veintisiete años, aunque en realidad tenía veintiuno.
—¡HAILYN!, ¡ORDENA TODO, YA VA A LLEGAR TU AMIGA! —el grito de la mamá de Hailyn me hizo detener mi dedo antes de llegar al timbre. Volteé a ver a Damián, y él me miraba con la misma expresión de sorpresa que yo.
Pasando un enorme trago de saliva, me animé a presionar el timbre, haciendo que sonara un tono muy peculiar.
—Hola, buenos días, cielo —me saludó la señora Crown al momento de abrir la puerta—. Es un gusto tenerte por acá.
Me hablaba dulcemente, mientras nos saludábamos con un beso en la mejilla.
—Gracias por permitirme quedarme este fin de semana —le agradecí, mientras le entregaba la canasta que me había dado mi tía.
—No te hubieras molestado, es un placer —hasta ese momento pareció notar a mi acompañante, pues lo examinó detalladamente. Fue divertido verlo nervioso—. Pasen, Hailyn ya los estaba esperando.
—No, gracias, señora. Yo solo venía a dejarla. Soy su chofer —dijo nervioso, moviéndose incómodo en su lugar.
—¿Estás seguro de que no quieres una taza de café, jovencito? —le ofreció amablemente la mamá de Hailyn.
—No, en serio, gracias señora —ella solo asintió amablemente y me recibió la jaula para después adelantarse hacia la sala.
—Gracias por traerme, Damián —le dije mientras recibía mi mochila. Volteé a ver si ya no había nadie cerca, para poder decirle lo que realmente quería—. No tenías que ponerte tan nervioso.
Me burlé en un susurro, haciendo que él se pusiera un poco rojo.
—Es que da miedo esa señora —me dijo en tono nervioso.
—Lo sé —palmeé un poco su espalda y entré a la casa—. Nos vemos el lunes en la tarde.
—Nos vemos, señorita —se despidió dándose media vuelta y marchándose hacia el coche.
Cuando vi que arrancaba, cerré la puerta despacio. Di media vuelta y me encontré con una casa de decorado algo antiguo. Fui caminando por el pequeño pasillo que conducía a la sala, admirando con la boca abierta todos los detalles, que en su mayoría eran tallados en madera.
Llegué a la sala, donde había unos sillones color blanco y una chimenea muy rústica, pero completamente hermosa. Había un sinfín de retratos familiares colgados en las paredes. Admiré todo tan detalladamente, que no me di cuenta de que Hailyn estaba ahí barriendo hasta que me habló.
—¡Kath! Qué bueno que ya llegaste —se acercó a mí con la escoba en las manos—. Hoy mi madre puso demasiada atención en la limpieza.
—Sí, eso es lo que veo —comenté conteniendo la risa al ver su cara de fastidio—. Quise venir lo más temprano posible para poder disfrutar del día.
Nos abrazamos mientras ella me hacía una señal para que me callara ante lo que iba a hacer.
Dejó la escoba parada y le lanzó un encantamiento que la hizo brillar de un color rosa. Esta empezó a barrer por sí sola de una manera divertida, pues parecía que estaba danzando de forma muy extraña.
—¡HAILYN, TE DIJE QUE NO USARAS MAGIA! —eso nos exaltó a ambas e hizo que la escoba cayera al suelo. No sabía cómo supo su mamá, si estaba en la cocina; supongo que es un sexto sentido de las madres—. Kath, cielo. Ven a desayunar.
Me llamó dulcemente, haciéndome notar la enorme diferencia del tono que empleaba con ambas.
—Ve, corre. No le gusta que la hagan esperar —me empujó hacia la cocina lentamente. Solo volteé a mirarla con súplica antes de entrar—. No te preocupes, le caes bien.
Me asomé a la cocina y ella se encontraba de espaldas. El desayuno ya estaba servido en la mesa redonda que estaba en el centro del lugar. Jalé despacio la silla para llamar su atención.
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Editado: 01.02.2025