Henry se sentó en su pupitre, sintiendo la mirada de su profesora, la Sra. Thompson, que aún lo observaba con desaprobación. A su lado, su único amigo, Tomás, le susurró:
—¿Cómo está Misty?
Henry sonrió, recordando la energía de su mascota.
—Está un poco inquieta, pero bien. La dejé jugando en el jardín.
Tomás asintió. En ese momento, la Sra. Thompson comenzó a hablar sobre la importancia de la puntualidad. Sin embargo, mientras la clase avanzaba, la mente de Henry divagó hacia un mundo lleno de aventuras y misterios.
Después de la clase, Henry y Tomás decidieron explorar el bosque cercano a la escuela, un lugar que siempre les había intrigado. Mientras caminaban, sintieron una brisa fresca y escucharon el murmullo de las hojas. De repente, se encontraron con una anciana de cabellos plateados que parecía perdida entre los árboles.
—¡Hola, jóvenes! —dijo la anciana, sonriendo con calidez—. ¿Podrían ayudarme a encontrar mi camino de regreso a casa?
Henry y Tomás se miraron, sorprendidos.
—Claro, señora. ¿Dónde vive? —preguntó Tomás.
—Un poco más allá de este bosque, cerca de la colina. —La anciana parecía un poco preocupada—. Pero no se apresuren, el camino puede ser peligroso.
Mientras la seguían, la anciana comenzó a hablarles sobre el bosque. Les contó historias sobre las aves y los animales que lo habitaban, pero también mencionó que había algo inquietante en el aire.
De repente, la anciana se detuvo y miró a Henry a los ojos.
—Debes tener cuidado, querido. Cuida bien de esa gaviota que llevas contigo. Puede que se avecinen cosas muy malas.
Henry sintió un escalofrío recorrer su espalda. No sabía qué significaba, pero la seriedad de su mirada lo inquietó.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Henry.
—A veces, lo que parece trivial puede tener un impacto enorme en el futuro. —La anciana sonrió con tristeza—. Solo recuerda estar atento.
Con esas palabras resonando en su mente, llegaron a la colina donde vivía la anciana. Ella se despidió con un gesto amable y se adentró en su hogar, dejando a los chicos con más preguntas que respuestas.
—Eso fue extraño —dijo Tomás, mirando a Henry—. ¿Qué crees que quiso decir?
—No lo sé, pero creo que deberíamos estar atentos a Misty. —Henry miró hacia el cielo, donde una gaviota volaba en círculos—. Algo me dice que esto es solo el comienzo de algo más grande.
Con el frasco de la anciana en el bolsillo y una sensación de inquietud, los amigos se adentraron más en el bosque, listos para enfrentar cualquier desafío que pudiera surgir.
Mientras Henry y Tomás salían del bosque, Tomás no podía contener su emoción.
—¡Henry! —exclamó—. Esta noche habrá una fiesta de disfraces en casa de Joan. ¡El chico más popular de la escuela!
Henry frunció el ceño, recordando las últimas fiestas a las que no había asistido.
—¿De verdad? No sé si debería ir...
—¡Vamos! —insistió Tomás—. Será divertido. Y escucha, ¡hasta Lucas estará ahí!
El nombre de Lucas resonó en la mente de Henry. Lucas era conocido por su carisma y su capacidad para hacer que todos se sintieran bienvenidos. Además, siempre había sido un buen amigo de ellos, aunque a veces Henry se sentía un poco intimidado por su popularidad.
—¿Lucas? ¿Estás seguro? —preguntó Henry, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo.
—Sí, lo vi en la escuela esta mañana. Dijo que vendría disfrazado de caballero. ¡Tienes que venir!
Henry dudó un momento. La idea de asistir a una fiesta de disfraces lo emocionaba, pero también le preocupaba lo que la anciana había mencionado sobre Misty.
—Quizás deberíamos quedarnos en casa, por si algo sucede con la gaviota —propuso.
Tomás lo miró con incredulidad.
—¿Y perderte la fiesta? ¡No puedes hacer eso! Además, si Lucas está allí, tal vez te animes a dejar de lado tus preocupaciones por un rato.
Henry finalmente cedió. La idea de ver a Lucas y unirse a la diversión era tentadora.
—Está bien, iré. Pero solo si encontramos un disfraz que funcione.
—¡Eso es más como lo que quiero oír! —dijo Tomás, sonriendo—. Tengo algunos trajes en casa. Podemos improvisar algo genial.
Mientras se dirigían a casa, Henry no podía evitar sentir una mezcla de emoción e inquietud. Sabía que debía cuidar de Misty, pero también anhelaba disfrutar de la noche con sus amigos.
Con la promesa de una aventura en la fiesta y la advertencia de la anciana en su mente, Henry se preparó para una noche llena de sorpresas.
Al llegar a casa, Henry se dirigió al jardín donde Misty estaba picoteando en el suelo. Se agachó para mirarla a los ojos, sintiendo que era importante explicarle su partida.
—Misty, voy a la casa de Tomás por un rato. Quiero que me esperes aquí, ¿de acuerdo?
La gaviota lo miró con curiosidad, como si entendiera cada palabra. Luego, con un suave aleteo, se elevó en el aire.
—¡Eso es! —dijo Henry, sonriendo—. Vuela un poco y vuelve rápido.
Misty dio una vuelta elegante en el cielo antes de perderse entre las nubes, dejando a Henry con una sensación de tranquilidad.
Tomás ya lo estaba esperando afuera, ansioso por llevarlo a su casa.
—¡Vamos! —exclamó—. Tengo un montón de disfraces que te van a encantar.
Henry siguió a Tomás por el camino hacia su casa, sintiendo que la emoción comenzaba a crecer en su interior. Al llegar, Tomás lo llevó a su habitación, que estaba llena de cajas y ropa colorida.
—Aquí está mi colección —dijo Tomás, abriendo una caja grande—. Elige lo que quieras.
Henry comenzó a revisar los disfraces, riéndose al ver un disfraz de pirata con un sombrero enorme y un disfraz de superhéroe que parecía demasiado ajustado.
—¿Qué tal este? —preguntó, sosteniendo un disfraz de mago con una capa brillante.
—¡Ese es genial! Pero creo que deberías probar algo más divertido —respondió Tomás, sacando un disfraz de dinosaurio inflable—. ¡Mira esto!