Capitulo 2

El sol apenas comenzaba a asomarse por el horizonte cuando **Henry** despertó a las 6:00 de la mañana. Se estiró en su cama, sintiendo una alegría que no había sentido en mucho tiempo. Hoy era un día especial; era el primer día de clases después de las vacaciones de verano. Se levantó rápidamente, se vistió con su uniforme escolar y se miró al espejo, sonriendo.

Bajó las escaleras con energía y entró en la cocina. Allí estaba **Jake**, su hermano mayor, sentado a la mesa, comiendo un tazón de cereal.

—¡Vaya! ¡Qué milagro que te despertaste temprano! —bromeó Jake, levantando la vista de su desayuno.

—Claro, hermano —respondió Henry con una sonrisa—. Si no te importa, ya me debo ir.

Antes de que Henry pudiera salir, Jake lo detuvo.

—No te vayas a olvidar tu almuerzo —dijo, señalando la mochila de Henry.

Henry sonrió y se dirigió a la mesa, donde había dejado un pequeño tupper con su almuerzo. Lo agarró con gratitud.

—Gracias, Jake. ¡Nos vemos luego!

Con un ligero salto, salió corriendo de casa. El aire fresco de la mañana le dio energía mientras se dirigía hacia la playa. Sabía que tenía que ver a su amiga, **Misty**.

Al llegar a la orilla, gritó con entusiasmo:

—¡Oyeee, Misty! ¡Te traje comida, amiga! ¿Qué esperas? ¡Ven!

Esperó un momento, mirando hacia el cielo, disfrutando de la brisa marina. Después de unos minutos de espera, sintió un viento en su espalda que lo hizo voltear.

Allí estaba **Misty**, la gaviota que había rescatado años atrás, ahora más grande y hermosa. Se había convertido en su compañera inseparable. Misty se posó en su mochila, mirándolo con curiosidad.

—¡Misty! —exclamó Henry, emocionado—. ¡Hola, amiga!

La gaviota dio un pequeño salto, como si estuviera feliz de verlo. Henry sacó un trozo de pan de su almuerzo y se lo ofreció. Misty lo tomó con su pico y comenzó a comer, mientras Henry se sentaba en la arena, disfrutando de la compañía de su amiga.

—Hoy va a ser un gran día —dijo Henry, mirando al horizonte—. ¡Te lo prometo!.

Henry miró el reloj en su muñeca y su corazón se hundió. ¡Era tarde! Se despidió rápidamente de Misty, quien lo miraba con esos ojos brillantes y curiosos.

—¡Hasta luego, amiga! —gritó, mientras corría hacia la escuela.

El viento soplaba a su favor, pero el tiempo parecía ir en su contra. Al llegar a la escuela, se dio cuenta de que la puerta principal ya estaba cerrada. Con un nudo en el estómago, se acercó a la entrada trasera, donde algunos estudiantes se agrupaban.

Finalmente, su profesora, la Sra. Thompson, apareció, abriendo la puerta con una expresión de decepción.

—Henry, ¿por qué llegas tan tarde? —preguntó, con el ceño fruncido.

—Lo siento, Sra. Thompson. Me quedé un poco más con Misty —respondió, sintiéndose avergonzado.

La mirada de la profesora se suavizó un poco, pero Henry sabía que había reglas que seguir.

—Toma asiento, por favor. Hablaremos de esto más tarde.

Henry se dirigió a su pupitre, sintiendo la mirada de sus compañeros. Se sentó y trató de concentrarse en la lección, pero su mente seguía regresando a su amiga de plumas blancas.

Justo cuando se acomodaba, Ethan, su único amigo, se acercó.

—¿Cómo está tu mascota, Henry? —preguntó, sonriendo.

—Está bien, creo. La vi esta mañana, pero... —comenzó a decir, pero su voz se desvaneció mientras pensaba en lo que había pasado.

—¿Pero? —inquirió Ethan, curioso.

—Nada, solo que me alegra tenerla. Es como si supiera cuándo necesito compañía —dijo, sonriendo levemente.

—Eso es genial. Las mascotas siempre saben, ¿verdad? —respondió Ethan, antes de volver a su asiento.

Henry se sintió un poco mejor. Aunque la mañana había comenzado con un contratiempo, sabía que Misty siempre estaría allí, lista para escuchar sus secretos y compartir aventuras.

El resto de la clase continuó, pero Henry no podía esperar a que llegara el recreo para contarle a Ethan sobre su nueva amiga.