No podía concebir que noviembre ya hubiera terminado, esas últimas semanas mi vida se había concentrado en practicar con Liarder, y después pasármela estudiando con Hailyn y Miles para los exámenes. Había ido a visitar al detective Forester y me había dado la noticia de que se encontraba tratando de que se reabriera el caso, pero me advirtió que sería difícil, pues habían pasado muchos años ya desde lo sucedido.
Todo estaba algo tranquilo y eso me desconcertaba, lo único que me acompañaba cada noche eran las pesadillas, la cuales se repetían todas las noches, en la mayoría de ellas terminaba quemada mientras estaba encadenada a un árbol. Era ciertamente una tortura psicológica creada por mi mente, supuse que eran ocasionadas por el miedo a que se descubrieran todos mis secretos.
Termine de amarrar mi coleta con el listón y me mire por ultima vez en el espejo, parecía un vagabundo, pero me encantaba como me había arreglado. Estaba a punto de bajar como una invitada más, por primera vez a la fiesta de mis hermanos, pues ya era primero de diciembre y en esa fecha los mellizos estaban cumpliendo dieciocho años. En un principio me había negado rotundamente por obvias razones, pero después de las insistencias de tía Anna y Christopher había accedido, lo haría por él, pues sabía que en el fondo le hacía ilusión verme ahí.
—Me gusta tu estilo —añadió Fier, poniéndose a mi lado frente al espejo.
—Gracias —conteste algo sorprendida pues no era mucho de decir halagos.
—Necesitas aprender a maquillarte.
— ¿Me veo tan fatal? —pregunte examinando cada detalle de mi rostro, dándome cuenta que mis ojeras se veían sumamente marcadas—. Ojeras.
—Sí, pero no se ven tan mal —tenía razón, solo esperaba que nadie preguntara el porqué de ellas—, pareces toda una bruja con ellas.
—No olvides que soy una —respondí, riéndome mientras me roseaba perfume—. Solo estoy caracterizándome en mi papel.
Le roce un poco a él y comenzó a toser.
—¡Estás loca! —exclamo molesto—. ¿Quieres que arda en llamas y explote?
—Es que esperaba pasar a la parte de la quema de brujas de una vez —vi como su enojo paso rápidamente a risas.
—Siempre podría aventarte a un horno —entendí la referencia al cuento de Hansel y Gretell—. Aunque esta vez las migajas no serán necesarias.
—Entonces te traeré todo lo dulce que encuentre allá abajo, para seguir bien la historia —sonreí antes de comenzar a caminar en dirección a la puerta—. No hagas nada que yo no haría.
Le advertí, sabiendo que era capaz de bajar a hacerles travesuras a los invitados.
—¡Tú haces pura estupidez! —negué derrotada, no tenía argumentos para defenderme ante tanta verdad.
Este hecho lo hizo sonreír con orgullo.
—Deséame suerte —suplique, al mismo tiempo que tomaba el pomo de la puerta.
—Suerte.
Suspiré una última vez y decidí que era momento de abrirla, estuve a punto de gritar del susto, cuando me encontré de frente a un delgado chico moreno que estaba a punto de tocar la puerta. Él también parecía sorprendido y asustado, por cual intuí que no era yo a quien buscaba.
—Lo si-siento, me dijeron que acá arriba estaba la habitación de Ralph —hasta ese instante caí en cuenta de que mi hermano estaba en la habitación de al lado—Pero creo que me perdí.
—No te preocupes, solo fue el susto y en cuanto a la habitación, es la de ahí —señalé la puerta que tenía un “no molestar” en un pequeño letrero de madera, vi como su rostro enrojeció por completo y bajo su mirada al suelo apenado. Nunca lo había visto, pero supuse era amigo o compañero de mi hermano—. ¿Quieres que le hable?
Pregunte al ver que parecía haberse quedado paralizado, pues no se había movido ni un milímetro de su posición inicial.
—Por favor.
—Ven —le dije captando su atención y sonriéndole para hacerlo sentir en confianza, tal vez creía que era como Allen o Ariday. Me puse frente a la puerta y di dos ligeros toques —. ¡Ralph, ¿estás ahí?!
—Si —se escuchó su voz desde adentro—. ¿Qué pasa?
—Te buscan —al decir eso abrió la puerta y quedamos frente a frente, él ya estaba listo y debía de admitir que tenía buen gusto pues llevaba un conjunto algo simple, pero con mucho estilo.
— ¿Quién? —pregunto al no ver a nadie, así que me hice a un lado para que pudiera observar al chico que estaba detrás de mí. Sus expresiones pasaron de indiferencia a sorpresa y nervios, al parecer le había afectado verlo ahí—. ¿Qué haces aquí, Stephen?
Soltó con agresividad, ocasionando que el moreno se encogiera más.
—Creo que podrías ser más amable —comente, al ver lo patán y descortés que estaba siendo, Ralph me miro extrañado, pero pareció hacerme caso pues comenzó a hacer ejercicios de respiración para tranquilizarse—. Deberían hablar dentro, los pasillos hacen eco —me sentía como una entrometida, pero no podía dejar a ese pobre chico conociendo el carácter de mis hermanos, aun así, estaba consiente que debía dejarlos solos—. Yo ya me voy, un gusto conocerte.
—Gracias, el gusto fue mío Kathrina—susurro Stephen cuando pase a su lado, sorprendiéndome al darme cuenta que sabía quién era.
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Editado: 04.01.2025