Capitulo 8

Henry despertó de repente, sobresaltado por un pequeño golpe en la ventana. Frotándose los ojos, se giró hacia la fuente del sonido y se dio cuenta de que era su gaviota, Misty. La ave picoteaba suavemente el cristal, como si estuviera tratando de llamar su atención.

Se levantó rápidamente, emocionado por ver a su amiga. Sin embargo, al buscar a la otra Misty en la habitación, solo encontró su cama bien hecha y una pequeña carta sobre la almohada. La tomó con curiosidad y leyó:

"Hola, Henry. Fui un rato al jardín de flores. Vuelvo pronto. —Misty."

Sonriendo, Henry sintió una mezcla de tristeza por su partida y alegría por la promesa de su regreso. Se levantó y salió de la habitación, notando que todo seguía cubierto de polvo. Las cosas parecían estar en pausa, como si el tiempo se hubiera detenido.

Al llegar a la planta baja, su mirada se posó en un viejo reloj de pared. Se dio cuenta de que ya era muy tarde; había pasado más tiempo del que había imaginado en la casa. Sabía que debía irse.

Con determinación, salió por la puerta principal y se encontró con un camino que se adentraba hacia un campo lleno de flores. La visión era hermosa, y Henry sintió una atracción irresistible hacia el lugar. Sin embargo, antes de que pudiera dar un paso más, sintió un suave peso en su cabeza: era su gaviota, Misty, que había volado hacia él y se posaba con gracia.

La gaviota lo miró con sus brillantes ojos, como si lo instara a seguirla. Henry sonrió y, sintiéndose inspirado por su presencia, decidió avanzar hacia el campo. Pero al acercarse, se detuvo en seco. Donde antes había un amplio campo, ahora había un gran charco de agua.

—¡Oh no! —exclamó, dándose cuenta de que el agua era resultado de la lluvia de la noche anterior.

Sin pensarlo dos veces, se sacó los zapatos y se subió los pantalones hasta las rodillas. Con cuidado, comenzó a cruzar el río improvisado, sintiendo el agua fría acariciar sus piernas. Se movió despacio, asegurándose de no resbalar en el barro.

Finalmente, tras un breve trayecto que pareció durar una eternidad, llegó al otro lado. Resopló de alivio, sintiéndose victorioso. Al mirar hacia atrás, vio cómo el agua brillaba bajo la luz del sol, y, de repente, todo parecía posible.

Con la gaviota a su lado, Henry se aventuró hacia el campo de flores, su corazón lleno de esperanza y emoción por lo que el día podría traer.

Henry comenzó a correr hacia su escuela, sintiendo la adrenalina bombear en sus venas.

—¡Vamos, Misty! ¡Llegaremos tarde! —gritó, mirando hacia atrás para ver a su gaviota volando con gracia a su lado.

Misty pareció entender la urgencia y empezó a volar más rápido, sus alas extendidas brillando bajo el sol. Henry sonrió al verla y siguió corriendo, sintiendo que el día prometía ser especial.

Finalmente, llegaron a la escuela, y Henry sintió una mezcla de alivio y tristeza al separarse de su amiga. Misty se despidió con un giro elegante y voló en dirección a la playa, mientras él corría hacia la entrada del edificio.

Al entrar, el bullicio de los estudiantes lo envolvió. Con su mente aún llena de pensamientos sobre la aventura de esa mañana, se dirigió a su aula. Sin embargo, al llegar, se dio cuenta de que aún llevaba puesto su disfraz de mago, con la capa negra ondeando tras él y el sombrero puntiagudo en la cabeza.

Sintiendo que no quería ser el centro de atención, decidió ocultar la capa y el sombrero en su mochila. Se movió rápidamente, asegurándose de que nadie lo viera mientras lo hacía. Una vez que se sintió más cómodo, se sentó en su lugar y trató de concentrarse en la lección.

Mientras el maestro comenzaba a hablar, Henry no podía evitar sonreír al recordar a Misty y la promesa de nuevas aventuras. Aunque estaba en la escuela, su mente viajaba a los campos de flores y la playa, donde la gaviota danzaba en el aire. En su corazón, sabía que pronto tendría más historias que contar.