Memory Maker

Capitulo 7

Henry miró a Misty mientras ella iluminaba la habitación con su lámpara. Una sensación de calidez lo envolvió al notar que tenía el mismo nombre que su gaviota. Esa pequeña coincidencia le trajo una sonrisa.

—Misty... —murmuró, sintiendo que la conexión se hacía más fuerte—. ¿Dónde está tu papá?

La niña frunció el ceño por un momento, recordando.

—Papá se fue de viaje hace un tiempo. Mi mamá salió a recoger flores.

Henry se preocupó al escuchar eso.

—¿Estará bien tu mamá con esta lluvia? —preguntó, sintiendo una punzada de inquietud.

Misty asintió con confianza.

—Claro, ella es muy fuerte. Siempre regresa a casa.

Henry sonrió, sintiendo que la situación era menos inquietante ahora. Luego, Misty, con una mirada curiosa, dijo:

—Ya, ahora me toca preguntar a mí. Dime, niño, ¿cómo te llamas?

—Soy Henry —respondió, sintiéndose un poco más relajado.

—¿Cuántos años tienes? —preguntó Misty, inclinándose hacia él con interés.

—Tengo diez años —contestó, sintiéndose orgulloso de su edad.

Misty soltó una risa suave.

—¡Yo tengo once! Soy mayor que tú, así que debes respetarme.

Henry se rió también, disfrutando de la ligereza del momento. Mientras tanto, sus ojos se posaron en las estanterías de la habitación, notando que muchas de sus cosas estaban llenas de polvo, excepto un peluche que parecía ser un ave.

—¿Qué es eso? —preguntó, señalando el peluche.

—¡Ah! —exclamó Misty—. Ese es mi peluche favorito. Me lo hizo mi mamá, ella misma.

—Qué lindo —respondió Henry, admirando el detalle del peluche y sintiendo una conexión más profunda con la niña.

Misty sonrió, y por un momento, la lluvia y las preocupaciones externas parecieron desvanecerse. La calidez de la conversación llenó la habitación, y Henry se sintió afortunado de haber encontrado un refugio en aquel lugar tan inesperado.

Misty, con una sonrisa en el rostro, se acercó a un rincón de la habitación y comenzó a mover algunos cojines y mantas.

—Voy a hacerte una pequeña cama aquí —dijo mientras organizaba el espacio en el suelo.

Henry observó con curiosidad cómo Misty arreglaba los cojines, creando un lugar cómodo para él. En poco tiempo, había formado una especie de refugio acogedor.

—Listo, aquí tienes —anunció Misty, satisfecha con su trabajo.

Henry se sintió agradecido y, al mismo tiempo, un poco sorprendido por la amabilidad de la niña.

—Gracias, Misty. Es muy amable de tu parte —dijo mientras se acomodaba en la pequeña cama improvisada.

Mientras se acomodaba, Henry miró a su alrededor y, con curiosidad, preguntó:

—¿Por qué está todo tapado en tu casa?

Misty lo miró y, tras un momento de reflexión, respondió:

—Cuando llegue mi papá, mi mamá y yo nos mudaremos a Londres. Él fue a conseguir una casa allí. Por eso estamos empaquetando todo.

Henry asintió, comprendiendo la situación. La idea de mudarse a una ciudad tan lejana parecía emocionante y aterradora al mismo tiempo.

—¿Y te gusta Londres? —preguntó.

Misty encogió los hombros.

—No lo sé. Nunca he estado allí. Pero dicen que es grande y llena de cosas nuevas.

Henry sonrió, imaginándose las aventuras que podría tener en una ciudad así.

—¿Puedo quedarme aquí un rato más? —se atrevió a preguntar.

Misty asintió con una sonrisa.

—Claro, pero ya es tarde. Voy a apagar la linterna.

Mientras Misty apagaba la lámpara, la habitación se sumió en una suave penumbra. Los sonidos de la lluvia seguían cayendo afuera, creando una melodía tranquila.

Ambos se acomodaron en sus respectivos lugares, y en pocos minutos, el cansancio se apoderó de ellos. Con el corazón más ligero y una sensación de seguridad que no había sentido en mucho tiempo, Henry cerró los ojos y se dejó llevar por el sueño.

La tormenta continuó rugiendo afuera, pero dentro de la casa, había un refugio de calma y amistad inesperada.



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En el texto hay: amistad, aventura amigos

Editado: 22.01.2025

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