Menguante

Capitulo 6.Infinito.

Solo tenia que esperar, en ese consultorio medico la doctora de turno me dijo que solo debía esperar a que llegara otro medico a atenderme, me dejo solo en esa habitación blanca como los huesos, tome asiento en una silla reclinable puse mis audífonos inalámbricos a funcionar colocando mi play list favorita, mis gafas estaban algo empañadas así que las guarde en el estuche.

                Ya no podía ver de lejos, pero a mi cercanía para entretenerme tenía mi celular, justo en esta ocasión no contaba con internet, algo irresponsable de mi parte, pero bueno a cualquiera se le podría olvidar, pasaban los minutos y me empecé a inquietar miraba a todos los lados buscando algo de entretenimiento, ni los juegos de mi celular ya me satisfacen.

                Me libere de mi abrigo para el frio, a pesar de que era supuesto verano las temperaturas eran algo bajas tanto como para obligar a los habitantes de esta ciudad costera   repudiar el helado y aceptar el cappuccino caliente, yo no era muy distinto a ellos, mi mente divagaba hacia mi estomago haciéndome desear un postre después de salir de esta clínica.

 

                Ya habían pasado veinte minutos de espera en esa habitación, no era mas grande que un cuarto modesto por lo que sin necesidad de tener algo en contra de los lugares cerrados la fatiga se manifestaba en el temblor de mis dedos, camine dentro de esos pocos metros cuadrados y me fije que los letreros de las paredes   estaban algo ya viejos, el color de las impresiones de había diluido dentro del marco.

 

                Mis ojos y dedos curiosos seguían danzando, ahora mi siguiente victima era la mesa donde se guardaban los instrumentos médicos, estaban justo enfrente de la silla donde yo había estado descansando,  esta mesa tenia  paletas para colocar en tu lengua, tenia contenedores para los restos biológicos así como mascarillas y guantes quirúrgicos de colore vistosos  por lo que deduje que también se trataban niños ahí,  eso me recuerda a una de mis fobias más considerables y esta era a las agujas tanto para colocarme inyecciones como para extraerme sangre, en el registro me hablaron de la posibilidad de completar mi tarjeta de vacunación, a pesar de mis dos décadas ya de edad no podía negar que daba algo de nervios pensar en que penetrarían mi piel con un objeto puntiagudo de metal mientras un fluido  viaja por mis venas.

                Mi imaginación siempre me ha dado malas pasadas, pero también me daba algunas ventajas, la música me hacia trasladarme como a otro mundo donde yo era el protagonista, era al menos mas soportable la espera, revisé mi teléfono para sortear una canción que no era de mi agrado (siempre se me olvida quitarla de mi bandeja principal) por puro reflejo volví a revisar la hora, solo habían pasado diez minutos más, mi estrés iba ya en un mayor nivel.

 

                Algo  furibundo decidí abrir la puerta del consultorio pero solo podía ver el pasillo al cual me habían traído, con mi mano izquierda me retiro un audífono y solo escucho personas hablando en otras habitaciones o  por el citófono solo llamaban a otros clientes y al parecer nadie se había percatado que  “ el consultorio 3” estaba abierto,  pero todo mi valor fue erosionado por mi introversión que me hacia pensar que seria un maleducado  e impaciente si interrumpía el personal médico, me trague mi orgullo y volví a resguardarme al consultorio a esperar, no había nadie en ese pasillo.

                Nadie me había visto así que mi dignidad como paciente ideal seguía intacta, mis sentidos siguieron buscando algo que los excitara, me fije que en el computador que estaba pegado a la pared junto a la puerta aparecía una pestaña para una especie de servidor medico que pedía usuario y contraseña, al parecer ahí es donde mis datos serian resguardados por lo que seguí mirando el logo de color rojo que decía “Betex” mis pupilas se trasladaron hacia la imagen de fondo.

 

                Era un bello bosque dibujado con un estilo barroco, se podía ver una cada bajo las raíces de un árbol con las luces encendidas, pero no tenías habitantes, el suelo tenía muchas hojas primaverales que acobijaban un recoveco donde un zorro rojo estaba plácidamente amodorrado, mi vista no era la mejor así me acerque a la pantalla para ver mejor dicho canino.

                 Estaba a pocos centímetros del monitor, una sonrisa tenue se me escapa, pero luego paso al terror mas puro, el zorro ahora abre sus ojos, pero estos eran sobre naturales como si fueran de carne y estuvieran levitando sobre la pantalla, me miraban intensamente como si mi alma estuviera siendo juzgada, me desgañite a tal punto que mis cuerdas vocales me ardían.

                El computador se apagó y   mis audífonos ahora daban una horrible estática, con mi pulgar los apago y miro mi celular, mi mente se llenó de dudas al comprobar que la fecha dada en mi teléfono era muchas horas de mi llegaba, no solo eso el año y mes también estaban mal medidos mi estomago empezó a agitarse como si un látigo lo hubiera golpeado.

                Tomo un paso raudo y agarro el picaporte pero no tenia la fuerza para girarlo, mi piel  iniciaba a agrietarse y daban grandes cavidades en forma de acantilados oscuros, podía sentir como el viento viajaba libremente por ellos, todo mi brazo fue apoderado por este extraño fenómeno, mi voz ya no me  funcionaba ni una sola palabra podría enunciar, mis dedos ya no eran capaces de sentir y mi vista de empezaba a apagar, termine siendo invidente a los pocos instantes así como mi lengua que ya no captaba la humedad de mi saliva, los pasos de los pasillos y sus voces ya no eran audibles para mí.



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En el texto hay: misterio, miedo, terror

Editado: 19.07.2022

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